jueves, 5 de septiembre de 2013

LO QUE CREO...

Nadie es perfecto. Ni siquiera Jaime Guevara. Ni siquiera Rafael Correa.
No se puede negar, por otro lado, que la irreverencia de Jaime Guevara puede llevarlo a acciones, gestos o palabras que sobrepasan el límite de lo aceptable. Y no se puede negar que Rafael Correa, al calificar a Jaime Guevara como una persona adicta a sustancias, habló desde un prejuicio basado en estereotipos antes que desde la ponderación real de los hechos, desconociendo además que, para quienes la padecen y para sus familiares, la adicción es una enfermedad antes que un estigma que deba ser tratado desde un moralismo trasnochado.
Tampoco se puede negar el aporte de Jaime Guevara a la canción de autor y a la cultura en general en el Ecuador. Y quien niegue todos los aportes positivos de Rafael Correa a la vida cotidiana y al crecimiento de este país es porque es el típico ciego que no quiere ver (o sea, el peor, según reza un conocido refrán).
Por eso resulta triste ver cómo, a partir de un incidente en donde ninguna de las partes tuvo una actuación ciento por ciento madura y ponderada, los ánimos se polarizan y la gente toma partido de una manera muy similar a quienes participaron en este suceso: desde las vísceras. Los partidarios de Guevara, con epítetos groseros y ácidos sarcasmos acusan a Correa de grosero y deslenguado. Los partidarios de Correa, partiendo de estereotipos infundados y una moralina más bien barata, acusan a Guevara de inmaduro y salido de madre.
Se ignoran, como siempre, los contextos y sobre todo los aportes de los dos personajes a lo que este país requiere y necesita. A la procacidad se une la ingenuidad: acabemos con Guevara porque no importa que sea un cantautor contestatario y prolífico y su aporte a la cultura popular nos vale un soberano rábano. Acabemos con Correa porque todo lo que ha ganado este país es una migaja frente a un malhadado comentario no del todo verídico, hecho, para peor, en uno de sus enlaces semanales.
Los medios privados, que jamás estuvieron presentes para difundir la música de Jaime como se merecía o para promocionar sus producciones, ahora, como les conviene, le conceden un espacio inusual (si lo hubieran hecho igual cada vez que salía un nuevo álbum, Jaime Guevara sería uno de los cantautores más conocidos de Latinoamérica, y posiblemente de todo el mundo), y por supuesto, reproducen cada insulto o acusación a Correa relacionada con estos acontecimientos, como ya es costumbre.
Voces estentóreas apoyan la poco ponderada actitud del mandatario, que según mi humilde criterio habría hecho mejor en ignorar el  gesto desaprensivo del cantautor y así dejar las cosas en el punto adecuado. Otras voces estentóreas piden la cabeza de Correa por haber agredido al cantor popular sin que nadie se acuerde de cómo era este país hace tan solo diez años. Los medios privados, corifeos de la oposición, aprovechan para pescar a río revuelto y así contribuir, no sin mala intención, al zafarrancho. Y es ahí donde cabe preguntarse:  ¿a quién le importa realmente el destino del país? 

