sábado, 27 de noviembre de 2021

ALMUDENA


 
La conocí en Colombia, hace nueve años, por el mes de octubre, en el encuentro "Las líneas de su mano". Conversé con ella de cosas de la vida, muy poca literatura. Nos habían llevado hasta allá nuestras novelas, a mí, Salvo el calvario, y a ella, la preciosa El lector de Julio Verne.
 
Años después, aquí en Quito, cuando ella visitó nuestro país, hubo escritores que (con esa irónicamente llamada 'sana' envidia) se asombraron de que mencionara mi nombre, de que se acordara de mí y de los días compartidos en Bogotá. Por supuesto, me lo contaron después de haber estrechado su mano y saludado con ella. No vaya a ser que... 
 
Pero en fin, este no será un espacio para la mezquindad (ni ajena ni propia, jeje). Más bien de pensar en que ese breve tiempo que compartimos como mujeres no me dejó tanto como el tiempo que compartí al recorrer sus páginas. 
 
Fue durante los primeros meses de la traición del despreciable que nos vendió humo y mentiras para venir a destruirlo todo, cuando llegó a mis manos, como regalo de la vida, Los pacientes del doctor García, y me ayudó a entender la podredumbre de la ambición y la codicia, los intersticios del engaño político, la sordidez de la lucha por el poder. Ya me había paseado por El lector de Julio Verne. Con ambas historias lloré, lo recuerdo, yo que no soy una típica mujer ecuatoriana propensa al lagrimeo intrascendente. Pero más con Los pacientes del doctor García y su regalo de verdad en tiempos oscuros. Toda aquella serie de Episodios de una guerra interminable me habló de un tema que siempre me ha interesado, como es la Guerra Civil Española y su posterior descalabro, pero también me ayudó a sobrellevar la cruel realidad de mi país en manos de mafias traicioneras capaces de cualquier cosa. Eso se lo debo: entender para no enloquecer. Aprender para no odiar sin sustancia. Lo que hace la literatura: saber que lo terrible que nos ha pasado no solo nos ha sucedido a nosotros. Y que aunque siga sucediendo, lo importante es saber qué hacer como pueblos e individuos ante los avatares de la historia y las mezquindades de las luchas por las tristes hegemonías mundanas.
 
No me gusta, como les encanta a tantos de mis colegas/compatriotas, jactarme de a quién conocí, quién me dio la mano, con quién me tomé la foto y quién me la tomó (incluso a veces rehúyo las fotos con famosos, a no ser que también sean amigos cercanos de mi corazón, una enseñanza de Gurdieff, por otro lado: "no te fotografíes con famosos"). Por eso no tengo fotos con Almudena para enseñárselas a nadie. La foto está en mi corazón. En el recuerdo de su sonrisa afable. En la gravedad de su voz con que una vez nos confiamos historias de nuestros hijos. En los cigarrillos que fumaba allá por el año 2012. 
 
Agradezco que me haya nombrado años después, y hasta me divierte un poco el 'dolido' asombro que les causó a algunas personas que se acordara de alguien tan poco autopromocionada como yo. Pero eso no es lo sustancial. A ella le debo las renovadas ganas de escribir, no para emularla, sino para saber que la literatura también puede construir historia y futuro. A ella le debo la emoción de las palabras, que para nada es poco. A ella le debo, además, esa sapientísima frase que me ha conducido por la asquerosa política ecuatoriana de los últimos cuatro años y medio como una advertencia innegable: "La derecha, cuando pierde el poder, se comporta como si se lo hubieran robado". 
 
Hace pocos meses supe que le habían diagnosticado cáncer, pero no creí que nos la arrebataría tan pronto. 
 
