miércoles, 27 de junio de 2012

BONDAD


Se me acusa de "correísta" (como si fuera malo, además). Sin embargo, la política es solo uno de los temas que eventualmente me pueden interesar, y desde luego mi filiación política e ideológica jamás me podrá definir como persona per se.
Precisamente por eso, ahora voy a relatar un simple hecho que presencié en la carretera, y que me ha hecho pensar en que si bien muchas veces me he referido a la humana como una especie perversa con otras especies y con individuos de la misma especie humana, de repente un suceso muy simple termina de devolverme la esperanza y de rebajarme la decepción. 
Uno de estos días tuve que ir al pueblo de Carapungo, cerca de Quito, a hacer un trámite de líneas telefónicas. En la entrada al pueblo hay un semáforo un poco complicado, de flechas y de tiempos cortos, programado, como muchos otros semáforos de Quito y Pichincha, para los vehículos y sin pensar medio minuto en que las personas también caminan sobre la tierra. En el extremo del parterre, al pie del semáforo estaba un vendedor de refrescos congelados, haciendo una pausa de su trabajo; y junto a él, un niño de escuela, posiblemente de unos siete años, intentaba cruzar la vía de cinco carriles cada vez que cambiaba la luz. El niño daba unos pocos pasos, pero las flechas de curva a la izquierda autorizaban el paso de vehículos que, para variar, no se detenían ni siquiera al verlo, y luego ya se cambiaba la luz para el paso en línea recta. Entonces el niño regresaba al parterre corriendo, a seguir esperando. Lo intentaría dos o tres veces, hasta cuando el vendedor de refrescos congelados dejó su carrito, se acercó al niño, le tomó de la mano y en cuanto lo autorizó la luz lo concujo rápidamente hasta dejarlo bien encaminado hacia la acera de enfrente. El niño sonreía, feliz y aliviado de encontrarse a salvo por fin.
No quiero referirme ahora a las decenas de conductores que ni siquiera miraron a ese pequeño niño sin pensar en que solo con pisar el pedal del freno habrían hecho ya su buena obra del día. Prefiero hablar del sencillo hombre joven que ofrecía su venta bajo el semáforo, en su simple gesto de solidaridad con alguien más desvalido que él, y en cómo la bondad aparece, devolviéndonos la esperanza y sobre todo el ejemplo de que no nos hace falta demasiada preparación ni cantidades sobrantes de dinero para ser solidarios, y serlo de manera muy efectiva.

viernes, 15 de junio de 2012

IDEAS COMUNES EN TORNO A LA DROGADICCIÓN (FINAL)


¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?

Quizá ellos fueran una solución después de todo.

[Konstantinos Kavafis]

La drogadicción no es delito, por más que bajo sus efectos se cometa toda clase de delitos. El consumo de drogas no es pecado aunque el último Papa lo haya decidido así. La adicción es una enfermedad del alma. Y como ha ocurrido con todas las pandemias que en el mundo han sido, es una metáfora del ambiente en donde se produce. Y como toda enfermedad de la mente y el espíritu, habla más de quienes se creen ‘sanos’ que de los que se muestran enfermos.
Con frecuencia, cuando en una familia se presenta un problema psiquiátrico, si con el tratamiento adecuado esa persona comienza a superarlo, otro miembro de la familia manifiesta síntomas, si no de lo mismo, de algo similar. ¿Por qué? Porque el enfermo original no era más que el síntoma de una patología familiar.
Quienes conocen el tema dicen que la adicción nace de una falta de arquetipo paterno. Surge entonces la idea de que en esta sociedad de súper mamás, hedonismo más allá de cualquier lógica, consumismo irracional y desarticulación familiar, de hecho, sin el arquetipo paterno, que es el que a través del orden y la cultura pretende moderar la predominancia del instinto y el desenfreno, no es extraño que esta enfermedad, en otras épocas casi inexistente, ahora sea uno de los males más comunes y ‘emperrados’.
La adicción también habla de dolor y de falta de fortaleza espiritual para saber resistirlo. De una necesidad imperiosa de calmar un profundo dolor interno. ¿Qué le duele al adicto? Le duele la vida. El sinsentido. Los vacíos afectivos que se acarrean desde la infancia e incluso los de generaciones anteriores. Con demasiada frecuencia, una persona adicta quiere morir para ya no sentir. En un mundo que pretende llenar la vida con objetos, sean estos un celular blackberry o un balero del Chavo, el vacío del alma no tarda en hacerse sentir de cualquier manera, y cuando no se pueden conseguir los objetos o cuando descubrimos que los objetos no bastan y el vacío se vuelve intolerable, entonces las sustancias que alteran los estados de conciencia pueden resultar un buen sucedáneo para ayudarnos a seguir con la vida… o a terminar con ella.
Pero si vamos un poco más allá, el ‘pecado’ de la adicción, como muchos pecados de herejía, habla también de búsqueda. Y en muchos casos habla de una búsqueda espiritual, aunque sea con los procedimientos más erróneos y las terribles consecuencias que conocemos. Ese intento de comprobar si las supuestas verdades con que nos desmamantaron realmente lo son. Y el dolor de descubrir que no es así.
Si bien en el corto plazo la prevención y cierto tipo de control podrían parecer soluciones válidas para esta enfermedad, me atrevería a afirmar que la verdadera solución se dará a un plazo muy largo. Como a los bárbaros de Kavafis, el mundo actual necesita de los adictos para tener, por un lado, una excusa para armar aparatos represivos y círculos de poder; y por otro lado los adictos son necesarios para constituirse en el espejo de nuestro propio mundo vacío de significados y de calidez.
La verdadera vacuna contra esta epidemia consiste en la recuperación del alma: del alma del mundo y de las almas de las personas. La pregunta sería ¿cómo hacerlo? Más allá de las soluciones policiales y de la inútil normativa religiosa, el trabajo espiritual que ya se aplica en muchos procesos  de rehabilitación y apoyo a adictos puede ser una herramienta válida, por el momento, porque tal como está, cambiar el mundo nos tomará milenios… aunque no se descarta que se lo pueda hacer.

IDEAS COMUNES EN TORNO A LA DROGADICCIÓN (III)

Una de las primeras acciones del papa Benedicto XVI en su pontificado fue la de ‘elevar’ la drogadicción al estatus de pecado. Como muchas cosas que hacen los pontífices, supongo que pensó que con eso ya era suficiente. Y debe estar durmiendo muy tranquilo respecto del tema, mientras en el mundo la gente se sigue drogando (como sigue fornicando, mintiendo y matando) sin el más mínimo recato. O sea, ahora drogarse ya es pecado. Hurra.
En el mundo legal, drogarse, vender droga, comprar droga siempre ha sido pecado. Y un pecado gravísimo que, como todo pecado, trae grandes réditos no necesariamente a los pecadores a pequeña escala, sino a quienes medran de la debilidad humana ante las sustancias. La penalización de las drogas, de su uso, de su producción y de su expendio es, hoy por hoy, uno de los pilares que sostienen la economía mundial. Y tal vez ese sea uno de los principales motivos por los cuales se la mantiene aunque resulta evidente que tal penalización no ayuda para nada a solucionar el gravísimo problema de la adicción a las drogas en nuestro mundo y en nuestro tiempo.
Ahora último, en nuestro país, ha comenzado a aplicarse una especie de ‘Ley seca moderada’, con la intención de reducir las tasas de delito, concretamente de homicidios, que van al alza. Se sigue pensando que la calentura está en las sábanas. La culpa de los asesinatos no la tienen la sobrevaloración del dinero ni la desvalorización y el irrespeto a la vida humana (a cualquier clase de vida, diríamos), sino el alcohol. Ah, ya. Si hubiéramos sabido eso antes, cuántas vidas se habrían salvado, ¿no? En cualquier borrachito de esquina se puede esconder un peligroso asesino en serie, y así nos olvidamos del acertado proverbio de que, por otro lado, ningún borracho come mierda.
El discurso oficial respecto del tráfico de drogas sigue siendo el de la penalización y el control como medida infalible. A las familias, a los padres y a las madres se nos insta a espiar y revisar las pertenencias de nuestros hijos y a establecer un estricto sistema legal de control. No quiero con esto afirmar que esté mal que en los hogares haya normas claras y consecuencias firmes ante ciertas conductas, pero eso no lo es todo. Cuando se evidencia que un hijo o una hija por desgracia consumen drogas, la primera pregunta/acusación que se hace es: “¿Y cómo lo pudiste permitir?” “¿Por qué habrás perdido autoridad?”
En esta misma línea, se insta a las autoridades de los colegios y a los profesores (lo dije en una entrega anterior) a vigilar y controlar la distribución y el consumo en las aulas, desconociendo por otro lado la personalidad escurridiza y hábil de los adictos y de los ‘brujos’, que con frecuencia son una misma persona. Se nos eleva a todos al rango de detectives privados, tengamos o no las aptitudes para serlo. No podría negar que muchas de las personas que están a favor de mantener la penalización de la distribución y el consumo de drogas tienen buenísimas intenciones y lo hacen de buena fe. Sin embargo, es precisamente en la prohibición en donde se asienta el narcotráfico como una de las más perversas y productivas industrias de nuestro tiempo.
Por otro lado, y cuando el mundo tiene ya una edad que sobrepasa en mucho la madurez, convendría que comprendiéramos que las prohibiciones, no en todos, pero sí en muchos casos, lo único que logran es exacerbar el deseo de probar y de hacer lo ‘prohibido’. Y el consumo de drogas es uno de los ejemplos más patentes de esta realidad.

