Fue Augusto Monterroso, ese gran escritor guatemalteco, quien dijo que la doctrina de Jesús había sido tan grande, tan profunda, tan revolucionaria y transformadora... que hubo que crear la iglesia católica para impedir que se cumpliera. Y más allá de las creencias particulares en relación a la existencia histórica real del arquetipo cristiano, podemos decir que, tanto si existió como personaje histórico real, como si solamente quiso representar a través del héroe solar la lucha por el desarrollo espiritual, así mismo fue, porque seguramente nada se opone más a la doctrina de amor, paz, lógica humana y ética que las iglesias institucionalizadas que dicen seguir la letra de los evangelios.
Suele suceder, aunque no con la frecuencia deseable, que cada cierto tiempo aparece un líder transformador, generalmente de estructuras sociales o religiosas opresivas o con otro tipo de taras. Obviamente, la tarea nunca es fácil, porque además se echa encima a quienes detentan el poder y corren el riesgo de perder privilegios, y si algo no perdonan las élites espurias es que alguien se meta con ellas. Sin embargo, y siguiendo la sentencia de Monterroso en relación con la doctrina de Jesús, resultaría muy impopular oponerse directamente a doctrinas y acciones tan lógicas y a la vez novedosas, entonces los poderosos, que no se encuentran precisamente en sitios de poder por la transparencia de alma o por la humildad de su espíritu, realizan una jugarreta de todo punto de vista perversa: inventan cualquier cosa para destruir al líder innovador, y luego se abanderan con la misma causa, llámese amor al prójimo, justicia o revolución ciudadana, y a partir de allí comienzan a hacer toda clase de tejemanejes para recuperar las posiciones corruptas que habían perdido. Y todo eso -cáiganse- sin perjuicio de que puedan seguir construyendo iglesias y monumentos y cantando loas al mártir que ellos mismos (u otros muy similares) crucificaron o destruyeron.
Porque, ¿qué ha sido a lo largo de la historia la iglesia católica sino un instrumento de perpetuación de una tiranía enfermiza y una defensa de los poderosos que no vacilaba en ajusticiar a sus detractores por el amable método de asarlos vivos cuando osaban contradecir la mínima cosa?¿Y qué es la estructura jerárquica católica y la actitud de muchos de sus conservadores fieles sino una burda reproducción de las reprochables conductas farisaicas que tanto criticó Jesús en su tiempo, si es que realmente existió?
Hoy en día, en Ecuador ocurre algo parecido: alguien que ganó las elecciones posicionando un discurso en el que ofreció continuar con el proyecto de la Revolución Ciudadana en este mismo momento les está entregando, en bandeja de plata, el país entero en peso a sus detractores: medios de comunicación privados, partidocracia, banqueros... y cada vez que puede hace declaraciones en contra de quien lo candidatizó e incluso de quienes votaron por él.
La traición es evidente, y la realidad es que actualmente el país se encuentra secuestrado por una banda de dobles agentes taimados y mentirosos. Sin embargo, cada vez que pueden, le enrostran a la gente ser fieles a los principios de la Revolución Ciudadana. Evidentemente, sus acciones son absolutamente contrarias a los principios de este proceso político. Sus aliados más cercanos son no solamente los recalcitrantes enemigos del proceso y de su líder, Rafael Correa, sino además gente de la calaña del inefable Abdalá Bucaram, quien cuando fue derrocado salió del palacio de Carondelet llevándose dinero en efectivo en sacos de yute, o del indescriptible Lucio Gutiérrez, el rey del más grosero nepotismo, por poner dos ejemplos, pero ellos, haciendo gala de un cinismo incalificable, sostienen que su norte es la lucha contra la corrupción. Hablan de que ahora ya existe en el país libertad de expresión, pero no existe un solo medio que disienta de la información oficial, y no porque todos estén de acuerdo, sino porque en los ex medios ex públicos incluso está prohibido mencionar el nombre de Rafael Correa bajo pena de despido, y además se han cerrado al público los micrófonos de la Radio Pública para que la gente no pueda expresar su descontento. Hablan de una independencia de la justicia, pero es más que obvio que las últimas acciones de esta función se han apegado al libreto oficial olvidando cualquier transparencia posible.
Cabe decir, entonces, que la doctrina de Rafael Correa fue tan renovadora, tan transformadora y efectiva, que hubo que hacer algo así como dejar Alianza País en las arteas y cínicas manos de Lenin Moreno para impedir que su labor continuara.
Y en esas estamos...
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