jueves, 14 de noviembre de 2013

SOLO ELLA SE LLAMA MARILYN MONROE - O LAS CUATRO MUJERES RUBIAS DEL TAROT



 
Asoma Marilyn con su nardo de plata
hasta los senos
y yo tiemblo.
Julio Pazos Barrera

1
La tercera carta numerada del Arcano Mayor del Tarot de Marsella se llama La Emperatriz: en ella se ve la figura de una mujer rubia sentada en un trono, con ropajes que demuestran su poder y jerarquía. En su mano izquierda, relajada y serena, sostiene un cetro, propio de su condición de reina. Con el brazo derecho, envuelve en ademán protector un escudo en el cual se ve un aguilucho, una de cuyas alas está atrofiada. Mira hacia la derecha del lector (su propia izquierda) y en algunas versiones su rostro esboza una suave sonrisa.
Si hurgamos en el significado del arcano encontraremos que esta figura representa a la mujer terrenal en la plenitud de su poder de seducción, de la fuerza de sus atributos femeninos sexuales: es Marilyn de pie sobre una alcantarilla o respiradero del metro de la gran ciudad, fingiendo sujetar una falda que el aire subterráneo levanta para mostrar la maravilla de sus piernas. Es Marilyn en el clímax de su apogeo artístico. Afrodita, si queremos hablar de otra diosa, o de la misma diosa con diferentes nombres.
Y es así como la muestran en sus reflexiones y expresiones admirativas algunos de los fragmentos del libro Solo ella se llama Marilyn Monroe (Relecturas de una diosa)[1] que se refieren, al menos con mayor intensidad, al punto máximo de su esplendor: la introducción del mismo editor Raúl Serrano Sánchez, los fragmentos biográficos de Jennie Carrasco Molina, Galo Alfredo Torres, David Ramírez Olarte y Jorge Dávila Vázquez; las sesudas reflexiones de Humberto Robles, el poema “Una adorable criatura” de Iván Oñate, el irónico e inmejorable texto de María Helena Barrera, “Marilyn Monroe Redux”, los tres primeros fragmentos del poema de Raúl Vallejo, la infantil evocación de Byron Rodríguez Vásconez y el poema “La carne y el espectro de Marilyn Monroe” de Cristóbal Zapata.
Afroditamarilyn, nacida de la espuma del mar del caos que fuera su vida. Marilyndiosa, pasándonos por el forro ese primer mandamiento dictado seguramente por un Dios bien macho que para peor no tuvo el gusto de conocerla. Marilynemperatriz, acunando con su brazo derecho a todos aquellos niños que llegó a gestar pero que no alcanzaron a nacer, tal vez porque el arquetipo de la Madre era a un tiempo demasiado estrecho o demasiado grande para aquel portento de mujer.

2
El arcano 17 del Tarot de Marsella se llama La Estrella: en un entorno natural y bajo un cielo en el que resplandecen ocho estrellas podemos mirar a una muchacha rubia, desnuda y pensativa, que arroja el agua de dos jarras en un río. La una jarra vierte un líquido dorado, la otra, simple agua azulada. Imágenes todas que remiten a una actitud de entrega, tal vez de sacrificio, de auto despojo después de haber encontrado y haber ocupado un lugar privilegiado en el mundo. Imagen de calma, sí, pero también de cierta melancolía cuando se descubre que ha llegado el momento de cerrar por dentro la puerta de la habitación en donde se esconde el pasadizo secreto hacia la eternidad.
Tal vez aquí se vea representada la Marilyn que más amamos: aquella que, como Jesús en la cruz, carga con los pecados y la ingratitud de un mundo que ha usufructuado de sus más exquisitos dones y a la hora del té la ha abandonado a su suerte. Verdadera diosa más diosa que nunca en el momento de su escarnio, en la abismal soledad de su dolor de siglos eternizado en las fotos de su rostro sin vida ya despojado de todo glamour innecesario.
El corazón de Marilyn, también atravesado por siete espadas, es abandonado una vez más desde la perspectiva confesional de Modesto Ponce Maldonado, y ella misma asesinada sin piedad en el cuento “Cadáver Exquisito” de Marcelo Báez Meza, pero ese frágil corazón es también entrevisto con ternura y veneración, tal vez a través de unas inevitables lágrimas, por Iván Oñate en su poema “Hotel sin estrellas”, o en el maravilloso texto “Una muñeca sin niña” de  Huilo Ruales Hualca, y ella misma es cobijada y acogida en su abandono por el infinito cariño que puebla las palabras de Ramiro Oviedo, Fernando Nieto Cadena, David Ramírez, el último fragmento del poema de Raúl Vallejo, la mirada nostálgica y compasiva que Carlos Carrión echa sobre una foto, el encuentro imaginario de un bello relato de César Chávez e incluso la cínica confesión del último fotógrafo que la retrató en una narración de Raúl Serrano Sánchez.
Es en esta visión cuasi maternal desde donde, para sus fieles devotos del Ecuador, Marilyn alcanza su verdadera dimensión de estrella, es decir no la resplandeciente figura de los carteles que anuncian las películas, no la a la vez envidiada y admirada figura de sociedad, sino la pequeña huerfanita violada a los nueve años (según registra Ernesto Cardenal), la mujer con heridas tan hondas que varias veces pensó en la controversial misericordia de la muerte, la Diosa escarnecida y lastimada que con su sacrificio, y tal vez sin saberlo, pretendió redimirnos de la soberbia, la envidia y la lujuria, tres gravísimos pecados capitales de los cuales uno resulta esplendoroso y los otros dos absolutamente despreciables.

