viernes, 28 de febrero de 2020

LA RESACA DEL LUNES



Y un gitano sin su honor

es la cosa más peor
[José María Cano]

Debo confesar que entre mis preferencias musicales no se encuentra el canto lírico individual, a no ser que sean oratorios de Bach o Händel, el estremecedor "Lamento de Dido" de Purcell, o la "Bachiana" número 5 de Heitor Villa-Lobos, o sea que la ópera en sí no me mueve el piso [aquí espacio para miradas asombradas, levantamientos de cejas, abucheos y retiradas de amistad]. Me parece mucho más bella la voz bien timbrada pero natural de una persona entonada y emotiva que transmite sentimientos y pasiones antes que la engolada voz impostada de una soprano o un tenor de escuela, salvo excepciones. Y una de esas excepciones fue siempre el tenor-barítono español Plácido Domingo. Lo prefería de largo ante la mal disimulada histeria de Luciano Pavarotti o el engolado tono de José Carreras. Me gustaba el timbre de su voz, la naturalidad de que disfrazaba su impecable técnica, el sentimiento que jamás era menoscabado por el virtuosismo. 

Pero está visto que virtuosismo y virtud jamás serán lo mismo. A este divo de los escenarios le llegó la Némesis para castigar el pecado de Hubris que lo llevó a creerse con derecho a decidir el futuro profesional y artístico de unas cuantas mujeres a cambio de favores sexuales. Y si solamente hubiera sido eso, sería ya bastante grave. Pero no ha sido suficiente. 

El caso de Plácido Domingo y las por lo menos veintisiete denuncias de acoso, abuso y chantaje sexual cuando el cantante ocupó un cargo importante en las óperas de Los Ángeles y Washington no ha puesto sobre el tapete solamente la debilidad humana ante los impulsos de su propia sexualidad, sino el doble rasero con el que se juzga a hombres y mujeres en este tipo de situaciones. 

En primer lugar, gente de no creer lo defiende. Quiere que la calidad de su arte tape la enormidad de su abuso. Y si bien aquí no se trata de juzgar por juzgar ni de hacer leña del árbol caído, también es importante pensar en que esa conducta provocó miedo, rabia y sufrimiento en quienes fueron vejadas por ella. 

Pero más allá de eso, durante mucho tiempo no se atrevieron a denunciarlo porque, aparte de cualquier otro escarnio, eran mujeres, pues está visto que cuando una mujer denuncia, por decir algo, una violación, las primeras preguntas que se le suelen dirigir son casi-casi acusaciones, y no tan veladas: ¿por dónde andaba sola y a qué hora? ¿cómo estaba vestida? ¿estaba sobria o había ingerido alcohol (o cosas peores)? ¿está segura de que su actitud no fue provocativa o imprudente? 

No se ha sabido de ningún caso en donde algún hombre o sus familiares lleguen a denunciar, por ejemplo, un asalto a mano armada con agresión a su integridad física, y se le pregunte: ¿por dónde andaba solo y a qué hora? ¿cómo estaba vestido? ¿estaba sobrio o había ingerido alcohol (o cosas peores)? ¿estaba seguro de que su actitud no fue provocativa o imprudente? 

Alguien dice que los artistas no tienen (o no deberían tener, o no se les debe juzgar por su) moral. Pero sería así si nos refiriéramos a su obra. Ahorita mismo, mientras escribo estas líneas, escucho a Domingo cantar una canción de Mecano con la que he querido ilustrar este artículo. Y no puedo dejar de admirar la belleza de su voz, aunque la verdad dentro de los oídos se me enturbia un poco, nunca será como antes. Pero si bien esa obra no tiene moral, en el hoy por hoy, el ser humano ha cometido acciones censurables, y entre otras cosas, no se puede permitir que las siga cometiendo, por una parte, y por otra, debe haber una consecuencia. Si a un niño que ha robado algo en una tienda se le obliga a devolverlo y se le quita la mesada durante un mes, no se diga a un adulto que abusa de la ilusión de jóvenes artistas que quieren cumplir una meta, y que pretende ofenderlas y agredirlas en lo más íntimo y sagrado, como es su vida sexual. 

Cuando estalló el escándalo, Plácido Domingo se quejó, dolido: "No se les puede decir nada a las mujeres". Y claro, a una muchacha que aspira a tener una brillante carrera operística no se le puede decir: "Ven esta noche a mi departamento". Debería saberlo, ¿verdad? Así como no se pueden tocar ciertas partes de su cuerpo sin permiso. Eso también forma parte de la excelencia y de la virtud más allá del virtuosismo. 

Alguien dijo también, compasivamente, que se censura a un gran artista por 'un momento de debilidad'... ¿Veintisiete denuncias evidencian UN momento de debilidad? ¿Es en serio? ¿Qué pasó cuando Winona Ryder tuvo un verdadero momento de debilidad en una tienda y su cleptomanía se desató? Para ella, dentro de la industria cinematográfica nada nunca volvió a ser igual. No importaron su belleza, su impecable presencia ante las cámaras ni su genial calidad interpretativa. Se acabó. Confinada al papel secundario hasta que apareció Netflix. Nadie abogó por ella. Nadie fue capaz de poner sobre el tapete la verdad científica de que la cleptomanía es un trastorno, una enfermedad. No. 

Pero ante el patrón repetitivo de una conducta deleznable hay quien se duele del pobrecito Plácido Domingo y está a punto de canonizarlo porque ha reconocido la gravedad de sus acciones. Como muchos acusados de cualquier cosa, acaba reconociéndolo porque no hacerlo sería más vergonzoso. Pide perdón porque de omitir esta acción quedaría como un psicópata maniático sexual, no por otra cosa. Y no solamente eso: solamente terminan de creer a las mujeres que lo denunciaron cuando él lo corrobora. O sea, que el escarnio es femenino, no cabe la menor duda: debería llamarse escarnia. 

Triste cosa son las aparatosas caídas de los ídolos; pero mucho más triste es el sentimiento de que a la mitad de la humanidad todavía le queda mucho trecho en el camino de los derechos por conquistar. Recuerdo con ira y dolor cuando me enseñaron que la palabra 'testigo' en castellano siempre era masculina. Cuando comprendí el porqué, la verdad me valió madres la gramática. Y me gustaría algún rato ser testiga de que las cosas cambien para nosotras, por lo menos en lo que a credibilidad ante la agresión se refiere. De verdad.