martes, 9 de julio de 2013

LA CONDICIÓN HUMANA, QUE LE DICEN


Toma tiempo esto de comprender el funcionamiento de los seres humanos, pero poco a poco, y observando, podemos darnos cuenta más o menos de por dónde van las cosas. Aquí algunos ejemplos:
  • Una persona que mata a otra va a la cárcel por asesinato. Una persona que mata a mil en una guerra es condecorada y pasa a la historia como héroe.
  • Hitler, que se dedicó a torturar de modos espantosos y a exterminar judíos y otros seres que no cabían en su estándar de perfección durante alrededor de diez años, es la imagen emblemática del mal. La Iglesia Católica, que hizo lo mismo durante tal vez nueve o diez siglos (sí: dije siglos), sigue siendo una de las imágenes emblemáticas del bien.
  • Cuando Stalin envió a un sicario a través del mundo para matar y exterminar a Trotsky fue un crimen. Ahora que se persigue a Edward Snowden por todo el mundo con una ferocidad inusitada y se ha llegado a poner en riesgo la vida de un Presidente de una República Latinoamericana en ese trance, es un acto de patriotismo y defensa de la seguridad de un país (algunos desfachatados dicen que hasta del mundo).
  • Cuando la prensa mete cizaña, tergiversa información, utiliza ironías y sarcasmos ácidos está ejerciendo su libertad de expresión. Cuando el presidente Rafael Correa se excede en el uso de los adjetivos calificativos descorteses, es un grosero y un prepotente.
  • Para ciertas creencias religiosas y homofóbicas, la homosexualidad es un pecado mortal, pero para ciertos voceros de la Iglesia Católica hay que comprender a los curas pederastas... seguro no lo hicieron por maldad, algún trauma deben haber tenido. Y lo que es peor: hay que cambiarlos de diócesis y quedarse calladitos.
  • La misma Iglesia Católica censura a las otras religiones donde tiene poder, y defiende a capa y espada la 'libertad de cultos' donde no manda.
Y así... ¿se les ocurren más ejemplos?

[De todas formas les advierto que, como no soy fiel creyente de eso que le dicen 'libertad de expresión', censuraré los comentarios que me agredan, después de todo, posiblemente intervenido por la CIA y todo, este es uno de MIS blogs.]