IDEAS COMUNES ENTORNO A LA DROGADICCIÓN (II)

Una de las más comunes ideas o teorías respecto de la drogadicción es la de la prevención. Diríamos Prevención, así, con p mayúscula. Sabemos, como dice algún refrán, que una persona prevenida vale por dos, y que más vale prevenir que lamentar. Sin embargo, de lo que se puede observar, quizá la Prevención en lo que se refiere al uso de drogas no esté demasiado clara.
Por ejemplo, para prevenir el uso de drogas en nuestro hogar se nos aconseja el más descarado espionaje: observa a tus hijos. Observa con quién se llevan. Observa cómo tienen su habitación. Observa la música que escuchan. Observa su lenguaje, su aspecto, su olor. Cuando no estén presentes, hurga, revisa sus mochilas, ausculta el interior de sus libros, los bolsillos de su ropa. Ponte pilas. Si andan con los ojos rojos no ha de ser porque han llorado o se han trasnochado.
La pregunta clave es: ¿se puede vivir así? Digo, entrando en una definición de vida acorde con lo que se ha dado en llamar “sumac causay”. Al promover este tipo de actitud, lo único que se está haciendo es favorecer algo que, en últimas, es tan pernicioso como la misma adicción: Codependencia, y si la pongo en mayúsculas es porque la Codependencia no es otra cosa que la adicción a cualquier persona, en este caso al adicto: la adicción a pretender que se puede controlar su vida, a la ilusión de que es posible impedir que consuma sustancias, y en últimas una adicción tan insidiosa, incurable y mortal como puede ser la adicción a la base de cocaína o a la heroína.
Otra sugerencia para prevenir el uso de drogas es la información. Tal vez esto sí resulta más lógico: informar a nuestros jóvenes acerca de los peligros y los daños que las sustancias producen en el organismo humano. Esto me lleva a recordar con ternura mis años colegiales, cuando un poco de monjitas bien intencionadas (no lo dudo) decidieron que una forma de evitar que usáramos y abusáramos de nuestra sexualidad era informarnos. Todavía recuerdo esa lámina tamaño mapamundi del corte longitudinal de un pene gigante con el que pretendían darnos una educación sexual apropiada.
Por otro lado, y poniéndonos la mano en el corazón: ¿previene algo la información? Porque existe otra información de primera mano que también es cierta y real: la información acerca de la maravilla que es consumir cierto tipo de sustancias. ¿Qué importa que se te dañe el cerebro de por vida si has conocido el paraíso aunque sea por un par de segundos? En un mundo, en una cultura inmediatista y hedonista como la nuestra, ¿qué aporta la información a la prevención en el uso de drogas? ¿realmente a una persona adicta le importa lo que las sustancias que consume le hagan a su organismo? Un adicto a lo que sea busca llenar con sensaciones los huecos de su vida emocional, y la información biológica acerca de los efectos de inhalar pintura o cemento de contacto poco o nada puede hacer en relación a esa desesperada filiación con la sustancia. Y por otro lado, sabido es que lo prohibido, tenga los efectos que tenga, llama mucho más que lo permitido. Si observamos la historia del siglo XX, las grandes eclosiones en el tema de la adicción se han dado como respuesta a sistemas excesivamente opresivos, moralistas, pacatos e hipócritas.
Tal vez este sea el momento de dejar de ver la adicción como un problema ajeno y comenzar a mirarlo con la humildad de quien se sabe dentro del tema aunque sea colateralmente.

jueves, 14 de junio de 2012

IDEAS COMUNES EN TORNO A LA DROGADICCIÓN (I)


Estamos asustados. La edad promedio de inicio de consumo de drogas ha bajado a menos de doce años y medio. Sabemos (nos acabamos de dar cuenta, parece) que los lugares de mayor expendio y consumo de las drogas son los otrora templos del saber: los colegios. Nos aterra que ahora también las mujercitas comiencen, a la misma edad que los hombres, a experimentar con sustancias. El CONSEP está asustado. Las mamás están asustadas. La planta docente y administrativa de todos los colegios se pone alerta.
Y entonces comienza, como no podía ser de otra manera, la irrupción de la moralina y sus lugares comunes en el discurso al uso acerca del tema. Y la tiradera de la pelotita a todo el que no sea nosotros.
La primera cosa: la culpa es de los padres. Y de las madres. Puede ser, si resultara, en últimas, útil que la culpa sea de alguien. Entonces las madres lloramos y los padres puñetean las paredes vociferando que nosotras hemos educado mal a los niños. Porque sabido es que, en la práctica, solo las madres educamos, sobre todo si es mal. O viceversa: los padres se quedan callados (sabemos que es mentira, pero los hombres no lloran) y las madres les acusamos de ser distantes y huidizos en la relación con los hijos. Qué más da. El caso es que el daño está hecho y la búsqueda y escarnio de culpables lo único que hace es provocar más dolor y amargura.
Segunda cosa: la culpa es de la crisis actual de la familia. Sí. Y no. Existen familias muy desarticuladas en las que no hay el problema de la adicción. Y familias muy bien constituidas –hasta donde se ve – en las que hay uno o más adictos. Culpar al divorcio de la adicción es como culpar al calentamiento global de la neumonía. Puede ser. Pero no siempre. Cada caso es distinto y la generalización suele conducir a la injusticia.
Tercera cosa: esta la escuché en la Tv, y era una acusación más. Parte de la culpa la tienen los profesores de los colegios, que no se ocupan en sus aulas del tema de la prevención. Ah, ya. O sea, aparte de planificar, enseñar, mandar deberes, corregir deberes, tomar exámenes, corregir exámenes, pasar notas, elaborar el currículo, dar consejos, trabajar en tres colegios y una universidad para redondear el sueldo y un vasto etcétera, los docentes debemos estar, como se dice vulgarmente, ‘moscas’ para aplicar prevención porque el semillero de la adicción está en el aula. Se podría aceptar una culpabilización de todo el sistema educativo, tal vez, que no ofrece el tema de la prevención como un eje transversal dentro del currículo. Eso lo acepto. Pero ponernos un INRI más a los maestros porque no prevenimos el uso de drogas ya pasa de castaño oscuro, aparte de que puede resultar inexacto, y también muy injusto.
Cuarta cosa: la televisión, la música, los medios… A veces pienso que la persona que inventó la televisión lo hizo bajo el encargo de los cazadores de brujas que nunca faltan porque de ese modo al famoso aparatito conocido como “la caja boba” se le podía por fin echar la culpa de todo. Los niños se drogan porque ven demasiada televisión. Ya está. Los niños se drogan porque una vez los Beatles compusieron y cantaron una canción llamada “Lucy in the sky with diamonds”… o sea, bastaría ver cuánta gente la ha escuchado y no se ha drogado jamás (entre ellos yo) para darse cuenta de cuán falsa es la aseveración.
En fin: esta historia continuará…

