Se puede lo que se hace
Julio Cortázar
Entre muchas otras cosas, usted
se convirtió en un excelente espejo de lo que somos. Cuando lo elegimos por
primera vez tal vez no nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo, y muchos
se fueron ‘arrugando’ por el camino, porque cada uno encontró en usted aquello
que podía reflejar y mirar. Y no les gustó lo que veían.
En otra parte dije que se
equivocó. Obvio. Por experiencia sé que solo quien hace algo se equivoca. Y que
es equivocándonos como aprendemos quienes tenemos la buena voluntad de
permitírnoslo. La tarea que usted se impuso era casi superior a las fuerzas
humanas, y no se diga a las fuerzas de una sola persona. Quizá para cambiar la
mentalidad de este país harían falta un par de siglos. Y ni así. Pero usted fue
el único, al menos hasta donde yo conozco, que asumió esa pesada carga sobre
sus hombros.
Quiso enseñarnos a vivir de otra
manera. Quiso ordenar el caos institucional. Quiso entregar dignidad a los
pobres. Pronto se topó con las inagotables tretas de los que medraban del caos,
de las élites que temen perder medio centavo de sus emolumentos, de quienes en
el asistencialismo y la limosna encuentran el camino más idóneo para su
protagonismo, aunque sea a costa de los necesitados.
En el espejo que usted fue
durante los diez años que duró su mandato muchos vieron prepotencia,
arrogancia, egocentrismo, grosería, odio, revanchismo, resentimiento social. Bastantes
más vieron a alguien que venía a dividir al país, y recuerdo esa cita bíblica
en la que Jesús dice: “No he venido a traer la paz, sino la espada” (Mateo,
10:34), porque de eso se trataba. La espada de la carta número ocho del Tarot:
La Justicia. Espada que hace un corte, que marca un antes y un después, que da
un tajo limpio entre lo que es, lo que debe ser y resuelve lo que podría ser.
Nadie es perfecto, y usted no
tenía, no tiene por qué serlo. Apenas fue y es alguien con buena intención y
mucha voluntad de cumplirla. Uno de esos seres que se echan el mundo a la
espalda, como Atlas, y finalmente reciben la factura que el heroísmo les pasa a
sus protagonistas: ingratitudes, groseras críticas, calumnias, infundios,
burlas y escarnios de todo tipo. Hubo quien se dedicó a ‘contar’ los supuestos
insultos que endilgaba a sus detractores (hay gente desocupada en este mundo),
aunque personalmente solo recuerdo haber escuchado una palabra soez en todos
sus diez años de mandato. Será porque usted no necesitaba declarar a cada rato
que no se ‘ahuevaba’. No sabía lo que era eso.
Personalmente, yo aprendí de
usted la firmeza en la defensa de lo que se cree correcto. La inteligencia y la
lucidez para argumentar. Eso de estar siempre adelante del ‘enemigo’ para
sorprenderlo con una acción que lo desarmará antes de que pueda iniciar el
ataque. La brillantez de su juicio. La consecuencia con los ideales.
Lamentablemente, el camino de la
política se parece más a la oscura callejuela de un barrio marginal que al
camino de ladrillos dorados que nos gustaría que fuera. Si se quiere sobrevivir
hay que ensuciarse los zapatos, y a veces hasta los pies. Usted hizo cosas que
no me gustaron, y otras que no puedo aprobar por más que me esfuerce. Sin
embargo, qué puedo exigirle yo a alguien que se echó encima la titánica tarea
de transformar un país que ya amenazaba con volverse inviable, algo que, sin ir
muy lejos, yo no habría asumido jamás.
Nunca vi en usted odio ni
prepotencia, y peor la ‘tiranía’ que sus detractores quisieron endilgarle a
través de medios de comunicación y de un bien pensado discurso que todo el
mundo repite con acuciosidad de papagayo sin pensar en el verdadero alcance de
las frases hechas y de su escasa relación con la realidad. Vi energía, vi una
asunción de la autoridad que otros no ejercieron porque se bamboleaban
peligrosamente entre el despotismo y la blandenguería y el esbirrismo ante los
poderes fácticos. Vi empeño y deseo de transformar lo que parecía casi
inamovible. Vi un país que salió del marasmo provinciano del parentesco y la
componenda hacia un orden y una organización que, sinceramente, ya parecían
inalcanzables. Vi fe en el país y amor a los más pobres, y un casi desesperado deseo
de trabajar por quienes realmente lo necesitaban.
Y sobre la tiranía, la vida me
permitió conocer a un tirano de verdad a mediados de la década de los ochenta.
