miércoles, 30 de mayo de 2012

VIVE Y DEJA VIVIR


Vivimos en un mundo de escándalos a la orden del día, y nuestros ojos se enfocan siempre hacia fuera. El útlimo escándalo en mi país se ha producido por temas de homofobia: la negación de la inscripción a una niña hija de una madre lesbiana que hace pareja con otra mujer, como hija de las dos; la aparición en la prensa de artículos y opiniones abiertamente homofóbicas; los comentarios de un sacerdote ídem en revistas y periódicos.
No va a ser este un artículo de defensa de ni de ataque a determinadas orientaciones sexuales. Sin embargo, sirve este tema para volver sobre el lema que nos ocupa: "Vive y deja vivir". Porque es frecuente que, como seres humanos, tengamos muy clara la película de lo que deben hacer las otras personas y no tengamos la menor idea de cómo tenemos que vivir cada uno y cada una de nosotras.
Sabido es, por ejemplo, que los clérigos y sacerdotes son expertos en dictaminar cómo se tiene que comportar la humanidad. De hecho, el Papa, por ejemplo, sea quien sea, siempre está opinando, entre otros temas, con fe y alegría, sobre cuál debe ser la conducta sexual de toda la humanidad, o de toda la humanidad que se dice católica, menos de él... pues se supone que él no tiene conducta sexual. Él sabe exactamente cuándo, cómo, con quién y por dónde cada individuo de la especie humana debe obtener su cuota cotidiana de placer. Pero se calla cuando estallan en sus propias narices los escándalos de sus pastores que se han dedicado, con igual fe y alegría, a violentar la inocencia de las ovejas del mismo rebaño.
Dos periodistas, por otro lado, están afectadísimos porque gays y lesbianas han ’salido del clóset’ y según ellos (los periodistas) mismo afirman, ’andan cogidos de la mano’ por todas partes. La pregunta es: ¿por qué se alteran tanto? ¿cuál es su problema con eso? Hablan de mal ejemplo para los niños y una se pregunta de  nuevo: ¿no es igual o peor mal ejemplo un padre héterosexual que aporrea a su mujer delante de sus hijos? ¿no es igual o peor mal ejemplo la misma mujer, héterosexual ella, que permite que su esposo la aporree delante de sus hijas? Yo, la verdad, ni me he percatado de que haya gente del mismo sexo caminando a granel agarrados y agarradas de la mano por las calles del mundo. No tengo tiempo para eso. Bastante tengo con mirar hacia mi interior, observar mis cualidades y defectos y tratar de mejorar lo que soy y lo que hago como para andar fijándome en quién se toma de la mano con quién y enfermar de angustia e indignación por eso. Mi orientación sexual, así como la de mis hijos, y la de todos los seres de este mundo ya está dada. Ante eso, poco es lo que pueda hacer, por más que me emberrinche.
Tenemos la creencia de que nuestra sesuda opinión expresada en una columna de periódico o una rimbombante carta al editor podrá cambiar el mundo. Estos escritos jamás hablan de quienes las escriben: critican al gobierno, acaban con la honra ajena, dicen lo que deberían hacer los que mandan, los que no mandan, los que legislan, los que... Pero solamente prefiguran una verdad: si la gente se exigiera a sí misma la décima parte de lo que exige a los demás, este planeta sería un paraíso nunca visto en la historia del Universo entero. Echar la culpa es una de las más grandes aficiones del género humano. Y decir, en la cara o a espaldas del implicado, cómo tendría que haber hecho las cosas, ¡ni se diga!
Y ni qué decir del ámbito privado. Vivimos metiendo las narices en donde no nos llaman cada dos por cuatro: pónte esta ropa, no lo hagas así sino así, esa cartera no te combina con ese conjunto, mejor contrata a este obrero que cobra más barato, te lo digo por tu bien, yo en tu lugar... Y si nos ponemos a observar el fondo de nuestras vidas, advertiremos que no nos va mejor ni peor que aquellos a quienes con tanto entusiasmo aconsejamos con la mejor intención de la Tierra.
"Vive y deja vivir". Sabias palabras que no encierran indiferencia, sino respeto: saber delimitar el espacio de nuestra influencia sobre los demás. Entender que no por ser quienes somos tenemos por qué darle a nadie instrucciones para vivir. Y comprender, finalmente, que si vivimos como pensamos que se debe vivir, nuestro ejemplo de integridad y de consecuencia se convertirá en un foco de atracción que nuestras sabias, sesudas y profundísimas palabras admonitorias jamás llegarán a ser.