miércoles, 30 de mayo de 2012

VIVE Y DEJA VIVIR


Vivimos en un mundo de escándalos a la orden del día, y nuestros ojos se enfocan siempre hacia fuera. El útlimo escándalo en mi país se ha producido por temas de homofobia: la negación de la inscripción a una niña hija de una madre lesbiana que hace pareja con otra mujer, como hija de las dos; la aparición en la prensa de artículos y opiniones abiertamente homofóbicas; los comentarios de un sacerdote ídem en revistas y periódicos.
No va a ser este un artículo de defensa de ni de ataque a determinadas orientaciones sexuales. Sin embargo, sirve este tema para volver sobre el lema que nos ocupa: "Vive y deja vivir". Porque es frecuente que, como seres humanos, tengamos muy clara la película de lo que deben hacer las otras personas y no tengamos la menor idea de cómo tenemos que vivir cada uno y cada una de nosotras.
Sabido es, por ejemplo, que los clérigos y sacerdotes son expertos en dictaminar cómo se tiene que comportar la humanidad. De hecho, el Papa, por ejemplo, sea quien sea, siempre está opinando, entre otros temas, con fe y alegría, sobre cuál debe ser la conducta sexual de toda la humanidad, o de toda la humanidad que se dice católica, menos de él... pues se supone que él no tiene conducta sexual. Él sabe exactamente cuándo, cómo, con quién y por dónde cada individuo de la especie humana debe obtener su cuota cotidiana de placer. Pero se calla cuando estallan en sus propias narices los escándalos de sus pastores que se han dedicado, con igual fe y alegría, a violentar la inocencia de las ovejas del mismo rebaño.
Dos periodistas, por otro lado, están afectadísimos porque gays y lesbianas han ’salido del clóset’ y según ellos (los periodistas) mismo afirman, ’andan cogidos de la mano’ por todas partes. La pregunta es: ¿por qué se alteran tanto? ¿cuál es su problema con eso? Hablan de mal ejemplo para los niños y una se pregunta de  nuevo: ¿no es igual o peor mal ejemplo un padre héterosexual que aporrea a su mujer delante de sus hijos? ¿no es igual o peor mal ejemplo la misma mujer, héterosexual ella, que permite que su esposo la aporree delante de sus hijas? Yo, la verdad, ni me he percatado de que haya gente del mismo sexo caminando a granel agarrados y agarradas de la mano por las calles del mundo. No tengo tiempo para eso. Bastante tengo con mirar hacia mi interior, observar mis cualidades y defectos y tratar de mejorar lo que soy y lo que hago como para andar fijándome en quién se toma de la mano con quién y enfermar de angustia e indignación por eso. Mi orientación sexual, así como la de mis hijos, y la de todos los seres de este mundo ya está dada. Ante eso, poco es lo que pueda hacer, por más que me emberrinche.
Tenemos la creencia de que nuestra sesuda opinión expresada en una columna de periódico o una rimbombante carta al editor podrá cambiar el mundo. Estos escritos jamás hablan de quienes las escriben: critican al gobierno, acaban con la honra ajena, dicen lo que deberían hacer los que mandan, los que no mandan, los que legislan, los que... Pero solamente prefiguran una verdad: si la gente se exigiera a sí misma la décima parte de lo que exige a los demás, este planeta sería un paraíso nunca visto en la historia del Universo entero. Echar la culpa es una de las más grandes aficiones del género humano. Y decir, en la cara o a espaldas del implicado, cómo tendría que haber hecho las cosas, ¡ni se diga!
Y ni qué decir del ámbito privado. Vivimos metiendo las narices en donde no nos llaman cada dos por cuatro: pónte esta ropa, no lo hagas así sino así, esa cartera no te combina con ese conjunto, mejor contrata a este obrero que cobra más barato, te lo digo por tu bien, yo en tu lugar... Y si nos ponemos a observar el fondo de nuestras vidas, advertiremos que no nos va mejor ni peor que aquellos a quienes con tanto entusiasmo aconsejamos con la mejor intención de la Tierra.
"Vive y deja vivir". Sabias palabras que no encierran indiferencia, sino respeto: saber delimitar el espacio de nuestra influencia sobre los demás. Entender que no por ser quienes somos tenemos por qué darle a nadie instrucciones para vivir. Y comprender, finalmente, que si vivimos como pensamos que se debe vivir, nuestro ejemplo de integridad y de consecuencia se convertirá en un foco de atracción que nuestras sabias, sesudas y profundísimas palabras admonitorias jamás llegarán a ser.

Tomado del blog codependencia

martes, 29 de mayo de 2012

HABLANDO DE FAMILIAS

En los últimos días algunos artículos de prensa han puesto sobre el tapete el concepto de familia en sus acepciones de familia nuclear, familia normal y familia alternativa. Conceptos que, en décadas pasadas, habrían resultado inamovibles e imposibles de cuestionar. Se ha defendido, de una parte, el concepto de la familia tradicional, 'normal', por llamarla de algún modo. 
¿Qué es una familia? Generalmente esta pregunta se responde con la típica fotografía de familia: padre, madre e hijos en una sonrisa congelada. La familia ideal. Amor. Comprensión. Equilibrio. Seguridad. Contención. Si así fuera, todo bien. Además, en la familia se supone que existe un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, otorgado por la presencia constante y equitativa del padre y de la madre. Eventualmente también consideramos a la familia ampliada: abuelos, tíos, primos...
Sin embargo... ¿es tan así?
En nuestro medio, por ejemplo, existen innumerables familias que por viudez, separación, divorcio o cualquier otra circunstancia no cuentan con la presencia de un padre y una madre. Casi siempre es el padre quien no está, aunque también puede darse el caso de que la madre haya fallecido o -con mucha menor frecuencia - haya optado por marcharse dejando a la prole con el padre. Por mucho que el progenitor restante se esfuerce, estas ausencias siempre causarán secuelas y consecuencias de diverso orden en los hijos.
Sin embargo, suele suceder que, aún contando con la presencia física del padre o de la madre en el hogar, existe una suerte de ausencia psicológica que no se puede ignorar, y cuyos resultados suelen ser tanto o más nefastos que los provocados por la carencia de la madre o el padre: una madre adicta, un padre golpeador, una madre distante, un padre excesivamente débil de carácter, una madre sobreprotectora, un padre alcohólico... pueden permanecer en el hogar, creando una apariencia de equilibrio en la foto de familia, sin embargo, en el fondo se sabe que no es así.
Por otro lado, los vaivenes y avatares de la vida crean formas de convivencia que pueden considerarse algo así como para-familiares y que no necesariamente se corresponden con la idea tradicional de la familia: dos hermanas ancianas que viven juntas, una tía que se ha hecho cargo de los hijos de su sobrina aparte de su propio hijo, un padrastro que ha enviudado y se ha quedado con los hijos de su difunta esposa, sin más vínculo que el afectivo... los miles de fórmulas resumidas en "los míos, los tuyos y los nuestros". 
El escándalo se produce, sin embargo, cuando una pareja del personas del mismo sexo pretende legalizar la existencia de su bebé dándole los apellidos de la pareja en cuestión. Olas por todas partes. La típica figura legal y psicológica de la tormenta en el vaso de agua. Las vestiduras rasgadas... La pregunta de cajón sería siempre: ¿cuál es el problema? Vivimos en un mundo de racismo, narcotráfico, desigualdades aberrantes, crímenes de odio y abusos sexuales que se dan como pan caliente al amparo de la misma familia nuclear estándar sin que nadie diga nada, o casi nada, y con la silenciosa anuencia de los grandes poderes de este mundo. ¿Qué decir sobre el hambre de los niños? ¿Qué opinar sobre la insultante y grosera opulencia de los miembros de la farándula y de otros poderosos de este mundo? ¿Qué mencionar sobre la protección papal ante los casos de pedofilia? 
Entonces, no me vengan con cosas. Donde hay contención, seguridad, equilibrio, comprensión y amor, más allá del sexo biológico o del género de sus miembros, habrá familia. Aunque ninguno de sus miembros tenga el mismo apellido , o aunque esté compuesta por una sola persona y su alma.