miércoles, 12 de junio de 2013

LO QUE NO ES LEGAL NO EXISTE

Vivimos de ilusiones. Buenas y malas. Pensamos que si una cosa no está aprobada por la ley, simplemente no existe, y por eso nos asustan tanto las despenalizaciones y las supuestas 'legalizaciones' de cosas que en realidad suceden, y de la peor forma, hace rato en nuestro medio. Veamos algunos ejemplos de muestra:
  • El aborto: Este es el más neurálgico de todos. Los movimientos pro-vida se desesperan luchando para que el aborto no se 'legalice' en nuestro país, y lo peor de todo es que lo están 'logrando'. Porque tal vez, aunque la despenalización, que no legalización, del aborto no conste en la letra de la ley, sabido es que en este país el aborto es una vieja e inveterada costumbre, practicada tanto en respetabilísimas clínicas particulares como en impresentables 'consultorios' de emergencia en donde cuaquier cosa podría suceder al amparo de la supuesta ilegalidad y por lo mismo inexistencia del problema. No tenemos noticia, en ningún caso, de que algún médico, enfermera, padre de familia preocupado por su honor, madre de familia preocupada por el qué dirán, muchacha desesperada o novio en apuros haya sido encausado, de manera legal, por practicar esta ilegalidad, o sea este delito. Y sin embargo sabemos que existe, que se da de una manera casi cotidiana y de que, precisamente por la prohibición no se puede dar en las mejores circunstancias posibles ¿para quiénes? para la gente más pobre y desesperada, obviamente. Porque ¿quiénes sufren infecciones terribles, problemas de esterilidad o incluso la muerte al practicarse un aborto clandestino? No son precisamente las personas que pueden acudir a una clínica particular pagando lo que sea para cometer la ilegalidad correspondiente, sino, como ya dijimos, las personas de escasos recursos económicos. La despenalización facilitaría, entre otras cosas, que se salvaguarde la integridad y la vida de las mujeres y familias que, ante una circunstancia desesperada, tomen esta personalísima decisión. 
  • El matrimonio igualitario: Ahora sufrimos porque quieren legalizar el "matrimonio gay". Sufrimos tanto que no nos damos cuenta de que hasta el Presidente Rafael Correa se opone y muchos, en el fragor de su anticorreísmo unido a un curuchupismo irrestricto, andan sufriendo porque 'Correa va a aprobar el matrimonio gay' (textual). Cabe ahí la misma pregunta: ¿no existe el matrimonio igualitario en nuestro medio? ¿Qué es un matrimonio? Un matrimonio no es más que un contrato firmado por dos personas (hasta hace poco de sexo diferente) en el cual las partes se comprometen a una serie de obligaciones mutuas. Aunque en el cine y la literatura romántica se equipara el matrimonio a una unión de amor, sabido es que el matrimonio por amor es un invento reciente, y que más que el amor salvaguarda la institucionalidad de la familia y sobre todo la economía de la pareja que opta por casarse. Tras la firma del contrato de matrimonio (civil o religioso) y la correspondiente fiesta, lo que viene es un trabajo más o menos arduo, dependiendo de las circunstancias, para sostener el contrato durante el mayor tiempo posible. Quienes se han casado mantienen relaciones sexuales 'legítimas' y exclusivas (al menos en teoría), viven bajo un mismo techo (salvo excepciones) y en las ceremonias religiosas se juran (a veces en vano) amor, respeto, fidellidad y colaboración de por vida. Sabido es que, hoy por hoy, toda esta parafernalia se pone a hacer aguas por todas partes. Si bien hay matrimonios muy felices, fieles y duraderos, también existen de los otros, y cada vez son más. Por otro lado, respecto de los matrimonios entre parejas del mismo sexo, ¿seguro no hay? ¿Qué es, entonces, una unión de dos personas del mismo sexo que viven juntas, comparten espacios y bienes y que, por si acaso las mismas familias que los repudiaron al conocer su condición algún rato quieran apropiarse de los bienes que uno u otro dejan, han firmado en una notaría un contrato de mancomunidad de bienes y otras cláusulas de convivencia a largo plazo? Si eso no es un matrimonio, perfectamente legalizado, quiero saber lo que es. Algunos, hasta hacen una fiesta el día de la firma del contrato. 
  • El consumo de ciertas drogas: Entramos en terror porque quieren 'legalizar las drogas'. Si una camina a ciertas horas del día por ciertos sectores de la ciudad podrá darse cuenta de que las drogas se expenden y se consumen libremente a vista y paciencia de autoridades y público en general. El consumo de drogas en el mundo, no se diga en Latinoamérica y el Ecuador, es endémico. Un gravísimo problema de salud pública. Y la penalización lo único que ha conseguido ha sido convertir el narcotráfico en el más perverso y lucrativo negocio de nuestro tiempo, mientras la drogadicción campea por todas partes riéndose en nuestras narices de la ingenuidad que nos hace impedir su 'legalización'...
Sé lo que me dirán: entonces legalicemos el asesinato, la violación, el robo a mano armada... No lo creo conveniente ni me voy por ahí. Como dice un viejo refrán español: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Sin embargo, los temas citados en este artículo se relacionan ante todo con situaciones y decisiones personales, o que exigen acciones en otros campos (la educación, la salud, los procesos de rehabilitación, las estructuras sociales). Es curioso que los mismos que claman por la libertad religiosa, por ejemplo, pidan 'todo el peso de la ley' para acciones que tienen que ver en mucho con ciertas libertades y opciones de consciencia. Y en último caso, comprendiendo que toda sociedad necesita de regulaciones y consecuencias, cabría preguntarse si la prohibición y el castigo han sido realmente efectivos en la prevención de cualquier delito.