Dicen por ahí que nadie se muere la víspera. Puede ser. Pero en casos de gente como Almudena Grandes, nunca parecerá que llegó el momento adecuado para la muerte. Siempre parecerá prematura, pues quedará el vacío de la pérdida de la inteligencia, de la lucidez, del arte y de los caminos del corazón a través de las palabras hermosamente hilvanadas. Ojalá, si eso fuera posible, su alma haya trascendido envuelta en luz y paz. Ojalá, si eso fuera posible, reencarne en un planeta menos conflictivo y sórdido. Y que su memoria siga alimentando nuestra gratitud por haber compartido, aunque sea unos breves días, con una persona tan grande y luminosa como ella.

viernes, 15 de octubre de 2021

LA FALACIA DEL RESPETO AL PENSAMIENTO AJENO


Se suele citar pomposamente una frase de Voltaire que dice, palabras más, palabras menos, algo así como: “Puedo no estar de acuerdo con lo que piensas, pero daría mi vida por tu derecho a decirlo”.

Suena lindo, ¿no? Sobre todo, cuando lo esgrimimos en forma de reclamo contra alguien que aparentemente ha violentado nuestra ‘libertad de expresión’. Pero… ¿es tan correcto como parece? ¿Se aplica en todos los casos? Y más ¿se TIENE QUE aplicar en todos los casos?

Veamos, por ejemplo, un caso en donde es un poco dudosa la posibilidad de ejercer plenamente la defensa de esta frase: ¿defendería usted el derecho de un talibán a que lleve a apedrear a su esposa porque la ha sorprendido mirando a otro hombre que accidentalmente pasaba por la calle? Siguiendo a Voltaire, debería hacerlo sin chistar: puede no estar de acuerdo, pero él tiene todo el derecho a manifestarlo y de manifestarlo a ejercerlo no media ni una fracción de milímetro.

¿O defendería usted el exterminio de alrededor de seis millones de personas basado en las ideas (de acuerdo con Voltaire, siempre defendibles, hasta con la vida, más allá del acuerdo o desacuerdo con ellas) de que la población de origen semita o hebreo debía desaparecer de la faz de la tierra? Puede no estar de acuerdo con ese pensamiento… pero Voltaire ordena dar la vida por el derecho de otro a decirlo. Y decirlo ya es hacerlo, ¿o no?

No nos confundamos: la gente tiene derecho a pensar lo que piensa, pues esos pensamientos nacen de experiencias y vivencias particulares que han conducido a ellos. Sin embargo, ¿podemos defender con la vida la maraña de pensamientos entreverados en la mente de algún asesino serial? ¿Daríamos la vida por el derecho, por ejemplo, de Jorge Videla a desaparecer y asesinar a más de 30.000 personas por supuestamente ‘defender la sociedad occidental y cristiana’? ¿Defendería con su vida la compulsión de Ted Bundy por secuestrar, violar y asesinar mujeres? ¿Se imaginan cómo sería de peor el mundo si es que defendemos con la vida la variopinta masa de ideas horribles que pululan entre seres humanos de perfil psicopático, de genocidas enfermos de odio, de fanáticos religiosos inquisidores a quienes el valor de la vida ajena les importa un bledo y ellos mismos matan por el solo hecho de creer en otra cosa o no creer…? Solo por poner tres ejemplos de entre muchas otras situaciones en las que pueden esgrimirse argumentos indefendibles desde un punto de vista sensato y humano. 

El ser humano es muy hábil para disfrazar sus más oscuras y sombrías ambiciones, sus peores intenciones y sus más aberrantes defectos con hermosas palabras e intrincados razonamientos, sin embargo, para defenderlos con la vida, o aunque sea con dos palabras, sería necesario conocer a dónde van y qué se esconde detrás de ellos.

Todo en la vida tiene un límite. Y no se escapa la frase de Voltaire. Habría que ver por defender cuáles ideas hay que dar la vida y por cuáles mejor no. Los representantes de los medios de comunicación defensores del establishment, por ejemplo, esgrimen la frase de Voltaire cada dos por tres, pero atacan con saña y maledicencia las ideas y acciones de aquellos con quienes ellos no concuerdan. Además, confunden hábilmente hechos con opiniones y acciones con motivaciones. Creen que mentir y difamar forma parte de eso que llaman ‘libertad de pensamiento’ o ‘libertad de expresión’, y se lamentan de lo lindo no solamente cuando se les critica, sino cuando se les llama la atención sobre errores de bulto o incluso cuando no se aplaude su supuestamente abnegada ‘labor’ donde no se diferencia la gimnasia de la magnesia, emitiendo opiniones como hechos y falseando verdades so pretexto de extraños ‘derechos’ inventados por ellos. 