lunes, 2 de abril de 2012

CORTESÍAS QUE SABEN A GROSERÍA


Suena mi teléfono celular. Una voz con acento colombiano (¿por qué será que, sean de donde sean, los vendedores telefónicos siempre tienen acento colombiano?) me avisa que por mi buen comportamiento con la tarjeta de crédito se me ha concedido, regalado, otorgado, en fin, una "cortesía" para pasar tres días y dos noches en un complejo, resort, algo así en las costas de mi país. Lo único que tengo que hacer es disponer de cuarenta y cinco minutos libres dentro de un horario determinado para ir a recoger esta "cortesía" y promocionarme el lugar en donde se realizará.
Incauta e ingenua como soy (como era) hago la cita y voy al lugar. Resulta sospechosa, desde el principio, la excesiva amabilidad de quienes me atienden, y su insistencia un poco enfermiza en que esté ahí a la hora y el día convenidos. Incluso me reservan un lugar en el estacionamiento. Pregunto, porque sé de que van estas cosas, si me van a tratar de vender un tiempo compartido, y advierto que no tengo dinero para comprarlo y que no me interesa. Me aseguran que no, que cómo cree, esto es algo diferente.
El día de la cita me recuerdan con varias llamadas mañaneras que ese día es la cita, que está reservado mi parqueadero, y más o menos media hora antes del encuentro las llamadas de celular se acumulan como las de una novia que ha sido plantada más de cincuenta veces y quiere asegurarse de  que no le volverá a pasar.
Cuando llego lo primero que me requieren es mi cédula y mi tarjeta de crédito. Tengo cosas que hacer y me han anunciado cuarenta y cinco minutos (no más) de conversación. Vuelvo a preguntar si me intentarán vender un tiempo compartido, la respuesta es un rotundo NO. Un rato después me presentan a la persona que se encargará de atenderme. Inquiere, con una curiosidad a la que no estoy acostumbrada, sobre la frecuencia y el destino de mis viajes. Me presenta el sitio en donde se efectuará la "cortesía" y todos sus beneficios. También comienza a relatarme acerca de la conveniencia de adquirir una membresía, recalcando que no se trata de un tiempo compartido. Luego me habla de otros sitios en los cuales también podré ir a vacacionar si compro esta y otras membresías de diferente pedigrí.
Algo en mí comienza a elucubrar: tiene ojos de gato, patas de gato, orejas de gato, cola de gato, cerebro de gato, pero no es un gato... ¿Qué es, entonces? Adivinaron: ¡un tiempo compartido!
Todo esto está construido a base de perversas manipulaciones psicológicas: ¿qué ciudad ha soñado conocer? París. Estamos en París, con tales hoteles y en tales lugares, y solamenten por (poner aquí un precio exorbitante disfrazado de ganga). ¿A qué ciudad le gustaría regresar? A Buenos Aires. Estamos en Buenos Aires con un hotel de cuatro estrellas que, si adquiere una membresía le saldrá por el precio de dos: setecientos dólares por noche...
Como me niego rotundamente a comprar, llueven extorsiones disfrazadas de ofertas. Miro el reloj: los cuarenta y cinco minutos se han convertido en noventa. ¿Puedo retirar mi certificado e irme? Pero por qué te quieres ir (no sé qué rato comenzaron con el tuteo)... tengo una propuesta interesantísima para hacerte, con esto no me vas a poder decir que no. Les digo que, aunque esta"cortesía-extorsión" se basa en un supuesto buen comportamiento crediticio, mi tarjeta ha estado boletinada durante diez meses (y es verdad). Me dicen que no importa. Lo que imporrta es que ha vuelto a estar activa. En eso consiste el buen comportamiento.
Me pongo seria. Ellos me hablan de todo lo que estoy perdiendo y me acuerdo de la canción de Serrat: "No hay nada más bellooo que lo que nunca he tenidooo..." No lo quiero. He vivido cincuenta años así y no creo que tener reservado por si acaso un lugar en algún hotel de Dubai haga la diferencia.
Me empecino en que no voy a comprar el tiempo compartido que no es un tiempo compartido y que jamás iban a intentar venderme. Se frustran. El nivel de amabilidad se reduce a cero. Me entregan la cortesía gratuita que en realidad, si la hago efectiva, requiere el pago de ochenta y cinco dólares de impuestos. Me hacen salir por una puerta posterior que da directo a los ascensores y la escalera. Me laten las sienes. Los cuarenta y cinco minutos duraron más de dos horas. Tuve que cancelar todas mis otras actividades.
Mientras voy hacia el estacionamiento, algunas preguntas me siguen acosando: ¿tienen derecho los operarios de mi tarjeta de crédito a proporcionar mis datos así como así? ¿hasta qué punto es legítima la presión psicológica agresiva para conseguir una venta? ¿hay algo (una ley, algún concepto, un arma) que nos proteja a los ciudadanos comunes de este tipo de "cortesías" que son de lo más grosero e invasivo que existe?

No me ha pasado solo a mí:

sábado, 24 de marzo de 2012

LA PRENSA NO ES CORRUPTA

Solemos relacionar la palabra corrupción con temas sobre todo de dinero. Y en esta tónica, no consta, hasta donde me alcanza el entendimiento, que la prensa sea corrupta. O sea, no tengo noticia directa -ni indirecta - de que haya hecho trampas o robado dinero por alguno de los muchos canales por los que los podría hacer. Así que por eso inicio este artículo con esa afirmación, en la que además, me sostengo. 
Sin embargo, hay otras cosas que sí constan, y no es necesario ser muy inteligente, ni siquiera tener mucho sentido de la observación, para advertirlas. La primera es que la prensa está en guerra, y aquí en Ecuador esa guerra es contra Rafael Correa, el presidente, así como en Argentina es contra Cristina Fernández y en Bolivia contra Evo Morales. Bueno, tampoco puedo hablar mucho de la prensa y los periodistas de esos países. Me voy a referir a lo que se ve aquí, lo que salta a la vista, quiero decir:
  • Hay una queja en todos los tonos sobre la supuesta falta de libertad de expresión. Un lloriqueo constante, que además aprovechan quienes lo corean para llamar "dictador" a un presidente elegido democráticamente varias veces seguidas, para llamar "tirano" a alguien que si lo fuera ya los habría callado hace rato, para decir que es "grosero" alguien que se defiende utilizando la misma conducta de los quejumbrosos, para lamentarse como ancianitas con corazón de cristal de Bohemia que se ha ofendido a quienes no cesan de ofender... En realidad, en el Ecuador hay un nivel altísimo de libertad de expresión, incluso sobrepasa lo sensato, pues aquí cualquier persona que trabaje en un periódico, emisora de radio o canal de televisión puede decir cualquier cosa y no le pasa nada. Incluso cuando le llega a pasar, el mismo ofendido termina perdonándola.
  • Con cierta preocupante frecuencia, las fuentes de información están más cerca del rumor que del dato fidedigno. Para protegerse, utilizan un ingenuo artilugio gramatical: el verbo en condicional. Es obvio que se pretende preocupar a la población, pero detrás de esto hay una actitud nada profesional, y con frecuencia nada inteligente. 
  • Se centra en lo criticable (a veces hasta parecería que se inventa cosas criticables) y no dice una palabra sobre los méritos y logros. Cuando ya resulta obvio, los minimiza, o los relega a las páginas interiores en donde consigna brevemente alguna información cuya supresión resultaría escandalosa. Ante la gran obra pública emprendida por el gobierno de turno y los cientos de miles de beneficiarios, entrevista a quienes se quejan, utiliza casos particulares y aislados para generalizar, descontextualiza. 
  • Crea conceptos e ideas inexactos y muchas veces falsos. Ya lo dijimos: habla de dictadura, de conculcación de libertades, de abusos. Sin embargo, no existen datos ciertos que comprueben estas afirmaciones.
  • Entrevista siempre a los mismos: que son -¿adivinaron? - los enemigos acérrimos del gobierno actual. De vez en cuando, para despistar, algún funcionario es sometido a un interrogatorio plagado de ironías, risitas sarcásticas, interrupciones francamente groseras, datos cruzados, mensajes y llamadas en contra y toda clase de recursos que en alguna ocasión debieron ser utilizados por la Gestapo en sus buenos tiempos... todo esto unido, con frecuencia, al pésimo carácter y total ausencia de autocontrol del entrevistador.
Seguramente quienes lean esta entrada del blog podrán aportar con más características y ejemplos en forma de comentario. Pues es obvio que buena parte de la prensa tradicional y privada de este país (aunque no exclusivamente) se muestra artera, sesgada, cínica, parcializada y de mala fe. 
¿Corrupta? No me consta.

miércoles, 7 de marzo de 2012

MÁS FIRMAS PARA LA CARTA DE APOYO A LA REVOLUCIÓN CIUDADANA

Han firmado hasta la fecha destacadas personalidades internacionales como:

