lunes, 18 de septiembre de 2017

la mujer del césar




Boltaire inauguró el año lectivo de la Sierra y el Oriente con un simpático discurso en el colegio Nacional Mejía. Dijo muchas cosas, pero de entre ellas sobresalieron un par que obligan a hacer un alto y cuestionarse un poco la realidad y la pertinencia de sus afirmaciones. 

Con cierta nostalgia, recordó sus años de colegio, transcurridos en el mismo establecimiento que lo acogía para la inauguración del año lectivo 2017-2018. Recordó que en aquel entonces estaban obligados a vestirse como adultos, aunque todavía no lo fueran, y recordó que en aquel tiempo, así, 'disfrazados de viejos', solía escaparse al conocido cine Hollywood, en el centro de Quito, para ver películas pornográficas, o tres equis (XXX), que es el género en el que ese cine se ha especializado desde siempre (salvo en la Semana Santa, en la que presentaban, en funciones especiales, El Manto Sagrado, pero a esa función no asistía Boltaire, seguro). No contento con el relato, ponderó la calidad de ese género con una exclamación: "¡Qué películas!" Luego también habló, ambiguamente, de “la primera sartada”, y mencionó la idea de que los jóvenes iban “a procurar que sea gratis aquello por lo que los viejos pagaban”.  

Es verdad que a veces ciertas alusiones pueden provocar algún tipo de cercanía desde el público, al comprobar la humanidad de sus autoridades. Pero… ¿tiene uno que mostrarse tan ‘humano’? 

No hay que olvidar que la inauguración de un año lectivo es un evento educativo y que las palabras de los mayores en tal momento deben sobre todo impulsar actitudes de integridad y otros valores humanos que se pretendería impartir como parte de los ejes transversales de un currículum que busca formar mejores personas. 

Unos días antes, Boltaire había ido personalmente a la Asamblea a presentar, con bombos y platillos y con una cobertura mediática inusual, un proyecto de ley para prevenir y castigar severamente el femicidio. Pero luego, en un ámbito público y sobre todo ante un auditorio mayormente adolescente, habla de su afición juvenil por el cine porno y, casi nada sutilmente, de su acercamiento a la prostitución. Ambos, cine porno y prostitución, son instancias en los que el cuerpo de la mujer se cosifica, que favorecen la hipersexualización en edades tempranas, que se relacionan con la trata de blancas, y que resultan altamente humillantes (cuando no peligrosas y potencialmente letales) para la mayoría de mujeres que se involucran en ellos. 

Decían los antiguos romanos que la mujer del César no solamente debe ser virtuosa, sino parecerlo. De igual forma, hay relatos, comentarios y chistes que funcionan mejor casa adentro. Que no son para nada convenientes ni ejemplares para quienes están por iniciar una nueva etapa en su vida educativa. No solo se trata de no matar a las mujeres como un repudiable hecho directo. También se trata de no involucrarse (ni de broma, y peor ponerlas como ejemplo frente a adolescentes en formación) en conductas que humillan y degradan lo femenino, tanto en su cuerpo como en su integridad emocional, por muy buena que haya sido la película.