Tomado del blog codependencia

martes, 29 de mayo de 2012

HABLANDO DE FAMILIAS

En los últimos días algunos artículos de prensa han puesto sobre el tapete el concepto de familia en sus acepciones de familia nuclear, familia normal y familia alternativa. Conceptos que, en décadas pasadas, habrían resultado inamovibles e imposibles de cuestionar. Se ha defendido, de una parte, el concepto de la familia tradicional, 'normal', por llamarla de algún modo. 
¿Qué es una familia? Generalmente esta pregunta se responde con la típica fotografía de familia: padre, madre e hijos en una sonrisa congelada. La familia ideal. Amor. Comprensión. Equilibrio. Seguridad. Contención. Si así fuera, todo bien. Además, en la familia se supone que existe un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, otorgado por la presencia constante y equitativa del padre y de la madre. Eventualmente también consideramos a la familia ampliada: abuelos, tíos, primos...
Sin embargo... ¿es tan así?
En nuestro medio, por ejemplo, existen innumerables familias que por viudez, separación, divorcio o cualquier otra circunstancia no cuentan con la presencia de un padre y una madre. Casi siempre es el padre quien no está, aunque también puede darse el caso de que la madre haya fallecido o -con mucha menor frecuencia - haya optado por marcharse dejando a la prole con el padre. Por mucho que el progenitor restante se esfuerce, estas ausencias siempre causarán secuelas y consecuencias de diverso orden en los hijos.
Sin embargo, suele suceder que, aún contando con la presencia física del padre o de la madre en el hogar, existe una suerte de ausencia psicológica que no se puede ignorar, y cuyos resultados suelen ser tanto o más nefastos que los provocados por la carencia de la madre o el padre: una madre adicta, un padre golpeador, una madre distante, un padre excesivamente débil de carácter, una madre sobreprotectora, un padre alcohólico... pueden permanecer en el hogar, creando una apariencia de equilibrio en la foto de familia, sin embargo, en el fondo se sabe que no es así.
Por otro lado, los vaivenes y avatares de la vida crean formas de convivencia que pueden considerarse algo así como para-familiares y que no necesariamente se corresponden con la idea tradicional de la familia: dos hermanas ancianas que viven juntas, una tía que se ha hecho cargo de los hijos de su sobrina aparte de su propio hijo, un padrastro que ha enviudado y se ha quedado con los hijos de su difunta esposa, sin más vínculo que el afectivo... los miles de fórmulas resumidas en "los míos, los tuyos y los nuestros". 
El escándalo se produce, sin embargo, cuando una pareja del personas del mismo sexo pretende legalizar la existencia de su bebé dándole los apellidos de la pareja en cuestión. Olas por todas partes. La típica figura legal y psicológica de la tormenta en el vaso de agua. Las vestiduras rasgadas... La pregunta de cajón sería siempre: ¿cuál es el problema? Vivimos en un mundo de racismo, narcotráfico, desigualdades aberrantes, crímenes de odio y abusos sexuales que se dan como pan caliente al amparo de la misma familia nuclear estándar sin que nadie diga nada, o casi nada, y con la silenciosa anuencia de los grandes poderes de este mundo. ¿Qué decir sobre el hambre de los niños? ¿Qué opinar sobre la insultante y grosera opulencia de los miembros de la farándula y de otros poderosos de este mundo? ¿Qué mencionar sobre la protección papal ante los casos de pedofilia? 
Entonces, no me vengan con cosas. Donde hay contención, seguridad, equilibrio, comprensión y amor, más allá del sexo biológico o del género de sus miembros, habrá familia. Aunque ninguno de sus miembros tenga el mismo apellido , o aunque esté compuesta por una sola persona y su alma.