Nicanor Parra, Antonio Skármeta, Luis Eduardo Aute, Roberto Fernández Retamar, Ignacio Ramonet, Luis Britto García, Frei Betto, entre otras.
Han firmado también personalidades de Argentina como: Horacio González, Felipe Pigna, Atilio Borón, Ricardo Forster, Stella Calloni, Liliana Heer, Eduardo Jozami, Ernesto Villanueva, Hugo Urquijo, Alicia Dujovne Ortiz, Inés Izaguirre, Olga Cosentino, Enrique Dacal, entre otras


Los intelectuales, artistas, científicos, profesionales independientes y ciudadanos que suscribimos este documento manifestamos nuestro repudio a los intentos de desestabilización de la democracia ecuatoriana, puestos en marcha por una alianza de fuerzas internas e internacionales, que buscan frenar al proceso de transformaciones emprendido por el pueblo del Ecuador mediante su Revolución Ciudadana.
Desde hace cinco años, el gobierno democrático de Rafael Correa, con el pleno y reiterado respaldo de una amplia mayoría ciudadana, ha efectuado notables transformaciones en la vida social, económica y política del Ecuador, especialmente orientadas a beneficiar a la población pobre, antes marginada y excluida de la atención estatal.
La salud pública es hoy totalmente gratuita y de la mejor calidad. La educación pública y laica ha sido atendida con programas de alimentación, uniformes y útiles escolares sin costo, mejorada en su infraestructura, ampliada en su gratuidad hasta el nivel universitario y enriquecida con la creación de las “Escuelas del Milenio”, equipadas con la más alta tecnología para educar a indígenas y pobladores marginales. Se ha enfrentado la falta de vivienda mediante bonos y programas masivos de construcción. Una preocupación especial han merecido los discapacitados y las gentes ubicadas en extrema pobreza, para quienes se han creado sistemas especiales de atención y protección estatal. Las reformas laborales han elevado en forma constante los salarios y su poder real de compra, y han devuelto la dignidad al trabajo humano, proclamada por la Organización Internacional del Trabajo, al suprimir las expoliadoras políticas de flexibilización laboral y tercerización del empleo. Hoy, cada trabajador ecuatoriano tiene contrato de trabajo indefinido y prestaciones sociales, y los jubilados tienen garantizadas sus pensiones y atención médica en un renovado y fortalecido Seguro Social.
Todo ello ha sido financiado, en buena medida, con los recursos producidos por una nueva política fiscal, de corte redistributivo, y por la notable disminución de la deuda externa, renegociada en términos de dignidad nacional. En fin, una enorme obra constructiva ha mejorado y multiplicado la infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria del Ecuador, y, junto con una política una política de estímulo y relanzamiento de la producción nacional, han desarrollado el mercado interno, ampliado la ocupación y disminuido el desempleo y los índices de pobreza.
Ese notable proceso de cambios explica las elevadas cifras de aceptación y aprobación pública que tienen el presidente Correa y su gobierno, superiores al 70%, que han sido certificadas por diversas encuestadoras internacionales.
Sin embargo, desde el primer momento la Revolución Ciudadana ha enfrentado el acoso de los poderes fácticos vinculados a viejos privilegios y en especial del poder mediático. Así, los dueños y portavoces de los grandes medios de comunicación privados han optado por convertirse en agresivos actores políticos, reemplazando a los hoy difuminados partidos de derecha, que en las últimas décadas habían llevado al país a una situación de ruina y desesperanza colectiva. Parte de ello ha sido la campaña de escándalo mediático, encabezada por un grupo de escritores vinculados a esos mismos medios.
Queremos enfatizar que el Presidente Correa no ha clausurado medios, censurado informaciones o perseguido a inocentes periodistas, como se sostiene por parte de sus enemigos o de críticos desinformados. Por el contrario, ha recurrido a la justicia, en uso de sus derechos ciudadanos, para buscar el refrenamiento legal de un grupo de personas que han utilizado la calumnia como arma política. Y jueces de varias instancias, aplicando las leyes del país, han dictado sanciones contra los autores y propiciadores de esos delitos.
Finalmente, la digna y generosa actitud mostrada por el gobernante al perdonar legalmente a sus ofensores y pedir la remisión de las penas impuestas a ellos, es una prueba más de su vocación humanista, que ha buscado superponer los altos intereses de su pueblo a los legítimos derechos de vindicación de su honra.
Por todo lo expuesto, los abajo firmantes expresamos nuestro respaldo al pueblo ecuatoriano y su Revolución Ciudadana, y convocamos al gobierno del Ecuador a encabezar un gran esfuerzo de ampliación de su base social, mediante la negociación de acuerdos políticos con todas las fuerzas populares del Ecuador, acerca de temas vitales para la vida presente y futura del país. Esto dejará sin piso a la nueva conspiración internacional montada en su contra.

