viernes, 15 de octubre de 2021

LA FALACIA DEL RESPETO AL PENSAMIENTO AJENO


Se suele citar pomposamente una frase de Voltaire que dice, palabras más, palabras menos, algo así como: “Puedo no estar de acuerdo con lo que piensas, pero daría mi vida por tu derecho a decirlo”.

Suena lindo, ¿no? Sobre todo, cuando lo esgrimimos en forma de reclamo contra alguien que aparentemente ha violentado nuestra ‘libertad de expresión’. Pero… ¿es tan correcto como parece? ¿Se aplica en todos los casos? Y más ¿se TIENE QUE aplicar en todos los casos?

Veamos, por ejemplo, un caso en donde es un poco dudosa la posibilidad de ejercer plenamente la defensa de esta frase: ¿defendería usted el derecho de un talibán a que lleve a apedrear a su esposa porque la ha sorprendido mirando a otro hombre que accidentalmente pasaba por la calle? Siguiendo a Voltaire, debería hacerlo sin chistar: puede no estar de acuerdo, pero él tiene todo el derecho a manifestarlo y de manifestarlo a ejercerlo no media ni una fracción de milímetro.

¿O defendería usted el exterminio de alrededor de seis millones de personas basado en las ideas (de acuerdo con Voltaire, siempre defendibles, hasta con la vida, más allá del acuerdo o desacuerdo con ellas) de que la población de origen semita o hebreo debía desaparecer de la faz de la tierra? Puede no estar de acuerdo con ese pensamiento… pero Voltaire ordena dar la vida por el derecho de otro a decirlo. Y decirlo ya es hacerlo, ¿o no?

No nos confundamos: la gente tiene derecho a pensar lo que piensa, pues esos pensamientos nacen de experiencias y vivencias particulares que han conducido a ellos. Sin embargo, ¿podemos defender con la vida la maraña de pensamientos entreverados en la mente de algún asesino serial? ¿Daríamos la vida por el derecho, por ejemplo, de Jorge Videla a desaparecer y asesinar a más de 30.000 personas por supuestamente ‘defender la sociedad occidental y cristiana’? ¿Defendería con su vida la compulsión de Ted Bundy por secuestrar, violar y asesinar mujeres? ¿Se imaginan cómo sería de peor el mundo si es que defendemos con la vida la variopinta masa de ideas horribles que pululan entre seres humanos de perfil psicopático, de genocidas enfermos de odio, de fanáticos religiosos inquisidores a quienes el valor de la vida ajena les importa un bledo y ellos mismos matan por el solo hecho de creer en otra cosa o no creer…? Solo por poner tres ejemplos de entre muchas otras situaciones en las que pueden esgrimirse argumentos indefendibles desde un punto de vista sensato y humano. 

El ser humano es muy hábil para disfrazar sus más oscuras y sombrías ambiciones, sus peores intenciones y sus más aberrantes defectos con hermosas palabras e intrincados razonamientos, sin embargo, para defenderlos con la vida, o aunque sea con dos palabras, sería necesario conocer a dónde van y qué se esconde detrás de ellos.

Todo en la vida tiene un límite. Y no se escapa la frase de Voltaire. Habría que ver por defender cuáles ideas hay que dar la vida y por cuáles mejor no. Los representantes de los medios de comunicación defensores del establishment, por ejemplo, esgrimen la frase de Voltaire cada dos por tres, pero atacan con saña y maledicencia las ideas y acciones de aquellos con quienes ellos no concuerdan. Además, confunden hábilmente hechos con opiniones y acciones con motivaciones. Creen que mentir y difamar forma parte de eso que llaman ‘libertad de pensamiento’ o ‘libertad de expresión’, y se lamentan de lo lindo no solamente cuando se les critica, sino cuando se les llama la atención sobre errores de bulto o incluso cuando no se aplaude su supuestamente abnegada ‘labor’ donde no se diferencia la gimnasia de la magnesia, emitiendo opiniones como hechos y falseando verdades so pretexto de extraños ‘derechos’ inventados por ellos. 

 

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