jueves, 29 de enero de 2015

SER O NO SER PUTA


Parecería que una de las cosas más peligrosas sobre la tierra es la libertad de expresión sin un mínimo de discernimiento que permita entender hacia dónde se pueden ir las cosas. Y creo que eso es lo que sucedió con la campaña de la concejala Carla Cevallos.  
Más allá de la bondad o la maldad de algunos vocablos, parecería ser que la publicidad es un tema de estrategia. Y la estrategia, si no me equivoco, es un conjunto de acciones pensadas para lograr un objetivo. Al escribir en una valla publicitaria a la vista de todo el que pase por el sector (monjas, niños, señoras...) un slogan como: "Si puta es ser libre y dueña de mi cuerpo soy puta... y qué?" (a propósito, en castellano se usa signo de interrogación al principio), sería de ver qué se quería lograr. Supuestamente es una campaña contra el femicidio. Para reducirlo, para tomar consciencia. Para que haya menos de este espantoso crimen en nuestra sociedad. 
La pregunta es: ¿se logró? 
Lo que se logró es que gente ultracatólica, provida, CitizenGo y de calaña similar pusiera el grito en el cielo y organizara un quilombo destinado a que se retiraran las vallas. El debate sobre el femicidio, que habría sido algo enriquecedor se convirtió en un debate sobre la conveniencia de utilizar o no la palabra malsonante en un espacio público. Y ahí se quedó. 
No sabemos, ni nos consta, que un solo hombre haya desistido de cometer algún crimen contra su pareja, o contra otra mujer, después de haber leído la valla, lo que se supone que era el objetivo final de esta campaña. Lo que sabemos es que la pacata sociedad quiteña empezó a rasgarse las vestiduras como si la tal palabrita nunca atravesara los labios de nadie en nuestra vida cotidiana. Y de ahí no pasó. 
El femicidio quedó relegado por la victimización de la concejala después de recibir los reproches de la gente que se sentía ofendida porque asumía que la palabra "puta" le estaba dedicada (por algo será), y por la solidaridad de quienes consideraron excesivos los reclamos. Y se terminó retirando las vallas. La pregunta es: ¿se reduciría el femicidio en nuestro medio con los breves días que duró la campaña? ¿Se habría logrado reducirlo si las vallas quedaban un tiempo prudencial en su sitio? Posiblemente, no. Porque las cosas no iban hacia allá.
Matar una mujer, matar un hombre, matar a cualquier ser vivo, mamífero superior, está mal. Matar una mujer por el hecho de pensar que así se salvaguarda un orgullo masculino, por el deseo de coartar su libertad o de someterla es un crimen espantoso. Una cruz rosada en un determinado lugar habla de un dolor inconmensurable y de una violencia incalificable. Una mujer es dueña de su cuerpo, de su vida y de sus acciones. Estamos de acuerdo con eso. Y por eso mismo, pensamos que la previsión del femicidio pasa más bien por hacer tomar consciencia a los hombres y a la sociedad de que las mujeres, los hombres, las putas, los travestis, los niños de la calle y todo ser humano tiene derecho a que se respete su vida. Y hacerlo claramente. 
Crear una polémica vacía de sentido por el solo hecho de utilizar una palabra ofensiva no creo que haya sido la mejor manera de prevenir el femicidio. Si bien quien se considera 'puta' tiene todo el derecho de serlo y de hacerlo, la prevención de este terrible delito es cuestión de una estrategia menos exhibicionista y más profunda e inteligente.

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