Febrero de 2012

Jorge Núñez Sánchez, historiador y periodista, Ecuador.
Raúl Pérez Torres, escritor y comunicador social, Ecuador.
Sara Vanegas Cobeña, filóloga y escritora, Ecuador.
Juan Paz y Miño, historiador, Ecuador.
Jorge Marcos Pino, arqueólogo, Ecuador.
Roberto Fernández Retamar, Presidente Casa de las Américas, Cuba.
Jenny Londoño López, socióloga e historiadora, Ecuador.
Sergio Guerra Vilaboy, historiador, Presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe.
Alfredo Vera Arrata, arquitecto y promotor cultural, Ecuador.
María Isabel Silva, arqueóloga, Ecuador.
Francisco Jaramillo Villa, músico, Ecuador.
Humberto Mata, escritor, Venezuela.
Nancy Ochoa Antich, filósofa, Ecuador.
Samuel Guerra Bravo, filósofo, Ecuador.
Margarita Zapata, socióloga, México.
Lucía Moscoso Cordero, historiadora, Ecuador.
César Paz y Miño, genetista e investigador científico, Ecuador.
Ricardo Melgar Bao, antropólogo, México.
Fina Guerrero Cássola, escultora, Ecuador.
Rosa Echeverría, socióloga, Ecuador.
José Fco. Sáez Cornejo, sociólogo y dirigente socialista, Chile.
Pilar Núñez, comunicadora social, Ecuador.
José Regatto Cordero, abogado y escritor, Ecuador.
Horacio López, escritor, Argentina.
Alfonso Monsalve Ramírez, comunicador social, Ecuador.
Xavier Lasso, periodista, Ecuador.
José Herrera Peña, politólogo, México.
Gustavo Pérez Ramírez, sociólogo y periodista, Ecuador.
Tatiana Hidrobo, historiadora y promotora cultural, Ecuador.
Sergio Grez, politólogo, Chile.
Oscar Chalá, antropólogo, Ecuador.
Wilson Vega y Vega, bibliotecario, Ecuador.
Carmen Bohórquez, historiadora, Venezuela.
Víctor Albornoz, cantante, Ecuador.
Isabel Terán, comunicadora social, Ecuador.
Rafael Julián Cedano, antropólogo, República Dominicana.
Fernando Buen Abad Domínguez, filósofo, México.
Rafael Nodarse Lanier, entrenador deportivo, Ecuador.
Jorge Enrique Elías Caro, historiador, Colombia.
Antonio Vergara Lira, editor y promotor cultural, Chile.
Julio Peña y Lillo Echeverría, politólogo, Ecuador.
Ismael González, promotor cultural, Cuba.
Norma Segades, escritora y difusora cultural, Argentina.
Marcelo Vega Arguello, Ecuador.
Medófilo Medina, historiador, Colombia.
Alejandro Pisnoy, comunicador social, Argentina.
Guadalupe Acosta, Ecuador.
Silvia Olga Starkoff, escritora, Argentina.
César Albornoz, sociólogo, Ecuador.
Lucrecia S. Cuesta, escritora, Argentina.
Cristina Villanueva, Ecuador.
Omar H. Etcehgoncelhay, escritor, Argentina.
Edgar Páez, editor, Venezuela.
Pedro Martínez Pirez, periodista, Cuba.
Salvador Morales, historiador, Cuba.
Pavel Égüez, artista plástico, Ecuador.
Linda Castillo Rodríguez, abogada, República Dominicana.
Ángela A. Fernández, catedrática universitaria, República Dominicana.
Pedro Pablo Rodríguez, filósofo e historiador, Cuba.
Pablo Imen, investigador, Argentina.
Lucas Ricci Marchand, promotor cultural, Argentina.
Eduardo Montebello, diseñador, Argentina.
Diana Coblier, sicóloga, Argentina.
Julián Andrés Monsalve Aguilar, periodista, Colombia.
Martha Gabriela Sánchez Alustiza, escritora, Argentina.
Edgar Palacios, músico, Ecuador.
Alejandro Sigüenza, farmaceútico, Ecuador.
Luz Marina Rumazo Echeverría, Ecuador.
Julia Erazo Delgado, poeta, Ecuador.
Marcos D Cappellacci, Grupo de trabajo “Hacer la Historia”, Argentina.
Leonel Muñoz Paz, historiador, Venezuela
José Stiensleger, periodista y escritor, México.
Stella Calloni, periodista y escritora, Argentina.
Yamila Cohén, escritora y promotora cultural, Cuba.
Wiston Orillo, Premio Nacional Cultural del Perú.
Marilia Guimaraes, Capítulo Brasileño de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
Lionel Muñoz Paz, historiador, Venezuela.
María Cristina Satlari, historiadora, Argentina.
Manuel Góngora, escritor, Perú.
James Counts Early, política cultural, Estados Unidos.
Javier Couso Permuy, camarógrafo y activista contra la Impunidad, España.
Carlos Barros, historiador, España.
Manuel Abelleria Durán, estudiante de Galicia, España.
Lucrecia Maldonado, escritora de Quito, Ecuador.
Estuardo  Vallejo, editor.
Francisco Delgado Santos, escritor y profesor universitario, Quito, Ecuador.
Miguel Vallejo, editor, Ecuador.
Elsye Suquilanda Jaramillo, escritora y cineasta de Quito Ecuador
Manuel Benjamín Suquilanda Valdivieso, Ingeniero Agrónomo, Ecuador
Manuel Ernesto Suquilanda Jaramillo, Comunicador Social, Ecuador
Alexis Ponce, Defensor de DD. HH., Ecuador.
Eduardo Soto, Director del Museo de la Caricatura, México.
Marcelo Carpita, muralista, Argentina.
Javier Corcuera, cineasta, Perú.
Carlo Frabetti, escritor y matemático, Italia.
Ramiro Cazar, Ecuador.
Marcelo Gomezcoello Vicuña, jurista, Ecuador.
Ramón Chao, escritor, Francia.
Jane Franklin, historiadora, Estados Unidos.
Carmen Gloria Bravo, profesora universitaria, Chile.
Francisca López C., profesora universitaria, Premio Nacional de Historia, Cuba.
Felipe de J. Pérez Cruz, Cuba.
Ana Buriano, historiadora, Uruguay.
Marcos Roitman Rosenmann, académico universitario, España.
Ramiro Mantilla, sociólogo y periodista, Ecuador.
Feliciano García Aguirre, economista e historiador, México.
Dante Ortiz Núñez, historiador, República Dominicana.
Víctor Hugo de la Fuente, periodista y Director de la Edición Chilena de Le Monde Diplomatique, Chile.
Luciano Mogollón, Ecuador.
Mélida Jumbo, docente, Ecuador.
Marcelo Llobet, abogado y profesor universitario, Argentina.
Giovanni Parapini, promotor cultural, Italia.
Felipe Vega de la Cuadra, Ecuador.
Aminta Buenaño, escritora y periodista, Ecuador.
Santiago Alba Rico, escritor, España.
Fernando Rendón, poeta, Director del Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia.
Patricio Zambrano, Relaciones Internacionales, Ecuador.
Florence Baillón, académica, Ecuador.
Jorge Amable Luna, promotor cultural, Ecuador.
Manuel Cabieses Donoso, Director de la Revista Punto Final, Chile.
Irene León, socióloga, Ecuador.
Eugenia Viteri de Vera, escritora, Ecuador.

domingo, 4 de marzo de 2012

LO QUE MÁS LES DUELE


La sonada pelea Correa-El Universo ha sembrado un confuso sentimiento en las almas de sus espectadores ecuatorianos, sobre todo de algunos de clase media que tienen una preocupación válida por la cantidad de juicios por injurias que ahora se supone que están en las cortes y juzgados de nuestro país. 
No les preocupa, como se podría pensar, el nivel de violencia y agresividad verbal que esa circunstancia puede evidenciar. Se supone que el castellano es uno de los idiomas que más insultos y formas agresivas tienen, en todo el mundo, y por lo mismo, tal vez la preocupación va de la mano de que desde ahora, como están las cosas en el país, no podremos utilizar los maravillosos y abundantes recursos que la lengua de Cervantes nos proporciona, brinda y ofrece para ofender, insultar y hacer sentir mal a cualquier persona que haya pretendido hacer lo mismo con nosotros o que, sencillamente, nos caiga un poco mal. 
La gente está muy asustada porque ahora, según dicen, ya no va a "poder expresarse". "Cualquier cosa va a ser tomada como injuria", comentan, preocupados algunos ciudadanos. Otros añaden: "no importa si hay buenas carreteras u hospitales, lo grave es que no haya libertad". ¿Libertad para qué? Bueno, pues: libertad para, como ya les dije, valiéndonos de los muy expresivos recursos de nuestro idioma, poder manifestar nuestra disconformidad, nuestra aprensión, nuestra ira y en últimas nuestro odio con las palabras que la misma lengua nos ha brindado a lo largo de nuestra historia y vida. 
La gente está muy preocupada, entonces, porque ya no va a poder insultar, cizañar ni calumniar con el mismo éxito que antes sin que exista el peligro de que le caiga encima la garra de la ley. En lugar de decir: bueno, ahora voy a tratar de que mis chismes se ajusten a la verdad, de que mis discrepancias no terminen en trompones, de que mi ira tenga una manifestación constructiva, de reservarme la profusión de palabrotas que pueblan mi discurso... en lugar de eso, lamenta tener que controlar el enojo, y sobre todo, tener que controlar los arteros recursos que antes empleaba cuando la agresividad tenía que salir sin control de ningún tipo. 
Y claro, poniéndose a pensar, dejar una inveterada costumbre de siglos, por mala que sea, a cualquiera le quita el sueño.

viernes, 27 de enero de 2012

POR ALGO LE HAN DE HABER MATADO


Existen cosas (frases, dichos, situaciones) que darían ternura si no fuera porque primero dan asco. Que harían reír si no fuera porque en primera instancia no provocan ni siquiera llorar, sino vomitar. 
Ahora último, por ejemplo, circula por ahí una frase que pertenece a este entrañable conjunto de dichos. En cierta prensa, en la boca de algunas personas, y como un comentario repetido (¿se acuerdan cuando la gente se dedicó a buscar con lupa los defectos del Che Guevara?), un poco de gente afirma, muy suelta de huesos, respecto del linchamiento de Eloy Alfaro y sus compañeros, que "por algo le han de haber matado y arrastrado".
Y sí. Todo pasa por algo. Se dice, además, que por algo la gente de Guayaquil y sobre todo de Quito ha de haber estado tan enojada. De lo que se infiere que, como decíamos de niños: ¡bienechito! ¿a qué se mete a cambiar un país?
Aunque tal vez no exista por el momento nada mejor, la democracia, entendida como el acatamiento a ultranza de la voluntad de la mayoría, podría ser un sistema con un alto grado de riesgo de perversidad. Ya lo decía el inolvidable Facundo Cabral: "Coma yerba, millones de vacas no se pueden equivocar". Y como sucede en todo, dependiendo del interés de quién lo defiende o lo ataca, unas veces funciona y otras veces no.
No existe un registro de cuántas personas participaron en los sangrientos sucesos del 28 de enero de 1912. No existen registros, porque en la época no se hacían, de los sondeos de opinión que pudieron haber dado una noticia clara de los niveles de aprobación o reprobación a la gestión de Eloy Alfaro.
Lo que la historia registra a partir de la figura del Viejo Luchador son los cambios radicales que se propiciaron a través de la Revolución que él lideró: la separación de la Iglesia y el Estado, la vasta e importantísima obra pública, el apoyo y el fortalecimiento de la educación y el énfasis en la educación de las mujeres, la creación de casas de salud, de nuevos ministerios y otras instancias públicas. La abolición de impuestos a indígenas y montuvios. La dotación de agua potable a las principales ciudades del país.
Como todo ser humano luminoso, Alfaro tuvo también su sombra. Se habla de intransigencia, de autoritarismo. ¿Sería eso del todo malo? En un país como el Ecuador, en donde lamentablemente los intereses, ideologías, creencias y caprichos particulares pesan muchísimo más que la necesidad del bien común, ¿es posible conseguir algo con el consenso, la paciencia y la bondad?
Víctima tal vez de su propio carácter, pero sobre todo víctima de la traición de sus compañeros más moderados de ideología, y víctima de manipulaciones en las que no se dudó en utilizar lacrimógenas imágenes religiosas, sermones, artículos de prensa y todos los medios disponibles, Eloy Alfaro fue linchado y su cuerpo brutalmente profanado hace cien años. Y es ahora, en medio de la recordación de una de nuestras más trágicas y vergonzosas efemérides, cuando se alzan voces cargadas a partes iguales de 'sensatez' y mala fe para decir que 'por algo le habrán matado'.
Y lo peor es que tienen razón: por algo lo mataron. También a Jesús.

