lunes, 31 de diciembre de 2018

EN LA MIRA


Este año no he puesto saludos muy personales en las redes sociales. Poco a poco he ido restringiendo las fotos familiares, sobre todo de los niños, y mis fotos personales. Incluso las de mis mascotas. Pero me temo que ya sea demasiado tarde. 

¿Recuerdan cómo comenzó esto? Un amigo nos invitaba y la novedad era poder compartir nuestra vida con más y más relaciones e incluso cumplir el sueño de la conocida canción de Roberto Carlos: "yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar"... Bueno, Facebook no te deja tener un millón de amigos, creo que el límite es 5 000, pero eso ya es demasiado. Suele suceder con frecuencia que de esos 5 000 tal vez treinta y cinco te conozcan en persona. Pero no es ese el problema. 

Tarde, diez años después, y ya con el alma vendida al diablo en más de la mitad de su extensión, comienzan a surgir algunas preguntas que debimos habernos planteado desde el principio. La primera: ¿quién se entera de lo nuestro? Hubo un tiempo en que me dediqué a poner penas de amor e indirectas como estados de Facebook. Todos se enteraban, menos el implicado. ¡De Woody Allen!, ¿verdad? Con eso creo que incluso espantaba a otros prospectos. Pero tampoco se trata de eso. 

Luego vino la época de los gustos a los cuatro vientos: qué música me gusta, qué libros leo, qué compro por internet, qué sitios me gusta visitar. Y 'alguien' que de seguro no era una persona comenzó a sugerirme compras, viajes, amistades y visitas muy relacionadas con esos gustos expuestos en las redes sociales.A veces con una insistencia que ya rayaba en lo psicopático. 

El tiempo de la imprudencia también pasó por mí. Y por personas con hijos más pequeños, más: fotos con el uniforme del colegio. Fotos de la fiesta infantil en tal sitio de tal barrio. Fotos con amiguitos... Felicitaciones de cumpleaños. Viajes a la playa. Entonces también sucedieron los primeros robos a casas que se sabían vacías, extorsiones, secuestros, algo tan similar a la película Sé lo que hicieron el verano pasado... que podía llevar como subtítulo "porque lo leí en Facebook"... 

Y la política, ni se diga. Nos desatamos hasta que un día cualquiera nos llama la autoridad máxima de nuestro empleo a decir que le están reclamando que por qué nos tiene trabajando ahí si pensamos lo que pensamos...y así... 

Si pones la información de un duelo familiar, saben que estás vulnerable emocionalmente. Si hablas de una ruptura de pareja, te sugerirán páginas para encontrar una nueva. Por supuesto, conocen tu tendencia política y tus movimientos relacionados con ella. Tienen el esquema facial de tus hijos, el nombre de tu mascota, la información sobre tu nuevo auto y tu traslado de casa. Conocen tus alergias, el avance de tus quimioterapias y a quién quieres matar. Ah, y siempre, pero siempre, saben donde estás. Incluso te etiquetan en las fotos (fingiendo preguntar, claro) en donde ya han reconocido tu cara antes que tú.

A veces, en mi ingenuidad, todavía pienso que de repente las redes sirven para despertar un poco de consciencia, pero luego me doy cuenta de que alguien (o algo) que tiene como objetivo todo lo contrario se está enterando de que estoy intentando despertar consciencia, y me pongo a rezar en secreto para que todavía no sea el tiempo de eliminar a las mentes amplias. A veces pienso que en realidad el mejor uso de las redes es desmentir las mentiras de los medios de comunicación del sistema (pero ya pronto verán cómo regular esto), o anunciar actividades, lanzamientos de libros, cosas así. Y no mucho más. Siempre con riesgo de seguir alimentando la macabra base de datos que Satanás (por llamarlo de algún modo) tiene en la nube de información cibernética de la que nadie se puede escapar, y que será mal utilizada en cuanto haga falta (si no lo está siendo ya). 

Obviamente no todo es tan tétrico y tiene ciertas utilidades esto de la esclavitud de las redes. No he dejado de publicar poesía, y asoman lectores. Tampoco anuncios de mis eventos, y la gente va (o dice que va a ir). Y en la reciente muerte de mi padre volví a desatar mis sentimientos, lo cual sí me hizo sentir el cariño y apoyo de muchas personas. En cuanto a la política, creo que no tiene sentido fingir que dejé de ser lo que siempre he sido, de seguro el perverso poder detrás del poder ya me tiene más que fichada. Sin embargo, igual no me siento segura. Las redes sociales, desde hace más o menos una década, han sido la peor trampa del sistema para perseguirte haciéndote pensar que eres querido, apreciada, inteligente, guapa y que tienes un millón de amigos, igual que Roberto Carlos, cuando en realidad solamente eres una presa del sistema de espionaje más sofisticado y perverso de la historia. Ah, y a nadie le importa lo que comiste hoy en el almuerzo, si terminaste tu maestría o si te rompieron el corazón... A no ser que eso represente algún beneficio para alguna persona, corporación, sistema o máquina.

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