viernes, 8 de octubre de 2021

LAS HIJAS DE YEMANJÁ


 por Michelle Mabelle

Hace pocos días fui parte de una ceremonia de bendición de autoridades del Pueblo Afro: Magia y belleza por doquier. Cantos que llegaban a estremecer, danza, color y vibración de tambores. Fue un momento hermoso, importante y conmovedor. Conmovedor no sólo por el acto en sí, lleno de historia y de memorias dolorosas, conmovedor también por que entre las mujeres representantes de la belleza Afro, entraban al círculo sagrado con vestidos muy sencillos y ojalá me permitan decirlo las compañeras a las que mencionó: tristes. Vestidos que sacarían lágrimas a la conciencia y odio al corazón. Recordé entonces toda la crítica que se le hizo a una autoridad mujer, mestiza, empoderada  por su vestido amarillo, como el sol, como el oro. Recordé también que para este evento de posesión, una amiga  me pidió un vestido y le dije que no tenía, ni uno hermoso como el de esta autoridad, ni uno triste como el de las bellas Afros. Hice memoria de cuanto tiempo ha pasado sin que me pueda comprar un vestido, cualquiera, solo uno, y no, no pude recordar.
 
Como no es de sorprenderse, nadie habló de las vestimentas de las jóvenes Afro. Es que claro, al pueblo Afro se lo tiene que relacionar con pobreza, es una condición normalizada, una violencia insospechada, es casi una costumbre.
¿Y las autoridades? ¿Ministerio de cultura? ¿Sólo sirven para meter sus amantes y botellas de licor en sus despachos?
El jueves fui parte de un evento importante. Un día cualquiera para el mundo pero importante para una Nacionalidad, para un Pueblo de los cual me siento victoriosa y responsable.

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Viajé al mar la semana pasada. La noche anterior a la visita a la playa, pensaba en la ofrenda que debía darle a la Diosa Yemanjá para que sus sirenas y ondinas, nos cuiden en nuestra estancia, fue en vano: Me metí al mar pidiendo perdón por olvidar mi ofrenda y la Madre me sacudió, me revolcó, me hundió y salí casi sin saber quien era. Fue impresionante por que el agua no superaba mi cintura, pero lo más increíble fue que al despedirme y enjuagar mis sandalias que eran de perlas (sintéticas), rompió una ola que creció de la nada en mi cuerpo: me volvió al suelo con toalla, sandalias y mucho asombro. Me levanté pidiendo ayuda y me quedé estupefacta esperando que el mar escupa mis sandalias regaladas como símbolo de amistad. Nada, se las tragó. Tarde comprendí que las ofrendas tienen que cumplirse, que no son juegos que se hacen para demostrar el folklore ancestral, que los ritos son sagrados y que la Madre se enamoró de mis sandalias por las perlas que parecían mucho a las paridas por sus conchas. Se llevó la ofrenda, la que ella quiso y enseguida el mar bajó su furia. 
 
263 kilos de esfuerzo, dolor y dedicación
(Bajado del internet) 
 
Lo del vestido es importante, sí lo es. No tengo un vestido, ni un pantalón, ni una linda blusa. Nunca me ha importado. Tenía unas sandalias que espero que alguna hermana las reciba de los brazos de Yemanjá. Quisiera que todos tengamos un lindo vestido para lucirnos cuando queramos, cuando nos lo merezcamos, quisiera que todos tengamos un color, una bandera, pero lucirla con ganas y con alegría.m Quisiera que las medallistas que vienen cargadas de sueños cumplidos de raza Negra, sean amadas, celebradas, que tengan una vida digna para que otras más vengan no solo con oro en el cuello, sino con amor en su corazón, lindos vestidos y sobre todo que ningún semi-periodista les hable de platos, enamorados, cocinas, quiero respeto para todas, en especial y más que nadie y que a nada, a las hijas de Yemanjá  que se lo merecen.

#EcuadorTierraDeCampeonas

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