lunes, 4 de marzo de 2013

DE ACUSACIONES, PREJUICIOS, MARCHAS Y REALIDADES


Cuando Karina Del Pozo desapareció, rápidamente se le endilgó la culpa a un anónimo taxi cuyas placas los amigos de la joven 'se olvidaron' de apuntar. Viejo recurso del encubrimiento del crimen en donde la atención se desvía hacia otro lado para despistar, pero eso no es lo grave de esta historia, después de todo, ¿quién no quiere proteger a sus amigos? ¿o quién no recibe presiones para hacerlo? 
Los sucesos que conforman este hecho, como los acontecimientos desperdigados en una narración policial vanguardista, se acumulan en una macabra sucesión de indicios: una fiesta, un grupo de amigos que salen de ella, entre ellos una joven atractiva, huérfana; una desaparición, una acusación falsa, unos descubrimientos que parecen apuntar a la verdad de lo ocurrido: ningún taxi, el auto donde el grupo de jóvenes se alejó con manchas de sangre, de tierra, con huellas de violencia. Y el cuerpo de la joven de veinte años abandonado en una quebrada. 
No faltan, por otro lado, cierto tipo de reacciones que podríamos calificar de 'folklóricas' por decir lo menos: marchas que piden 'justicia', plantones que frente al palacio de Carondelet exigirán 'seguridad'. (Me pregunto, en los países más azotados por serial killers -Estados Unidos, Inglaterra, Colombia... - ¿se hace este tipo de cosas?) Como pueblo, como colectividad, todavía confiamos en el recurso del 'emperro' para que alguien a quien hacemos responsable absolutamente de todo se encargue de resolvernos cada problema que se nos presenta. 
Sin embargo, estas líneas van en otra dirección. Obviamente, una sociedad debe tener mecanismos de regulación y sanción de las conductas delictivas (aquello que llamamos justicia), y mecanismos de control y protección de las personas (seguridad). Sin embargo, este tipo de situaciones no pasan solamente por cuestiones judiciales o de control de la seguridad. 
La pregunta que subyace, que a todos nos ataca es, como sociedad, como grupo humano, como laboratorio de relaciones entre géneros, ¿qué nos está pasando? Una muchacha joven, carismática, trabajadora, hermosa muere a manos de sus 'amigos'. Aunque todavía no se lo ha demostrado en los estudios y autopsias, resulta obvio que el tema sexual está de por medio. Y la violencia: la muchacha muere presumiblemente de un golpe en la cabeza. 
Difícil reconstruir la historia sin estremecerse. En una proporción de tres a uno, si no más, Karina es atacada. Eso se llama cobardía. ¿Qué quisieron hacer con ella? Aprovecharse de su cuerpo, de su sexualidad, de su condición de mujer. Eso, por más repetido y común que sea, no tiene nombre. ¿Quisieron asesinarla, de entrada? ¿Fue un accidente? Muere a causa de uno o varios golpes, de seguro fue intimidada con armas reales o improvisadas. Esa es la esencia del crimen.
Y luego culpamos a un taxista que afortunadamente no existe. Ahí radica una extraña mezcla de ingenuidad y mala fe.
Pero sorprende más dolorosamente aún la edad y condición de los otros personajes de esta historia, los agresores: de 19 a 26 años. Clase media universitaria. Hijos de familia. No se está hablando de hampa, de crimen organizado, de pandillas marginales. Se está hablando de muchachos con los que cada día podemos compartir, tus amigos, los míos, tus alumnos, los míos, tu hijo, el mío... Un titular escalofriante: "Karina del Pozo conocía a sus asesinos".
Me pregunto, ¿cómo se puede vivir así? ¿Qué pecado es ser hermosa, atractiva, sensual? ¿Qué pecado es resistirse a los requerimientos que sobrepasan lo que una desea? ¿Qué les da a los 'amigos' o pretendientes de una joven el derecho a disponer de su cuerpo, de su vida y de su muerte solamente por un capricho que aparte de todo puede ser exacerbado por el consumo de alcohol y otras sustancias? ¿En dónde se quedó el respeto a la vida y a la persona como tal, cuándo nos olvidamos de inculcarlo en nuestros jóvenes?
Por todo eso, antes de la concentración en la Cruz del Papa, o la marcha hacia Carondelet y el consiguiente plantón para pedir justicia y seguridad y así desligar nuestras responsabilidades en hombros ajenos, sería conveniente que, como ciudadanos y ciudadanas, como gente adulta, como miembros de una sociedad en donde estas cosas suceden con más frecuencia de la deseable (un solo caso ya sería demasiado) hagamos una concentración hacia dentro, una marcha hacia nuestro interior, un plantón en nuestra consciencia, y nos preguntemos cada uno y cada una cuál es nuestra pequeña o grande responsabilidad en esta racha de descomposición ética y humana que se vive en el día a día de nuestro mundo.

