Suele circular
por ahí una reflexión interesante. Si una persona te dice ‘gordo’, es su
opinión y tal vez no haya que darle importancia. Si son dos, sin relación entre
ellas, quienes te lo dicen, puede todavía seguir siendo eso: una opinión,
aunque no estaría por demás subirse a una balanza a ver qué ondas. Pero si son
tres o más las que te lo dicen, sería el momento de hacer ejercicio, ponerse a
dieta o agendar una visita a un profesional de la nutrición. Todo esto, si
entre los críticos no se han puesto de acuerdo entre ellos para el cargamontón
y si lo hacen con una intención transparente, cabe aclarar.
Y es eso lo que
ha pasado con la actitud del periodismo ecuatoriano últimamente. Ya no son solamente los reclamos del expresidente Correa, ya no es solamente la caída del 'rating' de varios medios convencionales ante los medios alternativos, sino las críticas de otros sectores. Entonces, ante un sermón
pronunciado por Fernando Ponce León, Rector de la Universidad Católica del
Ecuador, en donde censura el papel inquisidor de cierta prensa, el pleno de esa
misma prensa se rasga las vestiduras, se ofende y, como tiene a la mano los
medios necesarios, comienza con una andanada de críticas ácidas, caricaturas,
editoriales en periódicos, noticias de redacción malintencionada, etc., etc.,
etc.
Por supuesto, no
falta la estigmatización: ‘correista’. Su discurso se parece al de Correa,
gritan, vociferan, lloran, se indignan, dibujan. Y como siempre, quizá para
darle la razón al señor Ponce, lo inquieren, como relata el mismo periodista
que estuvo presente en la misa, quien, en un acto sin precedente, va a comulgar
no con la sana intención de recibir el cuerpo de Cristo para alimentar su
espíritu, sino con la bastante menos santa de inquirir al sacerdote in situ
sobre su homilía. Es tal la inquina que le provocan las palabras del oficiante,
que ni siquiera es capaz de esperar a que termine la misa e ir a plantear su
reclamo en la sacristía, como a veces hace la gente común, sino que comete el
sacrilegio de ir a comulgar sin prepararse para poder hacer el reclamo en el
lugar y el momento menos adecuados. O sea, usa el acto de la comunión para
pelear, más claro. Porque él es periodista, suponemos, y está más allá del bien
y del mal y por encima del común de los mortales.
No hace falta
tener demasiadas luces para comprender y concordar con las afirmaciones de
Ponce. Se ha visto con mucha frecuencia a presentadores de televisión, sobre
todo, literalmente atacar a sus entrevistados si no respondían a las preguntas
diciendo lo que el entrevistador o la entrevistadora pretendían que dijeran. Se
ha visto a entrevistadores y reporteros de calle interrumpir entrevistas con
enorme displicencia porque no seguían el rumbo por ellos y ellas planificado.
Todo esto, además, dependiendo o no de la coincidencia ideológica entre el
entrevistado y el entrevistador. El tono enérgico, dictaminante, pontificante,
nos atreveríamos a decir, de muchos presentadores y comentaristas de televisión
da para pensar que, por alguna razón que no queda muy clara, son (o se
consideran) dueños de la verdad absoluta. Y todo lo aquí afirmado se puede
comprobar a través de la simple observación de las grabaciones en audio o video
de las intervenciones y entrevistas de la radio y la televisión.
Caso aparte es la
agresividad que destilan ciertos artículos de opinión (siempre la misma
opinión, por otro lado) de la prensa escrita. Agresividad que muy bien puede
calificarse como odio, aunque sus autores con frecuencia declaren no odiar a
nadie o no dejar que el odio se enseñoree en sus corazones.
Sería bueno que,
por una sola vez, en lugar de arrogarse una razón que tal vez no siempre
tengan, los comentaristas, presentadores, reporteros y editorialistas dejen de mirar a quienes los critican y se miren a sí mismos y a las consignas que cumplen.
Es decir, que dejen de victimizarse como los pobres agredidos por Correa (su
inextinguible fantasma), y comiencen a preguntarse en serio por qué han bajado
tanto su ‘rating’ o las ventas de sus periódicos. Por qué la gente prefiere
informarse a través de las redes sociales, aunque sea como una fuente válida de
contraste para tener una información más completa y menos sesgada. ¿Será solo
porque Correa fue malo con ellos? ¿Será solo porque un sacerdote en una misa
dominical expresó algo que se acerca bastante a la realidad? ¿No será, mejor, de ponerse a
dieta de interrupciones, displicencia, mordacidad y agravios? Incluso mucha
gente que coincide con su posición ideológica prefiere no seguir los noticieros
debido a la carga de agresividad que se maneja en ellos.