domingo, 15 de enero de 2012

A RASGARSE LAS VESTIDURAS SE HA DICHO


Uno de los más hermosos pasajes del evangelio de San Juan es aquel en el cual una mujer adúltera es llevada frente a Jesús para que él dictamine lo que se tiene que hacer con ella. Es una trampa, y Jesús lo sabe: si dice que la apedreen, como ordena la ley de Moisés, le reclamarán que dónde está la misericordia que tanto ha predicado, y si dice que no la apedreen, le acusarán de estar yendo contra la sagrada Ley. Entonces Jesús calla y se pone a trazar rayas en el suelo, en una actitud que si no fuera de él resultaría altamente descortés para los próceres que lo acosan. Al cabo de un rato (me gusta imaginar su gesto, su expresión), levanta los ojos, mira de lleno en los rostros de sus detractores, y les dice, serenamente:
-El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.
Esta escena me ha venido a la mente en el momento en el que las voces femeninas  y feministas del país se han alzado, ofendidísimas, porque el presidente Rafael Correa ha hecho algunos comentarios en relación con las minifaldas y la manera de moverse en el baile de algunas de las funcionarias que participaron en la fiesta de año nuevo. Cunde la indignación. Circulan cartas. Correos electrónicos. Entrevistas. Me recuerda la época de la "gordita horrorosa", en la cual a todas las gordas y gordos (e incluso a algunos flacos) del Ecuador se les consteló de golpe el complejo no superado de la gordura infantil, de la gordura postparto, de la gordura temida y sobre todo el de que la gordura o lo que sea sirve para tener de qué achacar con fe y alegría a Rafael Correa. 
Sin abrogarme nada del mayor y más hermoso arquetipo de la cultura judeo cristiana, me gustaría que alguien les dijera a las personas que con lágrimas de indignación en los ojos censuran las frases de Correa en relación con la fiesta de año nuevo lo mismo: 
-Quien no tenga pecado, que arroje la primera piedra. (Aunque si las palabras fueran piedras el pobre Correa ya estaría más lapidado que cualquier adúltera de por esos lares.)
Porque a ver, con la mano en el corazón: ¿quién no hace, de vez en cuando, un chiste sexual? ¿a quién no se le escapa un comentario machista? ¿quién no alaba o censura la manera de bailar de alguien en alguna cosa, refiriéndose a su sexualidad o a su sensualidad? ¿quién, por feminista que sea, no pondera una minifalda de cuando en vez, o en sentido inverso unos buenos biceps, unos brazos masculinos, un six pack de músculos en el abdomen?
La oposición a Correa, no importa si es de derecha o de izquierda, si viene de los movimientos sociales, de los medios de comunicación o de donde sea, con la práctica se va volviendo cada vez más experta en aquella entrañable figura psicológica de la tormenta en el vaso de agua; esto, unido a la ecuatorianísima costumbre de llevarlo todo al plano de la ofensa personal. Están llenos de argumentos, de sensibilidades e hipersensibilidades con las que ocultan muy bien la intención última que los ampara: desprestigiar por donde haya cómo; quitar la fe de la gente en un proceso que, con defectos y todo, ha ido avanzando le duela a quien le duela; detenerse en minucias por encima de la visión de conjunto, y bien en últimas, ver cómo, por donde sea y de la manera que sea (aquí no hay ética que cuente) se puede desestabilizar aunque sea medio minuto. 
Podría referirme yo también al Presidente. Podría decirle que en una guerra tan sucia como la que él enfrenta tiene que andar "pisando en huevos" (perdón, gallinas y pollitos, por el comentario gallináceo, y si algún masculinista también se siente ofendido, mil veces perdón) y cuidarse de todo lo que dice, hace, piensa o sueña porque quienes se le oponen están a la que cae. Pero, bien mirado, ¿por qué? ¿Cómo así?
Leo entrevistas y otros comentarios y me quedo con la boca abierta, porque las mismas feministas y feministos (muchos y muchas recién inscritos) que tan dolidas y dolidos están comienzan a hacer insinuaciones, esas sí, muy ofensivas en relación a las mujeres de la administración y el gabinete que no se han rasgado las vestiduras frente a los comentarios del Presidente. Por otro lado quienes censuran estas palabras de Correa ni siquiera disimulan la intención de sembrar cizaña al interior del régimen con todo lo que dicen.
No faltará quien me diga: "Es que el presidente..." y la acostumbrada monserga sobre la mujer del César. Y de seguro que después de este artículo me ganaré algunos odios no tan gratuitos como otros que me han venido de algunas partes. No me importa. Cuando he visto algún defecto en Correa, lo he dicho. Pero por otro lado, más allá de la perfección que los imperfectos le exigen a ultranza (nadie sabe por qué) me gustaría preguntarles a las mujeres que tan ofendidas se sienten si se arreglan, si se pienan, si compran cosméticos, si se pintan las canas, si se han hecho un lifting, un peeling o cualquiera de esos procedimientos; si se ponen minifalda o escotes... y si la respuesta es afirmativa, ¿para qué lo hacen? Esos son comportamientos que buscan desde todo punto atraer sexualmente desde la potenciación de sus atributos de hembra, cosa que tampoco está mal. Y cosa que en nuestros ámbitos privados comentamos con el mayor entusiasmo posible cada vez que se ofrece, en comentarios que van del inocente "qué guapa" a expresiones mucho más gruesas sin que nadie se quiera morir de la indignación por eso.
No voy a hablar de la obra pública. No voy a hablar de los mejoramientos en un montón de aspectos en la vida cotidiana del país. Ya no, porque no hay peor ceguera que la de quien, por conveniencia, se niega a ver. Pero si reflexionamos un poco, observo que hay gente cuya mezquindad solamente le lleva a ver los errores, los lunares, la basura. Dicen que cada uno se fija en lo que está cerca de su corazón y de su alma, y lo triste resulta entonces que en nuestro país haya tanta gente incapaz de levantar los ojos hacia los logros y continuar buscando la podredumbre que compagina mejor con sus complejos. 
Y sí, respecto de esos comentarios y otras cosas, también convendría que cada uno y cada una se encargara de lo suyo y se acogiera a la frase más sabia que Jesús dijo en contra de quienes se regodean en el 'pecado' ajeno: 
-Quien no tenga pecado, que arroje la primera piedra.

lunes, 9 de enero de 2012

¡SÍ, QUE SE ACABE!


El 2012 amaneció con malos pronósticos. Dicen que dicen que los mayas profetizaron para este año el fin de los tiempos. Dicen que dicen que los polos magnéticos de la Tierra van a cambiar en estos meses. Que el apocalipsis es ahora. Que ya se acaba el mundo.

La verdad es que en RADIALISTAS estamos muy contentos porque se acabe el mundo. Este mundo.

Un mundo donde mil millones de seres humanos se acuestan a diario con hambre extrema, debe acabarse.

Un mundo donde 500 multimillonarios acaparan más riquezas que la mitad de la Humanidad, debe acabarse.

El mundo de Obama, de Zapatero y Rajoy, el mundo de Sarkozy y de Merkel, el mundo que carga más impuestos a los ciudadanos para enriquecer a los banqueros, debe acabarse.