martes, 12 de febrero de 2013

JULIO CORTÁZAR


Hace veintinueve años estaba escuchando la Radio Exterior de España en onda corta mientras hacía mis deberes de la universidad, cuando de repente saltó la noticia: Julio Cortázar acababa de fallecer en París. Me tocó. En aquel entonces era muy joven, y Cortázar se me aparecía en el panteón de mis dioses como uno de esos seres que no adolecen de la principal característica de los seres humanos: la mortalidad.
Poco tiempo antes lo había descubierto, movida por la curiosidad que me ocasionaron algunos sucesos universitarios de los que prefiero no acordarme. Y todavía recuerdo el extraño sentimiento, mezcla de pánico y fascinación, que me acometió al leer el emblemático cuento "La noche boca arriba", o la sorpresa que siempre acompañó los encuentros con sus palabras, con su finísima ironía, con su humor inteligente, con la fuerza poética y el desconcertante y maravilloso mundo al que siempre me condujeron sus palabras, sus poesías, sus cuentos.
Aquella fue tal vez la primera vez que tuve un sentimiento de orfandad ante la muerte de alguien que, técnicamente hablando, era un perfecto desconocido. Curiosa familiaridad la que compartimos con nuestros 'ídolos' sin que ellos lo sepan ni lo sientan igual.
Sin embargo, mientras va pasando el tiempo y miro el asombro en los ojos de mis estudiantes, y cómo sus palabras continúan llegando a las mentes y las almas de los jóvenes más allá de la muerte y la caducidad de las personas, comprendo que, ya en vida, Julio Cortázar era aquello que llamamos un clásico, y que lo seguirá siendo a lo largo del tiempo. Pues sus aportes a la literatura, y a través de ella al alma y a la consciencia de las personas van más allá de lo meramente accidental, no pueden constituirse en moda ni barniz cultural.
Salud, maestro, en el aniversario de su paso a dimensiones más etéreas. Y como digo siempre: gracias por existir. Y por seguir existiendo a través de sus historias.

jueves, 31 de enero de 2013

DESCONCIERTO


No es nada personal. Tampoco es su homofobia lo que más me perturba o me incomoda, porque creo que ahí no está el meollo del asunto. Para mí, el meollo de ese asunto está en otra cosa, mucho más sencilla: ¿por qué el PRE eligió al pastor Nelson Zavala como candidato presidencial?
Me devano los sesos preguntándome cuál será el motivo fundamental de semejante decisión. En un tiempo de apertura mental, de retroceso del patriarcado, de cuestionamientos al monoteísmo, y cuando la unión Iglesia-Estado lleva más de un siglo de agonía, en un país, además, mayoritariamente católico, escogen como candidato a un pastor evangélico cuya bandera de campaña son la intolerancia y el teocentrismo.
Del fundamentalismo islámico (recordemos que Abdalá proponía la castración para los violadores) pasamos al fundamentalismo cristiano, y realmente solo la seguridad de que no va a ganar me sostiene en la tranquilidad que, sin embargo, no deja de verse afectada por el desconcierto. Pienso que, si es un hombre pensante, como a veces aparenta, ni siquiera el mismo Dalo Bucaram está en tales niveles de enajenación.
No quiero aventurarme a dar un pronóstico para su votación, pero estoy segura de que será ínfima. No tiene de dónde sostenerse. 
La pregunta siempre pasa por lo mismo: ¿qué clase de gente, de país nos creen? ¿Creen que la homofobia puede ser un argumento válido para captar votos en un país en donde existen millones de problemas más acuciantes que la presencia de una orientación sexual por demás legítima, aunque a algunos no les guste?
Lo único que se me ocurre es que el PRE eligió a semejante candidato porque no quiere ganar. ¡Ni de fundas!