Fue allí donde sentí ese viento helado del pánico al caminar por las calles
oscuras de mi ciudad por las que cada cierto tiempo avanzaba uno de los
camiones del “Escuadrón Volante” encargado de ingresar por la fuerza en las
viviendas de los sospechosos de cualquier cosa y llevarlos a la tortura y a una probable desaparición. Mientras en aquellos años había temor incluso de
levantar la mirada, durante los diez años de su gobierno todo el mundo dijo lo
que quiso desde todos los medios posibles, y gritaron y vociferaron en todos
los tonos y de todas las maneras que no había libertad de expresión reforzando
así el absurdo de su afirmación.
De su paso por el gobierno me
quedan algunas imágenes inolvidables que atesoraré mientras la vida y la salud
me lo permitan: su llegada al balcón de Carondelet la noche del 30 de septiembre
de 2010, triste y decaído, pero firme en medio de la difícil textura del
momento; su gesto dolorido al abrazar a las víctimas del terremoto de abril de
2016; muchas imágenes compartiendo con niños, quienes se le apegaban con toda
confianza y cariño (¿otra referencia evangélica?); pero sobre todo el día del
último cambio de guardia, cuando la plaza grande se llenó de gente que fue a
despedirlo entre aplausos, banderas verdes y lágrimas de gratitud.
En este momento hay neblina en
torno a la imagen del futuro que desde su mirada y su esperanza soñamos para
nuestro país, y nadie sabe cómo se darán las cosas el día de mañana. Sin
embargo, en una hora no tan luminosa para nuestra historia, pienso que algún
día le diré a mi nieto que él nació en la época del mejor presidente que ha
tenido nuestro país, del que tuvo un sueño para el futuro y que valoró el
potencial de este pequeño pedazo de tierra que, hasta que usted llegó, era un
punto desconocido del universo, secuestrado por oscuros poderes. Le contaré que
de usted aprendimos todo lo que es posible para esta, nuestra tierra. Y en mis
horas finales me sentiré orgullosa y agradecida de haber vivido los diez años
del mejor, del más grande y transformador gobierno que pudo haber tenido hasta
el momento nuestro país: el de Rafael Vicente Correa Delgado. Gracias por
existir, querido Presidente, de todos los que he visto, el único que merece ser
llamado así, con todas sus letras, y con todas las ganas.
8 comentarios:
Sin duda el mejor presidente un gran líder que deja sembrando en muchos corazones el coraje para luchar contra la pobreza que deja la oligarquía por sus ansias de poder el pueblo unido jamás sera vencido patria para siempre
Su artículo me llevó a las lágrimas, pues al recordar a este gran señor que el Rafael Correa, y el único que vio a través de los ojos de los más desposeídos, y al igual que usted recuerdo hondamente cuando consolaba a las víctimas de aquel terremoto del 16 de abril pasado, ¿ ¿quién con suficiente corazón lo podrá olvidar?
Se va el hombre con un corazón tan grande como para unirnos a los que igual que él sentimos hondamente. La pena me embarga por su partida, pero también hay que ser menos egoístas y dejarle marchar a descansar porque humanamente no sé como soportó estos 10 años.
Donde quiera que esté sé que su corazón y su amor estará con nosotros, quienes vimos quien realmente es.
Gracias por todo lo que hizo y que Dios y el universo siempre lo cubran y lo bendigan.
Grande mi Presidente Rafael Correa.
Vuelve tu Patria te lo pide!
agradecida por el mensaje, las palabras tan prácticamente escritas. La neblina como Ud. lo dice es demasiado densa..... a mi me provoca mucho temor, porque si no hay una conducción acertada no muy lejos esta el abismo, (perdón por el pesimismo) por el momento veo muchas cosas desepcionantes, y dolorosas con mucha angustia seguiré esperando resultados positivos para el país.
Se dice que "quien se mete a salvador sale crucificado" y luchar por el bien común la igualdad social son actos de alto calibre y mucho mas en una sociedad donde el tener es mas importante que el SER. Elpor siempre mejor presidente del ECUADOR seguirá siendo RAFAEL CORREA DELGADO, con todos los errores y desacierto que haya tenido yo, como una ciudadana mas reconozco la heróica accion desinteresada hacia sus iguales.por tanto mi eterna gratitud
A un grande de America....el Ecuador te agradece por siempre presidente Rafael Correa
Hermosas y muy sentidas palabras
Muy bellas palabras, una cosa nada más....PARA MI SI FUE EL PRESIDENTE PERFECTO...En todo el sentido de la palabra....El que revolucionó mi Patria y mi vida...
Excelente..!
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