Pero además hay
otro aspecto digno de tomarse en cuenta: debido a la simpatía manifiesta del
papa Francisco I hacia algunos líderes progresistas latinoamericanos, hoy en
día también se orquesta una campaña de desprestigio contra la iglesia católica
y sus instituciones. Parte de eso forman, por ejemplo, las denuncias de un gris
personaje autodenominado ‘diácono permanente’ y llamado por nombre y apellido
Jorge Sonnante, que en lugar de ayudar a dar la comunión a los fieles como es
la función de cualquier diácono que se respete, ha comenzado a recorrer medios
de comunicación denunciando (falsamente, según personeros de la misma iglesia)
actos de corrupción de los personajes citados en contubernio con el papa
Francisco (¡plop!). Aunque ha sido desmentido con buenos argumentos, su
tenacidad y su cada vez más frecuente presencia en medios y redes es bastante
sospechosa, más allá de su vacilante lectura y la pobreza y enrevesamiento de
sus argumentos, llegando incluso a pretender impedir la asunción al poder de
Alberto Fernández en Argentina con el argumento del fraude. Es decir, pretende
organizar un quilombo semejante al boliviano.
Como parte final,
El Comercio publica un editorial de
Miguel Rivadeneira titulado “No más odio desde el púlpito”. Es un artículo de
opinión. O sea, aunque les duela a su autor y a sus editores, una mera opinión,
válida, claro, pero no más que eso. También se podría decir, y con bases
ciertas: “No más odio desde la prensa”. No más manipulación. No más entrevistas
interrumpidas porque el entrevistador piensa con su propia cabeza. No más
campañas de desprestigio contra la libertad de expresión del cura que se expresa desde el púlpito ni
contra un expresidente que ya no está pero que es el pretexto ad hoc multiuso
para cualquier acusación fuera de tiempo y lugar.
El mundo sería otro si cada
uno se exigiera a sí mismo la décima parte de lo que exige a los demás. Ah, y
si van a comulgar, averigüen bien cuáles son las condiciones adecuadas para
recibir el sacramento.
5 comentarios:
Excelente artículo. Ya va siendo hora de que la gente honesta y responsable de este país ponga un alto a tanta infamia que vemos, escuchamos y leemos en los medios de comunicación
Excelente artículo, y con esto quiero decir que contiene mucha objetividad, resultando a la final esclarecedor.
La prensa evoluciona y no es una certeza creer que el rating disminuye en TV y radio o señalar que no se leen periódicos, sino que la sociedad entera migra a la telefonía celular. Esta situación aparece con un supuesto rechazo a la prensa y como una generalidad peligrosa.
Los acontecimientos bochornosos que involucran a algunos sacerdotes en escándalos de acoso sexual es un hecho que se difunde en redes sociales y luego se comprueba en medios de comunicación convencionales. Jamás el periodismo por su naturaleza y ejercicio profesional parte del concepto del "odio" como se señala en en los sucesos lamentables del paro indígena y de taxistas realizado en octubre pasado en Ecuador. Los medios de comunicación no informaron hechos masivos ni pretendieron parcializar la información, al contrario su rol fue de confirmar y contrastar los datos que la ciudadanía obtuvo previamente a través de mensajes de la telefonía móvil. Es decir, los periodistas fueron reemplazandos por el público común y los usuarios de teléfonos. Es lamentable que la Iglesia interprete el sentimiento del odio como categoría comunicativa, incluso con clara especialización a las doctrinas políticas populistas totalitarias de Latinoamérica. Los periodistas y columnistas de opinión rechazamos la censura y las propuestas fascistas de restringir la libertad de expresión y pensamiento. Las democracias se fortalecen con el pensamiento plural y no con el fundamentalismo demagógico de algunos sacerdotes que usan la religión para sus intereses particulares y económicos. Att Kleber Mantilla
Muchas gracias por el espacio creado... Enhorabuena nuestra coincidencia y/o disidencia https://www.youtube.com/watch?v=7Tuv2fVFWec
Gracias por lo creado... Enhorabuena nuestra coincidencia y/o disidencia..Un cálido abrazo https://www.youtube.com/watch?v=7Tuv2fVFWec
Publicar un comentario