Después de un show difícil de creer, en donde un poco de chicos, salidos
quién sabe de dónde, en aparente situación de calle y vestidos como si de
pandilleros se tratara, se pusieron de acuerdo con la producción de un canal de
televisión para que les ponga un fondo musical macabro mientras ‘invadían’ el
set, el gobierno anunció con bombos y platillos que se iba a crear un plan de
seguridad al que pomposamente llamaron “Plan Fénix” y del que hasta ahora, año
y medio después, no se conoce exactamente en qué consiste, porque además
estábamos en una situación que ellos mismo llamaron “Conflicto armado interno”,
o sea guerra civil, otorgando así el estatus de ejército combatiente a los
Grupos de Delincuencia Organizada.
Lo primero que hicieron fue subir tres puntos el impuesto al valor agregado
(IVA). Supuestamente con eso se financiaría el supuesto Plan Fénix. Pero hasta
el momento no se conoce a dónde se destinaron exactamente los excedentes que
esos tres puntos otorgarían. Incluso las malas lenguas afirman que se hizo todo
el show para cumplir con un requerimiento del FMI con la aquiescencia de la
población que, asustada por los hechos, aceptaría cualquier cosa.
Luego plantearon una consulta popular llena de preguntas que estaban
destinadas a restablecer un clima de seguridad, y en la cual ganaron todas
ellas, menos las únicas dos que al gobierno le interesaba que ganaran y que van
camino de imponerlas a como dé lugar. Pero esa tal vez es otra historia. La
historia de cómo ninguna de las nueve preguntas sirvió pero para nada. La
situación siguió igual y luego empeorando.
No fue por falta de arrojo ni de voluntad de hacer las cosas, pues poco
antes de la consulta popular el gobierno de Daniel Noboa no demoró en dar
muestras de lo nada que le importaba cualquier regulación legal cuando invadió la
embajada de México en Quito para secuestrar y encerrar al ex vicepresidente
Jorge Glas, mientras que en sus narices se escapó el capo o como se llame de
uno de los más importantes y agresivos GDO, Fito, el que hasta ahora sigue,
según datos de los mismos estamentos policiales, localizado en un 45% (lo que
sea que eso signifique). Y mientras tanto, además, la violencia de todo el país
va en aumento con consecuencias horribles para toda la población.
Largo sería el anecdotario o recuento de los hechos de sangre que han
convertido el Ecuador posiblemente en el país más violento de América Latina. Y
haciéndose eco de todo esto, el gobierno del nuevo Ecuador, como se
autodenominan, ha enviado a la asamblea algunas leyes que, para resumir, son un
cheque en blanco entregado al ejecutivo, las fuerzas armadas, los servicios de espionaje y la
función judicial para perseguir al que es y al que no es, para allanar, apresar
y disparar mucho antes de preguntar, y con el perdón respectivo para cada
exceso que de hoy en adelante ya no lo será.
Con todos estos ‘avances’, aparentemente, estamos hechos y en poco tiempo
parecería que Suiza se nos quedará corta… Pero no. Resulta que necesitan más
ayuda para lograr sus nobles fines. ¿Y saben en qué consiste la tal ayuda? Nada
menos en algo que podríamos llamar ‘participación popular y comunitaria’, o sea
que la gente, sí, la gente normal y corriente de las ciudades en donde se
cometen horribles crímenes de sicariato, en donde se roba, se extorsiona y
sobre todo se amenaza y en la mayoría de los casos se cumple, o simplemente se
cumple incluso sin amenazar, vaya y delate a sus potenciales verdugos a cambio
de una cierta cantidad de dinero. Dinero que se pagará si antes no los
matan por fariseos, será. Y para promocionar esta maravilla de táctica
innovadora no se les ocurre mejor idea que sobrevolar la ciudad de Durán (quizá
la más afectada por la violencia actual) arrojando panfletos con forma y facha
de billetes de cien dólares en donde se plantea que la próxima lucrativa
profesión a la que accederán la mayoría de ecuatorianos será la de caza
recompensas. Y así nos dan a entender que, aparte de para hacer el lawfare a los funcionarios y ex funcionarios correístas,
todo el aparataje militar, policial y judicial está muy poco capacitado ante el
desastre que un traidor inauguró hace ocho años, y se sigue ahondando entre la
ineptitud y la estulticia de cada nuevo gobernante.
La pregunta se cae de su peso: ¿seguiremos aguantando estoicamente esta
triste situación? ¿Hasta cuándo?
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