Solemos relacionar la palabra corrupción con temas sobre todo de dinero. Y en esta tónica, no consta, hasta donde me alcanza el entendimiento, que la prensa sea corrupta. O sea, no tengo noticia directa -ni indirecta - de que haya hecho trampas o robado dinero por alguno de los muchos canales por los que los podría hacer. Así que por eso inicio este artículo con esa afirmación, en la que además, me sostengo.
Sin embargo, hay otras cosas que sí constan, y no es necesario ser muy inteligente, ni siquiera tener mucho sentido de la observación, para advertirlas. La primera es que la prensa está en guerra, y aquí en Ecuador esa guerra es contra Rafael Correa, el presidente, así como en Argentina es contra Cristina Fernández y en Bolivia contra Evo Morales. Bueno, tampoco puedo hablar mucho de la prensa y los periodistas de esos países. Me voy a referir a lo que se ve aquí, lo que salta a la vista, quiero decir:
- Hay una queja en todos los tonos sobre la supuesta falta de libertad de expresión. Un lloriqueo constante, que además aprovechan quienes lo corean para llamar "dictador" a un presidente elegido democráticamente varias veces seguidas, para llamar "tirano" a alguien que si lo fuera ya los habría callado hace rato, para decir que es "grosero" alguien que se defiende utilizando la misma conducta de los quejumbrosos, para lamentarse como ancianitas con corazón de cristal de Bohemia que se ha ofendido a quienes no cesan de ofender... En realidad, en el Ecuador hay un nivel altísimo de libertad de expresión, incluso sobrepasa lo sensato, pues aquí cualquier persona que trabaje en un periódico, emisora de radio o canal de televisión puede decir cualquier cosa y no le pasa nada. Incluso cuando le llega a pasar, el mismo ofendido termina perdonándola.
- Con cierta preocupante frecuencia, las fuentes de información están más cerca del rumor que del dato fidedigno. Para protegerse, utilizan un ingenuo artilugio gramatical: el verbo en condicional. Es obvio que se pretende preocupar a la población, pero detrás de esto hay una actitud nada profesional, y con frecuencia nada inteligente.
- Se centra en lo criticable (a veces hasta parecería que se inventa cosas criticables) y no dice una palabra sobre los méritos y logros. Cuando ya resulta obvio, los minimiza, o los relega a las páginas interiores en donde consigna brevemente alguna información cuya supresión resultaría escandalosa. Ante la gran obra pública emprendida por el gobierno de turno y los cientos de miles de beneficiarios, entrevista a quienes se quejan, utiliza casos particulares y aislados para generalizar, descontextualiza.
- Crea conceptos e ideas inexactos y muchas veces falsos. Ya lo dijimos: habla de dictadura, de conculcación de libertades, de abusos. Sin embargo, no existen datos ciertos que comprueben estas afirmaciones.
- Entrevista siempre a los mismos: que son -¿adivinaron? - los enemigos acérrimos del gobierno actual. De vez en cuando, para despistar, algún funcionario es sometido a un interrogatorio plagado de ironías, risitas sarcásticas, interrupciones francamente groseras, datos cruzados, mensajes y llamadas en contra y toda clase de recursos que en alguna ocasión debieron ser utilizados por la Gestapo en sus buenos tiempos... todo esto unido, con frecuencia, al pésimo carácter y total ausencia de autocontrol del entrevistador.
Seguramente quienes lean esta entrada del blog podrán aportar con más características y ejemplos en forma de comentario. Pues es obvio que buena parte de la prensa tradicional y privada de este país (aunque no exclusivamente) se muestra artera, sesgada, cínica, parcializada y de mala fe.
¿Corrupta? No me consta.
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