Boltaire inauguró el año lectivo de la Sierra y
el Oriente con un simpático discurso en el colegio Nacional Mejía. Dijo muchas
cosas, pero de entre ellas sobresalieron un par que obligan a hacer un alto y
cuestionarse un poco la realidad y la pertinencia de sus afirmaciones.
Con cierta nostalgia, recordó sus años de colegio,
transcurridos en el mismo establecimiento que lo acogía para la inauguración del año lectivo 2017-2018.
Recordó que en aquel entonces estaban obligados a vestirse como adultos, aunque todavía no lo
fueran, y recordó que en aquel tiempo, así, 'disfrazados de viejos', solía escaparse al conocido cine
Hollywood, en el centro de Quito, para ver películas pornográficas, o tres equis (XXX), que es el
género en el que ese cine se ha especializado desde siempre (salvo en la Semana
Santa, en la que presentaban, en funciones especiales, El Manto Sagrado, pero a esa función no asistía Boltaire, seguro). No contento con el relato, ponderó la calidad de ese género con una exclamación: "¡Qué películas!"
Luego también habló, ambiguamente, de “la primera sartada”, y mencionó la idea
de que los jóvenes iban “a procurar que sea gratis aquello por lo que los
viejos pagaban”.
Es verdad que a veces ciertas alusiones pueden provocar
algún tipo de cercanía desde el público, al comprobar la humanidad de sus autoridades.
Pero… ¿tiene uno que mostrarse tan ‘humano’?
No hay que olvidar que la inauguración de un año lectivo es
un evento educativo y que las palabras de los mayores en tal momento deben
sobre todo impulsar actitudes de integridad y otros valores humanos que se
pretendería impartir como parte de los ejes transversales de un currículum que
busca formar mejores personas.
Unos días antes, Boltaire había ido personalmente
a la Asamblea a presentar, con bombos y platillos y con una cobertura mediática inusual, un proyecto de ley para prevenir y castigar
severamente el femicidio. Pero luego, en un ámbito público y sobre todo ante un
auditorio mayormente adolescente, habla de su afición juvenil por el cine porno
y, casi nada sutilmente, de su acercamiento a la prostitución. Ambos, cine porno y
prostitución, son instancias en los que el cuerpo de la mujer se cosifica, que
favorecen la hipersexualización en edades tempranas, que se relacionan con la
trata de blancas, y que resultan altamente humillantes (cuando no peligrosas y
potencialmente letales) para la mayoría de mujeres que se involucran en ellos.
Decían los antiguos romanos que la mujer del César no
solamente debe ser virtuosa, sino parecerlo. De igual forma, hay relatos,
comentarios y chistes que funcionan mejor casa adentro. Que no son para nada
convenientes ni ejemplares para quienes están por iniciar una nueva etapa en su
vida educativa. No solo se trata de no matar a las mujeres como un repudiable
hecho directo. También se trata de no involucrarse (ni de broma, y peor ponerlas como ejemplo frente a adolescentes en formación) en conductas
que humillan y degradan lo femenino, tanto en su cuerpo como en su
integridad emocional, por muy buena que haya sido la película.
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