domingo, 19 de noviembre de 2017

delitos de odio

Dibujo de Pavel Egüez en homenaje a Exequiel (Samuel) Chambers

Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo...
si veis un hombre distinto,
matadlo.
Juan Ramón Jiménez

No quisiera decir nada que suene a lugar común. Nada que hiera la memoria de tu breve y aleccionador paso por el mundo. Nada que haga énfasis en el terrible momento del crimen que segó tu vida. No quisiera referirme al odio. Pero cómo, si fue ahí donde terminaron para ti las cosas en este mundo. Cómo no imaginar el pánico de tus últimos momentos, a manos de seres oscuros, tan oscuros y dañados que se ensañan de tal manera con alguien que solamente pretendía vivir a su manera. 

En otra parte dije que nunca te conocí. Y me habría gustado. Mis hijos te recuerdan (ahora con dolor, pánico e indignación) como alguien 'buena onda', que jamás tuvo un gesto de rechazo ni de daño hacia nadie. Solamente eras un niño sabio que había aprendido a vivir de un modo mucho más sano y respetuoso de la naturaleza y de los seres que otras personas. Te evoco como el Arcano 0 del Tarot, con todas las ganas de comenzar a estudiar Agronomía, feliz con la vida, llevando tu arte en un pequeño hatillo y seguido por uno de tus perritos a quienes tanto querías, como dicen. 

Me pregunto, ¿dónde estábamos todos cuando la más abyecta forma de odio se cernía sobre ti? ¿Tu familia, tus amigos, quienes decían amarte? Cada uno en lo suyo, supongo. En lo nuestro. Discutiendo por temas de política, tal vez. Procrastinando en las redes. Tratando de 'avanzar' en el éxito, en los negocios, en lo que sea. Pagando deudas, o ahorcados por ellas. Contaminando. Llenando este planeta de basura. Todas cosas con las que tú no quisiste contribuir, y no solamente en el discurso diario, sino atreviéndote a hacer realidad las normas de tu consciencia, de tu avanzada y elevada consciencia. 

Mientras esta ciudad se enteraba horrorizada de tu martirio, alguien denunciaba a alguien por un supuesto 'delito de odio'. Más allá de ser partidaria o no del acusado, obviamente la persona que ponía la acusación no tenía la menor idea de hasta dónde puede llegar el delito de odio. 

Tú sí. Tu cuerpo vejado y mutilado, sí. Y tu alma que de seguro ya ha trascendido hacia mejores regiones, también. Odio por no ser lo que el sistema dicta. Odio por ser demasiada luz anclada entre los reinos de la oscuridad. Odio por la autenticidad de tu amor, que nos entrostra todas nuestras pequeñas miserias. 

Me habría gustado conocerte, Samuel. Aunque ahora mi corazón estaría muchísimo más lastimado de lo que ya está. Sin embargo me habría contado entre aquellos privilegiados seres que pudieron sentir de cerca tu buena vibra, tu generosidad, tu amabilidad y la sencillez con que encarabas la vida que habías escogido en este mundo fatuo y deleznable. Ojalá a pesar de mi edad pueda aprender de tu ejemplo de vida y autenticidad y así homenajearte de la mejor manera posible.

Sé que las palabras no sirven de mucho, pero quisiera pensar que algo hacen, así como me gustaría saber que tras ese breve momento de horror que terminó con tu existencia física se te han abierto las puertas de una eternidad maravillosa, repleta de paz y luz para tu almita inmortal. Y me gustaría decirte, como el poeta cuyas líneas abren este pequeño y pírrico homenaje: 

lo que seas, que eres
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.