El mundo de Pinochet y Piñera que privatiza la educación pública, que obliga a las familias chilenas a endeudarse toda la vida para poder darle un título a sus hijos e hijas, debe acabarse.

El mundo antidemocrático de Naciones Unidas, donde cinco naciones, las mayores productoras de armas y de guerras, tienen derecho a veto y deciden por las demás, debe acabarse.

El mundo terrorista de Israel, un país rebosante de armas nucleares, que amenaza con invadir a Irán por intentar tenerlas, debe acabarse.

El mundo chantajista de Estados Unidos que estrangula económicamente a la Unesco por haber alzado la digna bandera palestina, debe acabarse.

El mundo de la OTAN, que bombardea civiles libios para “liberarlos”, que invade los países árabes para “democratizar” su petróleo, debe acabarse.

El mundo racista que esclavizó a África durante siglos, que se repartió sus riquezas, y hoy la abandona a su suerte, debe acabarse.

El mundo contaminante de las mineras canadienses y estadounidenses y europeas, destructoras de la Madre Tierra, debe acabarse.

El mundo cínico del narcotráfico y los cárteles que lavan miles de millones en los bancos gringos y europeos, debe acabarse.

El mundo con olor a tabaco, debe acabarse.

El mundo de las sectas milagreras, de los fundamentalismos religiosos, el mundo del opus dei, de los legionarios, de los heraldos, de los pare de sufrir, de tantos lobos con piel de oveja, debe acabarse.

El mundo de las farmacéuticas que fabrican gripes y enfermedades para lucrar con medicamentos patentados, debe acabarse.

El mundo de la comunicación monopolizada, de la información convertida en mercancía, de la cultura esclavizada por el obsoleto “copyright”, debe acabarse.

El mundo de los embarazos adolescentes, frutos en su mayoría de incestos y de la ninguna educación sexual, debe acabarse.

El odioso mundo machista, donde los varones se creen superiores, donde las mujeres son víctimas de violencia, violaciones, y tráfico sexual, debe acabarse.

El mundo donde niñas y niños son maltratados, obligados a trabajar, prostituidos, debe acabarse.

Ese mundo viejo y neoliberal tiene que acabarse.

Y otro mundo nuevo será posible. Lo haremos posible en este 2012.
(Tomado de la página de Radialistas)

miércoles, 4 de enero de 2012

¿ESCRITORES VS. EDITORES?


Hemos vivido en un mundo en el cual los escritores y los editores parecería que tenemos una relación interdependiente. Las escritoras y los escritores escribimos y entonces necesitamos de un editor o de una empresa editorial que nos haga el favor de publicar lo que hemos producido. Parecería que todos trabajamos por los mismos fines, que no habría ningún conflicto de intereses, y además de todo, que nos une un común interés por la motivación a la lectura y por contribuir al avance de la cultura. 
Pero andamos dos minutos y nos damos cuenta de que no hay tal. Es cierto que quienes escribimos somos, a veces, ególatras, tal vez un poquto infantiles y que en ocasiones, por aquello del ego de los artistas, tendemos a pensar que merecemos más atención que el resto de personas. Pero también es cierto que creamos, que muchos de nosotros (no sé en qué proporción, pero eso: muchos) hacemos lo mejor que podemos, y hasta nos sale bien, lo que no es despreciable. Es cierto que experimentamos, probamos, innovamos, y con frecuencia terminamos con nuestros corazones al desnudo. 
Los editores, en cambio, si bien pueden comenzar su labor con sanas intenciones, poco a poco se van dando cuenta de dos cosas, que no necesariamente van juntas:
  • El mundo del mercado es cruel, y se trata de ganar plata para poder en primer lugar sostener el proyecto y en segundo lugar sostener la vida propia, o viceversa.
  • Ganar plata ha sido bien bonito. 
Sea cual sea la cosa de la que se dieron cuenta, esto influirá en su relación con los escritores y las escritoras. Y esa relación se basará sobre todo en que, en algún momento, las editoriales pierden la inocencia y comienzan a rechazar del diversos modos lo que "no se vende", según su criterio. Existen una serie de frases, muchas veces ofensivas, y que nada tienen que ver con la calidad literaria de las propuestas presentadas, que más o menos suenan así:
-"Es que una editorial no puede convertirse en una casa de beneficencia".
-"Esto no es la Casa de la Cultura"...
Y sí, no es. A veces ni de lejos.
No debería amargarnos. Algunos escritores, en el momento de tomar decisiones, optan por obtener un financiamiento y ponerse una empresa editorial que respete la creatividad, que publique poesía aunque no sea la Casa de la Cultura, en fin... Pero en seguida, al menos en este país en donde hay más escritores que lectores, comprenden que es un mal negocio, y comienzan a corromperse en uno u otro sentido.
Existen varios argumentos que los editores nos plantean a los escritores ante nuestras obras, basados muchas veces en asesorías de 'técnicos' que tal vez no hayan escrito una sola palabra, o dos, literariamente hablando, en sus vidas, y aquí voy a detallar algunos:
  • La literatura infantil y juvenil: ahora, si queremos publicar, al menos en ciertas editoriales, nos tenemos que olvidar de los lectores adultos. Lo que vende es la literatura infantil y juvenil. Escribe para niños. Linda tu novela, pero... ¿no tienes algo juvenil? Como dice Dale Carnegie, te presentan la mejor cara: hay que crear lectores, estimular a los niños para que cuando sean adultos lean... Y no es que haya menosprecio de la literatura para la infancia o la adolescencia, pero a los escritores, a las escritoras a veces también nos da por escribir para gente mayor de dieciocho años, y las editoriales, en su verdadero afán (lo diría Dale Carnegie) de seguir llenando su arcas de oro, en muchos casos, lo rechazan porque no se vende tan bien como lo que se escribe para niños y se obliga a comprar en los colegios, ahorrando así el esfuerzo que se debería hacer en justicia por distribuir en librerías lo que se produce.
  • Novela, o nada: Escribimos cuentos, no venden. Escribimos poesía, se leerá después de que muramos, por buena que sea. El público prefiere leer novelas. Los clubes de lectura de señoras pitucas prefieren leer (y comprar, aunque no lean) novelas. Los cuentos... bueno, Cortázar (+),  Borges (+), García Márquez... de ellos publicamos. El resto, olvídate. 
  • El lenguaje neutro (algo que se entienda aquí o en Marte): Lo he tenido que escuchar: mis textos están escritos en ecuatoriano, para peor, en quiteño. Y eso... (¿adivinaron?) no vende en otro lugar que no sea Quito. O sea, en Ambato (a 111km) ya no. Tendría que mejor escribir en un castellano neutro, tal vez en latinoamericano, en español de España, en esperanto, no sé. Pienso que Cortázar escribió toda su obra en argentino, y no le fue tan mal. Pero pienso que también él fue rechazado por editoriales que se amparaban en la moralina y el estilo ante la magnificencia de su obra, y aunque la mía no sea tan magnífica, siento un poquito de consuelo.
  • La cursilería: El texto es demasiado lacrimógeno. Sí. Lo reconozco. Mis personajes lloran mucho, tal vez demasiado. Quizás se debe a que yo no lo hago con tanta frecuencia y entusiasmo, y admito que puede ser un defecto. Sin embargo, parecería que en el texto no hay nada más. Y me vuelvo a proporcionar un pírrico consuelo: los personajes de Dostoyevski también lloran bastante. Y para salir del entorno lacrimógeno del siglo XIX,algunos de Cortázar, Benedetti o García Márquez también (hay hasta un estudio sobre el llanto en los cuentos de Julio Cortázar). 
Posiblemente el destino de muchos y muchas de quienes escribimos sea la satisfacción personal y la felicidad de poder hacerlo, o la fama póstuma y la riqueza de nuestros... iba a decir herederos, pero pienso que será la riqueza de nuestros editores, quienes nos conceden como limosna un 'generoso' 10% de las ganancias en regalías, sin darse cuenta de que, si no fuera por los escritores, ellos no podrían ser editores sino cuando mucho fabricantes de cuadernos, pero en fin... en un sistema cuya religión es la del mercado, en un mundo en donde las empresas farmacéuticas crean enfermedades para que alguien pueda enriquecerse vendiendo vacunas, es muy difícil que un negocio tan santo y sano como parecería ser el editorial no termine, tarde o temprano, convirtiéndose en una mafia más.