 

viernes, 8 de octubre de 2021

LAS HIJAS DE YEMANJÁ


 por Michelle Mabelle

Hace pocos días fui parte de una ceremonia de bendición de autoridades del Pueblo Afro: Magia y belleza por doquier. Cantos que llegaban a estremecer, danza, color y vibración de tambores. Fue un momento hermoso, importante y conmovedor. Conmovedor no sólo por el acto en sí, lleno de historia y de memorias dolorosas, conmovedor también por que entre las mujeres representantes de la belleza Afro, entraban al círculo sagrado con vestidos muy sencillos y ojalá me permitan decirlo las compañeras a las que mencionó: tristes. Vestidos que sacarían lágrimas a la conciencia y odio al corazón. Recordé entonces toda la crítica que se le hizo a una autoridad mujer, mestiza, empoderada  por su vestido amarillo, como el sol, como el oro. Recordé también que para este evento de posesión, una amiga  me pidió un vestido y le dije que no tenía, ni uno hermoso como el de esta autoridad, ni uno triste como el de las bellas Afros. Hice memoria de cuanto tiempo ha pasado sin que me pueda comprar un vestido, cualquiera, solo uno, y no, no pude recordar.
 
Como no es de sorprenderse, nadie habló de las vestimentas de las jóvenes Afro. Es que claro, al pueblo Afro se lo tiene que relacionar con pobreza, es una condición normalizada, una violencia insospechada, es casi una costumbre.
¿Y las autoridades? ¿Ministerio de cultura? ¿Sólo sirven para meter sus amantes y botellas de licor en sus despachos?
El jueves fui parte de un evento importante. Un día cualquiera para el mundo pero importante para una Nacionalidad, para un Pueblo de los cual me siento victoriosa y responsable.

El Telégrafo - ¿Cuándo llegan Neisi Dajomes y Tamara Salazar a Ecuador?

Viajé al mar la semana pasada. La noche anterior a la visita a la playa, pensaba en la ofrenda que debía darle a la Diosa Yemanjá para que sus sirenas y ondinas, nos cuiden en nuestra estancia, fue en vano: Me metí al mar pidiendo perdón por olvidar mi ofrenda y la Madre me sacudió, me revolcó, me hundió y salí casi sin saber quien era. Fue impresionante por que el agua no superaba mi cintura, pero lo más increíble fue que al despedirme y enjuagar mis sandalias que eran de perlas (sintéticas), rompió una ola que creció de la nada en mi cuerpo: me volvió al suelo con toalla, sandalias y mucho asombro. Me levanté pidiendo ayuda y me quedé estupefacta esperando que el mar escupa mis sandalias regaladas como símbolo de amistad. Nada, se las tragó. Tarde comprendí que las ofrendas tienen que cumplirse, que no son juegos que se hacen para demostrar el folklore ancestral, que los ritos son sagrados y que la Madre se enamoró de mis sandalias por las perlas que parecían mucho a las paridas por sus conchas. Se llevó la ofrenda, la que ella quiso y enseguida el mar bajó su furia. 
 
263 kilos de esfuerzo, dolor y dedicación
(Bajado del internet) 
 
Lo del vestido es importante, sí lo es. No tengo un vestido, ni un pantalón, ni una linda blusa. Nunca me ha importado. Tenía unas sandalias que espero que alguna hermana las reciba de los brazos de Yemanjá. Quisiera que todos tengamos un lindo vestido para lucirnos cuando queramos, cuando nos lo merezcamos, quisiera que todos tengamos un color, una bandera, pero lucirla con ganas y con alegría.m Quisiera que las medallistas que vienen cargadas de sueños cumplidos de raza Negra, sean amadas, celebradas, que tengan una vida digna para que otras más vengan no solo con oro en el cuello, sino con amor en su corazón, lindos vestidos y sobre todo que ningún semi-periodista les hable de platos, enamorados, cocinas, quiero respeto para todas, en especial y más que nadie y que a nada, a las hijas de Yemanjá  que se lo merecen.