miércoles, 27 de junio de 2012

BONDAD


Se me acusa de "correísta" (como si fuera malo, además). Sin embargo, la política es solo uno de los temas que eventualmente me pueden interesar, y desde luego mi filiación política e ideológica jamás me podrá definir como persona per se.
Precisamente por eso, ahora voy a relatar un simple hecho que presencié en la carretera, y que me ha hecho pensar en que si bien muchas veces me he referido a la humana como una especie perversa con otras especies y con individuos de la misma especie humana, de repente un suceso muy simple termina de devolverme la esperanza y de rebajarme la decepción. 
Uno de estos días tuve que ir al pueblo de Carapungo, cerca de Quito, a hacer un trámite de líneas telefónicas. En la entrada al pueblo hay un semáforo un poco complicado, de flechas y de tiempos cortos, programado, como muchos otros semáforos de Quito y Pichincha, para los vehículos y sin pensar medio minuto en que las personas también caminan sobre la tierra. En el extremo del parterre, al pie del semáforo estaba un vendedor de refrescos congelados, haciendo una pausa de su trabajo; y junto a él, un niño de escuela, posiblemente de unos siete años, intentaba cruzar la vía de cinco carriles cada vez que cambiaba la luz. El niño daba unos pocos pasos, pero las flechas de curva a la izquierda autorizaban el paso de vehículos que, para variar, no se detenían ni siquiera al verlo, y luego ya se cambiaba la luz para el paso en línea recta. Entonces el niño regresaba al parterre corriendo, a seguir esperando. Lo intentaría dos o tres veces, hasta cuando el vendedor de refrescos congelados dejó su carrito, se acercó al niño, le tomó de la mano y en cuanto lo autorizó la luz lo concujo rápidamente hasta dejarlo bien encaminado hacia la acera de enfrente. El niño sonreía, feliz y aliviado de encontrarse a salvo por fin.
No quiero referirme ahora a las decenas de conductores que ni siquiera miraron a ese pequeño niño sin pensar en que solo con pisar el pedal del freno habrían hecho ya su buena obra del día. Prefiero hablar del sencillo hombre joven que ofrecía su venta bajo el semáforo, en su simple gesto de solidaridad con alguien más desvalido que él, y en cómo la bondad aparece, devolviéndonos la esperanza y sobre todo el ejemplo de que no nos hace falta demasiada preparación ni cantidades sobrantes de dinero para ser solidarios, y serlo de manera muy efectiva.

viernes, 15 de junio de 2012

IDEAS COMUNES EN TORNO A LA DROGADICCIÓN (FINAL)


¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?

Quizá ellos fueran una solución después de todo.

[Konstantinos Kavafis]

La drogadicción no es delito, por más que bajo sus efectos se cometa toda clase de delitos. El consumo de drogas no es pecado aunque el último Papa lo haya decidido así. La adicción es una enfermedad del alma. Y como ha ocurrido con todas las pandemias que en el mundo han sido, es una metáfora del ambiente en donde se produce. Y como toda enfermedad de la mente y el espíritu, habla más de quienes se creen ‘sanos’ que de los que se muestran enfermos.
Con frecuencia, cuando en una familia se presenta un problema psiquiátrico, si con el tratamiento adecuado esa persona comienza a superarlo, otro miembro de la familia manifiesta síntomas, si no de lo mismo, de algo similar. ¿Por qué? Porque el enfermo original no era más que el síntoma de una patología familiar.
Quienes conocen el tema dicen que la adicción nace de una falta de arquetipo paterno. Surge entonces la idea de que en esta sociedad de súper mamás, hedonismo más allá de cualquier lógica, consumismo irracional y desarticulación familiar, de hecho, sin el arquetipo paterno, que es el que a través del orden y la cultura pretende moderar la predominancia del instinto y el desenfreno, no es extraño que esta enfermedad, en otras épocas casi inexistente, ahora sea uno de los males más comunes y ‘emperrados’.
La adicción también habla de dolor y de falta de fortaleza espiritual para saber resistirlo. De una necesidad imperiosa de calmar un profundo dolor interno. ¿Qué le duele al adicto? Le duele la vida. El sinsentido. Los vacíos afectivos que se acarrean desde la infancia e incluso los de generaciones anteriores. Con demasiada frecuencia, una persona adicta quiere morir para ya no sentir. En un mundo que pretende llenar la vida con objetos, sean estos un celular blackberry o un balero del Chavo, el vacío del alma no tarda en hacerse sentir de cualquier manera, y cuando no se pueden conseguir los objetos o cuando descubrimos que los objetos no bastan y el vacío se vuelve intolerable, entonces las sustancias que alteran los estados de conciencia pueden resultar un buen sucedáneo para ayudarnos a seguir con la vida… o a terminar con ella.
Pero si vamos un poco más allá, el ‘pecado’ de la adicción, como muchos pecados de herejía, habla también de búsqueda. Y en muchos casos habla de una búsqueda espiritual, aunque sea con los procedimientos más erróneos y las terribles consecuencias que conocemos. Ese intento de comprobar si las supuestas verdades con que nos desmamantaron realmente lo son. Y el dolor de descubrir que no es así.
Si bien en el corto plazo la prevención y cierto tipo de control podrían parecer soluciones válidas para esta enfermedad, me atrevería a afirmar que la verdadera solución se dará a un plazo muy largo. Como a los bárbaros de Kavafis, el mundo actual necesita de los adictos para tener, por un lado, una excusa para armar aparatos represivos y círculos de poder; y por otro lado los adictos son necesarios para constituirse en el espejo de nuestro propio mundo vacío de significados y de calidez.
La verdadera vacuna contra esta epidemia consiste en la recuperación del alma: del alma del mundo y de las almas de las personas. La pregunta sería ¿cómo hacerlo? Más allá de las soluciones policiales y de la inútil normativa religiosa, el trabajo espiritual que ya se aplica en muchos procesos  de rehabilitación y apoyo a adictos puede ser una herramienta válida, por el momento, porque tal como está, cambiar el mundo nos tomará milenios… aunque no se descarta que se lo pueda hacer.

