En los últimos días algunos artículos de prensa han puesto sobre el tapete el concepto de familia en sus acepciones de familia nuclear, familia normal y familia alternativa. Conceptos que, en décadas pasadas, habrían resultado inamovibles e imposibles de cuestionar. Se ha defendido, de una parte, el concepto de la familia tradicional, 'normal', por llamarla de algún modo.
¿Qué es una familia? Generalmente esta pregunta se responde con la típica fotografía de familia: padre, madre e hijos en una sonrisa congelada. La familia ideal. Amor. Comprensión. Equilibrio. Seguridad. Contención. Si así fuera, todo bien. Además, en la familia se supone que existe un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, otorgado por la presencia constante y equitativa del padre y de la madre. Eventualmente también consideramos a la familia ampliada: abuelos, tíos, primos...
Sin embargo... ¿es tan así?
En nuestro medio, por ejemplo, existen innumerables familias que por viudez, separación, divorcio o cualquier otra circunstancia no cuentan con la presencia de un padre y una madre. Casi siempre es el padre quien no está, aunque también puede darse el caso de que la madre haya fallecido o -con mucha menor frecuencia - haya optado por marcharse dejando a la prole con el padre. Por mucho que el progenitor restante se esfuerce, estas ausencias siempre causarán secuelas y consecuencias de diverso orden en los hijos.
Sin embargo, suele suceder que, aún contando con la presencia física del padre o de la madre en el hogar, existe una suerte de ausencia psicológica que no se puede ignorar, y cuyos resultados suelen ser tanto o más nefastos que los provocados por la carencia de la madre o el padre: una madre adicta, un padre golpeador, una madre distante, un padre excesivamente débil de carácter, una madre sobreprotectora, un padre alcohólico... pueden permanecer en el hogar, creando una apariencia de equilibrio en la foto de familia, sin embargo, en el fondo se sabe que no es así.
Por otro lado, los vaivenes y avatares de la vida crean formas de convivencia que pueden considerarse algo así como para-familiares y que no necesariamente se corresponden con la idea tradicional de la familia: dos hermanas ancianas que viven juntas, una tía que se ha hecho cargo de los hijos de su sobrina aparte de su propio hijo, un padrastro que ha enviudado y se ha quedado con los hijos de su difunta esposa, sin más vínculo que el afectivo... los miles de fórmulas resumidas en "los míos, los tuyos y los nuestros".
El escándalo se produce, sin embargo, cuando una pareja del personas del mismo sexo pretende legalizar la existencia de su bebé dándole los apellidos de la pareja en cuestión. Olas por todas partes. La típica figura legal y psicológica de la tormenta en el vaso de agua. Las vestiduras rasgadas... La pregunta de cajón sería siempre: ¿cuál es el problema? Vivimos en un mundo de racismo, narcotráfico, desigualdades aberrantes, crímenes de odio y abusos sexuales que se dan como pan caliente al amparo de la misma familia nuclear estándar sin que nadie diga nada, o casi nada, y con la silenciosa anuencia de los grandes poderes de este mundo. ¿Qué decir sobre el hambre de los niños? ¿Qué opinar sobre la insultante y grosera opulencia de los miembros de la farándula y de otros poderosos de este mundo? ¿Qué mencionar sobre la protección papal ante los casos de pedofilia?
Entonces, no me vengan con cosas. Donde hay contención, seguridad, equilibrio, comprensión y amor, más allá del sexo biológico o del género de sus miembros, habrá familia. Aunque ninguno de sus miembros tenga el mismo apellido , o aunque esté compuesta por una sola persona y su alma.
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