jueves, 4 de diciembre de 2025

NO SE DEJE ASUSTAR, PABEL

La Iglesia Católica es una institución que durante varios siglos se dedicó a hacer carne en palito con aquellas personas que le resultaban sospechosas de herejía. No contamos aquí con el espacio para detallar lo ominoso de los procesos que conducían a tales acciones. Sin embargo, llama la atención cómo esa misma institución, sin el menor asomo de sangre en la cara, en este tiempo pida ‘respeto’ para sus creencias y las manifestaciones de sus doctrinas. Y no solamente eso: lo hace con selectividad.

En este país del escándalo diario, hace pocos días se destapó la olla de uno más: se realizó una presentación drag, llamada Aristocracias, en el auditorio del Museo de la Ciudad, auditorio que, cuando tal museo era un hospital regentado por clérigos y monjas, era la capilla del recinto. Dicha capilla fue desacralizada en el año 1998 por la misma burocracia eclesiástica, precisamente para convertirse en un auditorio que pudiera ser utilizado con fines diferentes a los litúrgicos y religiosos. Como el Museo de la ciudad es administrado por el Municipio de Quito, cuyo alcalde llegó al cargo representando a la Revolución Ciudadana, en seguida la prensa corporativa y otros estamentos vieron la oportunidad de oro para indignarse, denostar, criticar y dejar en mal predicamento a Pabel Muñoz.

Hasta ahí ya se ha dicho suficiente, sin embargo, no está por demás recordar o rehacer ciertas puntualizaciones. Imaginemos por un momento que el Municipio negaba el permiso para la presentación en cuento. ¿Cómo habrían reaccionado la prensa y los otros detractores del alcalde? Con fe y alegría, se habrían puesto a tratarle de intolerante, de homofóbico y un vasto etcétera, y creo que hasta la Conferencia Episcopal habría guardado respetuoso silencio o habría hecho mutis por el foro para que no les digan que defienden la mariconada. Palo porque bogas, palo porque no bogas. La consigna es irse con todo contra la Revolución Ciudadana, no vaya a ser que vuelva a demostrar que el progresismo sí puede tener éxito en este mundo neofascista y traicionero.

Periodistas con tres o más divorcios a cuestas saltan a defender el catolicismo, proclamando que es la religión mayoritaria del pueblo ecuatoriano y que hay que respetarla cueste lo que cueste. La Conferencia Episcopal salta como canguil y de seguro que si le proponen que la ex capilla vuelva a ser capilla con tal de hablar mal de la RC lo aceptarán en un minuto, olvidando las veces que sus personeros han violentado de las maneras más burdas y procaces los cuerpos de niños, niñas y adolescentes (templos de Dios, según reza la  misma religión) en prácticas que no distinguen el homo del hétero y que se han castigado proverbialmente con cambios a otra parroquia o iglesia donde con toda comodidad los castigados seguirán haciendo lo mismo sin que nadie se dé cuenta.

La salud pública en el país se desmorona, las muertes violentas alcanzan cotas históricas y los escándalos de corrupción gubernamental también comienzan a saltar como canguil. Pero lo único que importa es que unas cuantas personas de la comunidad LGBTIQ+ han osado actuar en un espacio laico desde hace casi tres décadas. Eso es lo que hay que denostar. Nada más. Y en ese contexto, al alcalde Pabel Muñoz no se le ocurre nada mejor que rezar un acto de contrición vergonzante ante la Conferencia Episcopal y quien más quiera escucharle (seguramente con una sonrisa cínica ante su ingenuidad) disculpándose en nombre de alguien no determinado por haber cometido la osadía de utilizar un recinto que desde hace veintisiete años es un lugar laico, con fines de visibilizar lo que por prejuicio debe seguir siendo invisible, por más que haya existido siempre.

Desde una trinchera personal, siempre se ha defendido la gestión del alcalde, haciendo incluso de la vista gorda sus extraños apoyos y fijándonos mejor en la gran obra púbica que sostiene su mandato. Pero en ese mismo contexto, cabe preguntarse… ¿de qué se arrepiente o cree que tiene que arrepentirse? ¿Por qué pide perdón? ¿Hace méritos frente a la quiteñía de bien que lo desprecia y se lo quiere bajar… para qué? ¿Para que el Roque Sevilla deje de codiciar la gestión del metro? ¿Para que  los labios tuneados de la Hinostroza dejen de ser trompa  y se vuelvan sonrisa irónica? ¿Para que la plutocracia al mando le perdone la vida y el fantasma de un impresentable de apellido Guarderas deje de perseguirlo?

Querido Pabel, haga lo que haga, el enemigo siempre será el enemigo, y lo peor que se puede hacer es caer de rodillas ante él a pretexto de conciliación y respeto. Téngalo en cuenta, y no se deje asustar.  

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