lunes, 3 de febrero de 2014

TÁCITAMENTE...

Miro, leo, oigo y siento los intríngulis de la disputa SECOM - Bonil, y saco algunas conclusiones:
  1. Personalmente pienso que esta caricatura de Bonil (la de la bronca) no es humorística. Claramente afirma algo que el dibujo solamente corrobora. No encuentro la connotación, la poesía, el humor... ¿o acaso esto estará dado por el dibujo? Se afirma directamente y sin que medie ningún recurso poético o artístico que se hizo el allanamiento para sustraerse información sobre casos de corrupción. No provoca ningún tipo de sonrisa ni está expresada como una opinión (lo que sí sucede con otras innumerables obras del mismo caricaturista). 
  2. Sin embargo de lo afrimado arriba, y colocándome en el lugar del Gobierno y la SECOM, yo no le habría dado importancia. En el momento en que eso se produce, la caricatura y su autor se vuelven más importantes de lo que realmente son, y en el caso concreto del autor se le brinda en bandeja de plata la oportunidad de volverse víctima y sobre todo emblema de la libertad de expresión conculcada por el régimen a partir de lo cual expresará de todas las formas posibles su victimización en todos los medios que forman parte del "Team-de-medios-contra-Correa" al uso. 
  3. El gobierno y sus estamentos entran a formar parte de un juego perverso: como diría Salvador Valadez, hay alguien que se pone en una actitud de "chingar", y chinga, y chinga, y chinga hasta que el otro reacciona con una protesta o con una aplicación de la ley, pues tiene la sartén de la ley por el mango. Entonces el "chingador" se ofende, se victimiza, lloriquea, pone sobre la mesa la carta de sus más santas, sanas e inocentes intenciones, explica a los ignorantes de la SECOM lo que es una caricatura (aunque la caricatura en cuestión no cumpla con algunas de las características técnicas de ese género) o magnánimamente (con ese cinismo que muchas veces permea la magnanimidad) 'perdona' la 'represión' de la que es objeto y queda como un rey o como una reina, aparte de que ya quedó como una víctima o un víctimo. 
  4. Algunos organismos de derechos humanos, nostálgicos de cuando se desaparecía gente por un quítame allá esas pajas, toman partido por los 'afectados' y se quejan a voz en cuello, de todas las maneras posibles y en todas partes de que en este país no-existe-libertad-de-expresión porque nadie puede decir nada. Lo repiten tantas veces y durante tanto tiempo que es imposible no enterarse del asunto y una termina preguntándose si realmente no existe la tal libertad de expresión.
  5. Los artistas del país se solidarizan con el artista sancionado, aunque la caricatura sea, técnicamente hablando, un arte menor...
Mientras tanto, en otras latitudes, un actor muere de sobredosis, un director es asesinado, un poeta se suicida de soledad... y otros dos dejan el mundo cubierto de un impresionante silencio tras su ausencia definitiva.