IDEAS COMUNES EN TORNO A LA DROGADICCIÓN (III)

Una de las primeras acciones del papa Benedicto XVI en su pontificado fue la de ‘elevar’ la drogadicción al estatus de pecado. Como muchas cosas que hacen los pontífices, supongo que pensó que con eso ya era suficiente. Y debe estar durmiendo muy tranquilo respecto del tema, mientras en el mundo la gente se sigue drogando (como sigue fornicando, mintiendo y matando) sin el más mínimo recato. O sea, ahora drogarse ya es pecado. Hurra.
En el mundo legal, drogarse, vender droga, comprar droga siempre ha sido pecado. Y un pecado gravísimo que, como todo pecado, trae grandes réditos no necesariamente a los pecadores a pequeña escala, sino a quienes medran de la debilidad humana ante las sustancias. La penalización de las drogas, de su uso, de su producción y de su expendio es, hoy por hoy, uno de los pilares que sostienen la economía mundial. Y tal vez ese sea uno de los principales motivos por los cuales se la mantiene aunque resulta evidente que tal penalización no ayuda para nada a solucionar el gravísimo problema de la adicción a las drogas en nuestro mundo y en nuestro tiempo.
Ahora último, en nuestro país, ha comenzado a aplicarse una especie de ‘Ley seca moderada’, con la intención de reducir las tasas de delito, concretamente de homicidios, que van al alza. Se sigue pensando que la calentura está en las sábanas. La culpa de los asesinatos no la tienen la sobrevaloración del dinero ni la desvalorización y el irrespeto a la vida humana (a cualquier clase de vida, diríamos), sino el alcohol. Ah, ya. Si hubiéramos sabido eso antes, cuántas vidas se habrían salvado, ¿no? En cualquier borrachito de esquina se puede esconder un peligroso asesino en serie, y así nos olvidamos del acertado proverbio de que, por otro lado, ningún borracho come mierda.
El discurso oficial respecto del tráfico de drogas sigue siendo el de la penalización y el control como medida infalible. A las familias, a los padres y a las madres se nos insta a espiar y revisar las pertenencias de nuestros hijos y a establecer un estricto sistema legal de control. No quiero con esto afirmar que esté mal que en los hogares haya normas claras y consecuencias firmes ante ciertas conductas, pero eso no lo es todo. Cuando se evidencia que un hijo o una hija por desgracia consumen drogas, la primera pregunta/acusación que se hace es: “¿Y cómo lo pudiste permitir?” “¿Por qué habrás perdido autoridad?”
En esta misma línea, se insta a las autoridades de los colegios y a los profesores (lo dije en una entrega anterior) a vigilar y controlar la distribución y el consumo en las aulas, desconociendo por otro lado la personalidad escurridiza y hábil de los adictos y de los ‘brujos’, que con frecuencia son una misma persona. Se nos eleva a todos al rango de detectives privados, tengamos o no las aptitudes para serlo. No podría negar que muchas de las personas que están a favor de mantener la penalización de la distribución y el consumo de drogas tienen buenísimas intenciones y lo hacen de buena fe. Sin embargo, es precisamente en la prohibición en donde se asienta el narcotráfico como una de las más perversas y productivas industrias de nuestro tiempo.
Por otro lado, y cuando el mundo tiene ya una edad que sobrepasa en mucho la madurez, convendría que comprendiéramos que las prohibiciones, no en todos, pero sí en muchos casos, lo único que logran es exacerbar el deseo de probar y de hacer lo ‘prohibido’. Y el consumo de drogas es uno de los ejemplos más patentes de esta realidad.

