miércoles, 3 de enero de 2018

maría candelaria o el pecado de ser pobres


Dicen que Emilio, el 'Indio', Fernández, estaba enamorado de Dolores del Río. Es lo más seguro. Como muchos otros, entre ellos el gran Orson Welles. Dicen que por eso ideó para ella esta ingenua, bellísima y triste película. Dicen que escribió el guión en muy poco tiempo y que, obviamente, todo fue para darle a ella la oportunidad de lucirse y de brillar.

Esa es la leyenda.

Lo otro... lo otro es confrontar la historia de la hermosa y desdichada María Candelaria (Dolores del Río), esa joven pobre pero digna, que arrastra el estigma de ser hija de una prostituta y, por lo mismo, ella también es mal vista en el pueblo de Xochimilco, juzgada por la historia de sus ancestros antes que por su actitud inocente, recatada y sobre todo fiel al hombre que su corazón ha elegido, Lorenzo Rafael (Pedro Armendáriz). Esta relación provoca gran ira en el cacique del pueblo, don Damián (Miguel Inclán), quien, aparte de desear obsesivamente a María Candelaria, es el dueño de la tienda de abasto del lugar y es el encargado de distribuir la quinina, medicamento muy necesario en un lugar donde el paludismo era endémico. Al saberse rechazado por María Candelaria, don Damián comienza a chantajearla con una deuda que ella mantiene en la tienda. También se muestra hostil con Lorenzo Rafael y en general con todo el mundo, pues se lo caracteriza como un hombre mezquino y amargado.

María Candelaria y Lorenzo Rafael son dos personas solitarias que anhelan unir sus vidas en matrimonio. Ingenuos, bondadosos, trabajadores, viven en un medio indígena influido por los prejuicios respecto del 'deber ser' de las mujeres, sobre todo. Y por otro lado, la intensa belleza y el sereno porte de María Candelaria provocan la envidia de las otras mujeres del lugar. Como un símbolo de esa inocencia y al mismo tiempo de una humanidad que apetece el disfrute de la vida y el placer, crian una cerdita que, al crecer, les proveerá de un medio de vida decente y quién sabe si próspero. Pero María Candelaria tiene una deuda con don Damián, y este, herido en su orgullo por el rechazo, quiere embargarle la cerdita y así, de paso, dilatar el momento de la unión de María Candelaria con Lorenzo Rafael.

En el mismo pueblo vive un pintor (Alberto Galán) empeñado en retratar a las mujeres indígenas y, ante la belleza de María Candelaria, se interesa por pintar su retrato. Lorenzo Rafael, celoso, en un primer  momento se  muestra hostil con él, lo cual provoca temores en María Candelaria. Sin embargo, con el tiempo, y sobre todo al ver la actitud cordial del artista, comienzan a ceder en sus temores.

La historia se precipita cuando ella enferma de fiebres y don Damián se niega a proporcionarle la quinina poniendo como pretexto la deuda. María Candelaria empeora, y ante la cruel negativa del tendero, Lorenzo Rafael entra a la tienda por la noche para robar la quinina y, de paso, sustraerse un vestido para María Candelaria, sucesos que lo llevan a prisión.

En la desesperación ante el apresamiento de Lorenzo Rafael, María Candelaria acude a sus únicos amigos, el cura y el pintor, quien siempre admirado por su gran belleza pinta un retrato de ella desnuda, producto de su imaginación, porque María jamás accede a quitarse la ropa delante de él. Una vecina del lugar descubre accidentalmente el retrato, y corre a avisar a todo el pueblo que María Candelaria ha posado desnuda para el pintor, lo cual finalmente termina en el linchamiento y la muerte de la joven.

Hasta aquí, la historia, quizá con demasiado detalle. Sin embargo, sabemos que eso no es todo. La historia de María Candelaria, más allá del melodramatismo propio de la época de oro del cine mexicano, es la historia de la inocencia contra la prepotencia, de la humildad ante la arrogancia, de la pobreza frente a la opulencia, de la autenticidad del amor verdadero ante el poder usurpador. Es también un alegato contra el chisme y la mezquindad de las comunidades pequeñas y conservadoras, prestas a juzgar a sus integrantes a partir de las apariencias y de los prejuicios. Más allá de cualquier feminismo de barricada, la película de Emilio Fernández nos conduce hacia la verdadera valoración del alma de una mujer que, tal vez debido a la época, no se muestra combatiente y altiva, pero sí digna, fuerte y valiente ante su propia condición. Como todo héroe trágico, María Candelaria se yergue y cobra una dimensión épica ante sus perseguidores y asesinos, y como en toda tragedia, es su doloroso destino y finalmente su muerte la que le proporciona una grandeza humana por encima de la mezquindad de sus paisanos.

Como suele suceder en muchas historias, lo local se transforma en universal. En el bello escenario de Xochimilco, fotografiado por el gran Gabriel Figueroa, la extorsión inmisericorde del cacique, el miedo lambiscón de los esbirros, la injusticia, la prisión de Lorenzo Rafael y la lapidación de María Candelaria se vuelven arquetípicas y terminan reflejando las luces y sombras que se entretejen dentro de nuestras almas individuales y también en medio de los grupos humanos, escasamente atinados en el momento de valorar y comprender que lo que realmente tiene sentido y brillo se encuentra en el interior de las personas, siempre muy alejado del ruido y el oropel.

En estos días me ha sido dado ver por primera vez esta bella película. Y la he disfrutado, aunque al final haya terminado con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. No tanto de dolor. Tampoco de indignación (conozco a mi especie), sino de gratitud y emoción por el arte que toma el barro más sencillo y espeso y con él crea delicadas formas que remiten a lo más abyecto y noble que habita en los seres humanos, algo de lo que tal vez en la contienda política y los avatares de la supervivencia olvidamos demasiado seguido.

Y aquí les dejo la peli, porque si tienen un alma sensible de seguro la van a disfrutar...


FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA
Título: María Candelaria
Año: 1943
Director: Emilio "Indio" Fernández
Guion: Mauricio Magdaleno y Emilio Fernández, sobre un argumento original de Emilio Fernández
Fotografía: Gabriel Figueroa
Reparto principal: Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Miguel Inclán, Alberto Galán, Margarita Cortés, Lupe Inclán, Rafael Icardo.
Premios: Palma de Oro en el festival de Cannes en 1946, y en el mismo año, un reconocimiento especial a Gabriel Figueroa por la calidad de la fotografía del film.