#EcuadorTierraDeCampeonas

martes, 16 de febrero de 2021

NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL


Cuenta la leyenda (para mí no es más que eso) que el personaje era incómodo: predicaba la igualdad en una sociedad altamente estratificada; se pasaba por el forro las leyes religiosas de su tiempo, llegando incluso a afirmar que la ley se había hecho para el hombre y no al revés; se preocupaba de la población más vulnerable; propugnaba la redistribución de la riqueza, decía que los pobres eran más bienaventurados que los ricos, que (horror de horrores) era más fácil que pasara un camello por el ojo de una aguja a que un rico entrara en el Reino de los Cielos, y cuando anunció la escatología de los tiempos finales dijo que el examen final consistiría en una ‘check-list’ de las obras de solidaridad y misericordia que se habían practicado durante la vida en la tierra, volviendo paja y barro toda la legalidad y ritualidad de aquel entonces, y también del futuro.

Obviamente, los dueños de los poderes fácticos de entonces, fueran quienes fueran, no le podían permitir seguir alborotando el gallinero de tal forma. Y aunque se disputaban el poder a patadas y a mordiscos, en aquel momento vieron la utilidad de unirse para eliminar a quien tan molesto les era.

Primero se lanzaron a lo que se llamaría una… ‘investigación de campo con campaña mediática’, y delante de la multitud le preguntaron cómo tenían que actuar frente a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Respondiera lo que respondiera, la idea era apresarlo por drástico o por hereje. Pero él se salió por la tangente planteando una interesantísima sentencia:

-El que no tenga pecado que arroje la primera piedra.

Con lo cual el odio de sus detractores se exacerbó, pues aparte de todo los había puesto en ridículo.

Y así fueron al paso dos: las fake-news, que en ese entonces se llamaban simplemente rumores. Que recogía espigas en sábado. Que andaba de pana con publicanos y prostitutas. Que había hablado contra el César. Que insultaba a los santos varones. Que se había proclamado rey… Y así, sin necesidad de “Comercios”, de “Lindos canales”, de cuatro o más pelagatos le fueron haciendo la casita, preparando el terreno para abrirle una causa religioso-mediático-judicial en cuanto se ofreciera.

Para el paso tres, que es el de las leguleyadas, no está muy clara la acusación que se le hacía (igual que ahora). Es muy probable que haya sido algo bien similar a lo que ahora se llama ‘influjo psíquico’, pues perdonaba pecados ajenos, impedía lapidaciones a mujeres, curaba paralíticos y ciegos de nacimiento, y hasta resucitaba muertos… lo cual, obviamente, estaba a un tris de arruinar varios negocios locales, y eso no se ha podido permitir ni entonces ni ahora. En realidad, le vendieron a la gente tal cantidad de humo, que, en el momento preciso, cuando el gobernador romano, asombrado de que la tortura de que había sido objeto por casi nada, o por nada claro y concreto, propuso la idea de liberarlo o intercambiar su libertad con un delincuente de larga data, la gente optó por liberar al delincuente de larga data porque de él no se habían ocupado ni los políticos (en aquel entonces más religiosos que eso), ni la prensa de entonces (que también estaba asociada a los púlpitos o como se llamaran), ni los poderes farisaicos… Pues, igual que ahora, ellos no se ocupan de los que hacen el mal real, sino de los que amenazan el statu quo que han impuesto. Esos sí son peligrosos.

