sábado, 21 de mayo de 2011

GUERRAS DE RELIGIÓN (II)


En la nota anterior se hizo una descripción de lo que quien escribe estas líneas conoce sobre la situación. Ahora, unas breves reflexiones personales al respecto.

  •    En primer lugar, es obvio que tanto Wojtila como Ratzinger llevaron hasta las últimas consecuencias la consigna de destruir a como diera lugar cualquier intento de cualquier sector de la Iglesia Católica por apegarse, aunque sea de lejos, a los postulados de la Teología de la Liberación. Todas sus acciones se encaminaron, y se siguen encaminando a esa finalidad. No dudaron incluso en apoyar a gente como Ronald Reagan y su mortífero proyecto de la Guerra de las Galaxias con tal de conseguir apoyo de la  gran potencia anticomunista del mundo para cumplir con sus objetivos. Tampoco dudaron en elevar a congregación religiosa a una institución de tan dudosa reputación como “Tradición, Familia y Propiedad”, cuyo fundador padecía, por decir lo menos, de severos trastornos psicológicos, con el fin de tener una especie de ‘brazo armado’ (aparte del Opus Dei, entre otros) que los ayudara a cumplir con su cometido. Entonces, lo que está ocurriendo ahora en nuestra alejada y humilde provincia de San Miguel de Sucumbíos no es más que una parte de un plan global para establecer unas directrices católicas preconciliares (me refiero al Concilio Vaticano II), conservadoras y autoritarias en todo el planeta.
  • Lo que Juan Pablo II y más Benedicto XVI no toman en cuenta es que en nuestros días ya no existe el Tribunal del Santo Oficio que actuó en épocas como la Edad Media, y que la pena de anatema de excomunión ya no pinta ni siquiera una leve preocupación en las personas que hemos abandonado el redil católico porque nos negamos a seguir como ovejas las consignas de una institución que comenzó por traicionar los más básicos postulados de quien dicen ser su fundador: Jesús de Nazareth. Culpan de la secularización del mundo actual a todo menos a quienes son los verdaderos culpables: una jerarquía de la iglesia que se aferra al poder echando mano de cualquier procedimiento, por espurio que resulte desde el punto de vista de la ética. Una jerarquía que sigue las líneas de conducta de quienes condenaron, torturaron y crucificaron a Jesús más que las normas de conducta dadas por él en las páginas de un libro que descaradamente exhiben como su base doctrinal. 
  •  No voy a censurar la defensa que los católicos simpatizantes de los Carmelitas Descalzos y su labor hacen del proceso iniciado y propiciado por Monseñor Gonzalo López Marañón. Seguramente es el que más se apega a las enseñanzas de Jesús y a la doctrina cristiana original. Sin embargo, me parece que es gastar pólvora en gallinazos. El proceso de retroceso ideológico de la Iglesia Católica está dado, seguramente, desde poderes y fuerzas más oscuros que los que parecen detentar Juan Pablo II y Benedicto XVI,  tanto es así que al Papa Ratzinger ni siquiera le interesa quedarse sin feligreses con tal de sacar el cuerpo por donde metió la cabeza. Pienso, desde una posición tal vez desencantada, que lo que los católicos de recta conciencia deben hacer es dejar vacías las iglesias. No creo que sea un pecado dejar de asistir a una misa oficiada por un Heraldo del Evangelio. Más bien, desde el punto de vista de Jesús, el pecado sería asistir a ella. Lo que sugeriría es que revitalicen sus comunidades eclesiales de base y que dejen a los carismáticos poseídos por el espíritu, a los mentirosos del Juan XXIII y a los Heraldos cantando aleluyas en sus iglesias, a ver cómo les va. Con el tiempo, las cosas suelen caer de su peso sin que nadie las empuje.
  •  Por sus obras los conoceréis, dijo el mismo Jesús. La obra de Monseñor Gonzalo López es evidente y no solo para quienes simpatizamos con él o tuvimos alguna vez un contacto con el trabajo de la misión carmelita en Sucumbíos. Los escándalos financieros y de otro tipo (de cuyo nombre no quiero acordarme) que cercan la Iglesia de Roma no solo hablan sino que gritan sobre la verdadera naturaleza de la jerarquía institucional católica actual.
  • Unas palabras respecto del tema de la radio. En este momento, en el Ecuador existe una gran conmoción porque, supuestamente, el gobierno atenta contra la “libertad de expresión” de los grandes medios al defenderse de los constantes ataques que sufre de parte de ellos y al pretender regular ciertos aspectos de estas instituciones. Sin embargo, los mismos que se rasgan las vestiduras ante esto, no han dicho una palabra ante la disputa respecto de Radio Sucumbíos, en donde lo que los Heraldos, y a través de ellos la jerarquía católica actual pretenden es quitar la libertad de expresión del pueblo de Sucumbíos respecto de la proverbial marginación y pobreza en que nuestras provincias orientales han vivido desde el origen del Ecuador como país.
En fin, que parecía cosa de la antigüedad, pero henos aquí, observando con pena nuestra propia Guerra de Religión y pensando en que, si Jesús la viera, no dudaría ni dos segundos en tomar partido por quienes han velado desde hace cuarenta años por limpiar su doctrina del ripio del poder y la ambición. 

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