3
El arcano 21 del Tarot de Marsella se llama El Mundo: encerrada en una mandorla compuesta por hojas azules miramos a una muchacha rubia, apenas cubierta por un pequeño manto ligero que danza suspendida en un espacio etéreo, rodeada por las energías del aire, el agua, la tierra y el fuego. Plenitud más grande que la de la Emperatriz, pues ya ha trascendido lo meramente humano para pasar a formar parte de un universo mayor. Diosa de verdad, más allá de las turbias y misteriosas circunstancias de su transición. Icono. Arquetipo. Sentido global que sobrepasa los pocos y turbulentos años de su breve existencia. Realización más allá de la simple y prosaica historia personal.
Es así como la miran Carlos Eduardo Jaramillo, Aleyda Quevedo y Julio Pazos Barrera. En sus poemas no queda lugar para la compasión, tan solo la luminosa admiración de quienes logran captar la arquetípica esencia del ánima de un mundo patriarcal en donde una masculinidad exacerbada, sobredimensionada y displicente ha hecho de las suyas durante siglos.

4
El arcano 14 del Tarot de Marsella se llama Templanza. Un ángel rubio ocupa de cuerpo entero la mayor parte del espacio de la carta. Lleva una flor entre la frente y el cabello, y los colores de sus ropas recuerdan a los de las de la Emperatriz. Intercambia un agua cristalina entre dos jarras, mirando serenamente esta operación. En la espalda le ha brotado un par de grandes alas blancas y brillantes.
¿Por qué amamos tanto a Marilyn quienes habitamos en este pequeño paisito hasta hace poco inexistente en la memoria colectiva del planeta? ¿Acaso por nuestra impertérrita veneración hacia todo lo que no sea nuestro ni se nos parezca? ¿Acaso por esa misma baja autoestima que nos lleva a disimular la forma de nuestra nariz, el tono moreno o grisáceo de nuestros cabellos, cualquier indicio de sobrepeso o de vulgaridad?
No se sabe. Quizás la adoramos como a otra de tantas diosas porque con su trágico destino nos enseñó que los dioses, en su esencia más auténtica, sí son de carne y hueso. No en vano adoramos a un hombre muerto y ensangrentado con todo el amor y la ternura de este mundo. Nos vale que haya resucitado. Lo que lo pone a la altura de nuestro cariño es la tragedia y la injusticia de su muerte. No en vano nos reconocemos en la camilla cubierta que sale de la silenciosa casa de Los Ángeles muy pronto inundada de policías, y detectives, y ya rodeada por llorosos fanáticos e impertinentes curiosos.
Y es así como el poder de sanar y hacer milagros interiores de aquella muchachita llamada Norma Jean Mortensen se manifiesta en los textos de Byron Rodríguez Vásconez, David Andrade Aguirre, Xavier Sempértegui y Jorge Martillo Monserrate, en donde los inconfesables deseos se subliman en aquella piel hecha de sombras y luces y las penas de amor de la adolescencia se mitigan en la autocomplacencia inspirada por la maravilla de su figura.
Inmortalizada en alrededor de una treintena de películas, sacrificada en aras de un poder tan perverso y espurio como todos los poderes de este mundo, abandonada y muerta como cualquier buen Dios o buena Diosa que se respete, Marilyn Monroe se ha convertido en el espejo no tanto de nuestras aspiraciones de gloria y de grandeza, cuanto de nuestras frustraciones, soledades y anhelos no logrados. Y es quizá desde allí donde ayuda al milagro de volvernos seres cada día más humanos, por obra y gracia de la tolerancia y de la compasión que no es lástima, sino ternura y amor del verdadero.

Por eso doy las gracias a Raúl Serrano: por llevarnos, a través de este libro, y más allá de los deleznables conceptos del chismorreo propio de la farándula, a reflexionar sobre nuestra condición humana a partir de la adoración a una de las más bellas y complejas diosas de los últimos cien años.


[1] Raúl Serrano Sánchez (editor), Solo ella se llama Marilyn Monroe (relecturas de una diosa), Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 2013.