El final es bien conocido. Terminó crucificado entre dos delincuentes de verdad (uno ‘bueno’ y otro ‘malo’). Y de seguro que durante muchos años la gente lo llamó ‘el ajusticiado’ (no podían llamarlo ‘el prófugo’ porque no alcanzó a irse ni al pueblo de al lado), y de seguro que cuchicheaban por las callejas de Jerusalén y otras ciudades sobre su corrupción y la de sus seguidores, de oídas nomás, como la gente siempre habla de estas cosas… Hasta que algún iluminado, o a un grupo de, se le ocurrió endiosarlo y así impedir que la verdadera letra de su doctrina se cumpliera. Secuestraron su mensaje para darse tono y para dominar al mundo… y lo demás también es historia conocida.

Ese fue uno de los más antiguos casos de guerra jurídica o lawfare que la historia (real o imaginaria) de la humanidad conoció.

Como ven, nada nuevo hay bajo el sol.

 

viernes, 12 de febrero de 2021

¿RACISMO, DIJO?


Si algo sabemos hacer bien aquí es pelear, discutir, agarrar cual artista marcial el argumento del otro y darle la vuelta para que calce en nuestra proterva intención, poner lo que nos conviene en boca ajena, y decirle a la otra persona, que está segura de lo que dijo, que no dijo eso, sino esto. Y si la cosa es un tema absolutamente secundario, mejor. ¿Qué ecuatoriano o ecuatoriana no ha tenido alguna de estas experiencias, ya sea como emisor o receptor, ya sea como víctima o agresor?

Entonces, ahora resulta que quienes critican cualquier cosa del candidato de Pachakutik son ‘racistas’.

Son, obviamente, racistas, los que tienen resquemor de que sea indio. Nadie va a negar que el que les mandó a quedarse en el páramo, la que les prohibió pisar Guayaquil y sobre todo quienes les masacraron hasta terminar con la vida de por lo menos once de ellos a punte disparo, gas lacrimógeno, sacada de ojo y agresión directa son bien racistas o están a las órdenes de contumaces racistas. Solo que ellos lo hacían en ‘cumplimiento de su deber’ o por la ‘majestad del cargo que ostentan’ y ahí el racismo real sí se vale, también hilan muy fino, estaban destruyendo Quito, qué les pasa.

Pero resulta que también son racistas los que cuestionan su condición asumida de indio. ¿Por qué? nos preguntamos. Y cuando se ponen a explicarnos todo se oscurece más.

Resulta que, si desconfías de la autodefinición coyunturalmente conveniente que alguien hace de sí mismo como ‘indio’, también eres racista. Nunca se deja de aprender. Y en ese caso no solamente eres racista, sino también te tiras a mucho, porque resulta que nadie sabe quién es indio y quién no y peor vas a andar por ahí diciéndole no indio a un indio. ¿Acaso inventaste el indiómetro, vos? Ni la más pura genética puede determinar qué porcentaje de sangre india tiene un ser humano. Y así es. Pero que alguien que mientras no lo necesitaba se llame Carlos Ranulfo, y en cuanto el anticorreísmo requiere del indigenismo se pase a llamar Yaku Sacha es puramente casual. No tiene nada qué ver. No es nada sospechoso. Lo que pasa es que eres un pobre y triste racista de mierda. Si alguien viene, por ejemplo, y te dice “soy una refrigeradora”, ¿cuál es tu problema? Déjale que se llame Indurama si así le place. No te hagas lío. No seas racista, carajo. Antes te quería y ahora te odio por racista.

Como siempre, desvían la discusión hacia lo intrascendente, dejando de lado lo verdaderamente importante, como son el auténtico racismo y la lambisconería de quienes olvidan sus raíces y se dejan mangonear por la embajada sin que les importe regalar su país repleto de indígenas auténticos, de mestizos sin disfraz, y hasta de blancos conscientes. El racismo de quienes prefieren los adoquines, patrimoniales o no, a las personas. El racismo de quienes aúpan el estado de privilegios por encima del estado de bienestar. Y ese despreciable e indigno racismo de quienes traicionan a todo un pueblo para irse con los de ‘abolengo’ no ni siquiera por convicción, sino porque ellos pagan muy bien la indignidad, ya sea en efectivo o en especie.