domingo, 29 de octubre de 2017

el peor de los pecados

Las élites no perdonan. Así de simple. Desde que el mundo es mundo, los dueños de todo (vaya uno a saber cómo lo obtuvieron) son implacables con aquellos que pretenden redistribuir las correlaciones de fuerzas sociales. Se la han pasado toda la historia de la humanidad, siglos más o menos, castigando con brutalidad variable a quienes pretendan que alguna vez los de abajo puedan tener oportunidades. Como cuentan con recursos, no escatiman en utilizar lo que sea para impedir este tipo de transformaciones. 

Ahora bien, claro que su discurso es otro: hablan de libertad, hablan de trabajo, hablan de oportunidades iguales para todos. Pero al hacer esto lo único que están probando es que tras eras y eras de mentir cada vez lo hacen mejor. 

Tienen, además, la sartén por el mango, y acólitos en puestos claves, ya lo descubrió un italiano inteligente hace casi un siglo: predicadores que satanizan a la política pero que cada vez que pueden meter cuchara en el tema lo hacen con todo el corazón, pseudo educadores que se dicen de 'izquierda' pero que desde que se tiene memoria han terminado votando por la derecha, y sobre todo medios de comunicación que van en dos vertientes: el embrutecimiento de las masas por un lado, y por otro la mentira selectiva. 

Estos últimos son los peores. Están bien aceitados, y se encargan de posicionar mentiras asquerosas como sacrosantas verdades. Aparte de que manipulan y seleccionan la información de acuerdo con las más protervas intenciones: ellos, mejor que los jueces, definen quién es inocente y quién es culpable. Ellos sentencian, opinan, establecen las agendas y ponen sobre la mesa las cartas que se tienen que jugar. Ellos son juez y parte de todos los procesos. Cuando les conviene, se vuelven víctimas y convierten en amenaza de muerte cualquier parlamento de algún indignado; pero la mayor parte de tiempo son verdugos: groseros, maleducados, displicentes, dignos voceros de quienes permanecen en la sombra dictando sus agendas y premiando su divorcio con la verdad. 

El peor de los pecados, para esta gente, es pretender mejorar las condiciones de vida de los pobres, intentar volver más justa la distribución de oportunidades y privilegios. Bueno, no el peor: el peor, hablando en plata, como dicen por ahí, es conseguirlo. Como fieras hambrientas, ellos y sus acólitos intentan despedazar a quien lo haga desde todos los frentes posibles. Y si alguien lo logra, se acurrucan en la sombra para planear la destrucción y volver a detentar el poder. No importa el costo. Lo estamos viendo. Cómo alguien se atreve a confrontarlos, a señalarles sus errores, a poner en evidencia sus falacias, su procacidad, la podredumbre de sus almas. Cómo cualquier 'muerto de hambre' (lo han dicho) aspira a gobernar en lugar de sus 'notables' o sus próceres. Acabarán con él o con su obra a costa de lo que sea. No importa a quién tengan que comprar (de hecho, cuentan con todo el dinero del mundo, y es literal). No importa si tienen que poner a cualquier fantoche como presidente de la república para lograrlo. Mentir es su más grande destreza. Sobornar su mayor éxito. Enseñorearse ilegítimamente de lo que es de todos, su finalidad última.

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