IDEAS COMUNES ENTORNO A LA DROGADICCIÓN (II)

Una de las más comunes ideas o teorías respecto de la drogadicción es la de la prevención. Diríamos Prevención, así, con p mayúscula. Sabemos, como dice algún refrán, que una persona prevenida vale por dos, y que más vale prevenir que lamentar. Sin embargo, de lo que se puede observar, quizá la Prevención en lo que se refiere al uso de drogas no esté demasiado clara.
Por ejemplo, para prevenir el uso de drogas en nuestro hogar se nos aconseja el más descarado espionaje: observa a tus hijos. Observa con quién se llevan. Observa cómo tienen su habitación. Observa la música que escuchan. Observa su lenguaje, su aspecto, su olor. Cuando no estén presentes, hurga, revisa sus mochilas, ausculta el interior de sus libros, los bolsillos de su ropa. Ponte pilas. Si andan con los ojos rojos no ha de ser porque han llorado o se han trasnochado.
La pregunta clave es: ¿se puede vivir así? Digo, entrando en una definición de vida acorde con lo que se ha dado en llamar “sumac causay”. Al promover este tipo de actitud, lo único que se está haciendo es favorecer algo que, en últimas, es tan pernicioso como la misma adicción: Codependencia, y si la pongo en mayúsculas es porque la Codependencia no es otra cosa que la adicción a cualquier persona, en este caso al adicto: la adicción a pretender que se puede controlar su vida, a la ilusión de que es posible impedir que consuma sustancias, y en últimas una adicción tan insidiosa, incurable y mortal como puede ser la adicción a la base de cocaína o a la heroína.
Otra sugerencia para prevenir el uso de drogas es la información. Tal vez esto sí resulta más lógico: informar a nuestros jóvenes acerca de los peligros y los daños que las sustancias producen en el organismo humano. Esto me lleva a recordar con ternura mis años colegiales, cuando un poco de monjitas bien intencionadas (no lo dudo) decidieron que una forma de evitar que usáramos y abusáramos de nuestra sexualidad era informarnos. Todavía recuerdo esa lámina tamaño mapamundi del corte longitudinal de un pene gigante con el que pretendían darnos una educación sexual apropiada.
Por otro lado, y poniéndonos la mano en el corazón: ¿previene algo la información? Porque existe otra información de primera mano que también es cierta y real: la información acerca de la maravilla que es consumir cierto tipo de sustancias. ¿Qué importa que se te dañe el cerebro de por vida si has conocido el paraíso aunque sea por un par de segundos? En un mundo, en una cultura inmediatista y hedonista como la nuestra, ¿qué aporta la información a la prevención en el uso de drogas? ¿realmente a una persona adicta le importa lo que las sustancias que consume le hagan a su organismo? Un adicto a lo que sea busca llenar con sensaciones los huecos de su vida emocional, y la información biológica acerca de los efectos de inhalar pintura o cemento de contacto poco o nada puede hacer en relación a esa desesperada filiación con la sustancia. Y por otro lado, sabido es que lo prohibido, tenga los efectos que tenga, llama mucho más que lo permitido. Si observamos la historia del siglo XX, las grandes eclosiones en el tema de la adicción se han dado como respuesta a sistemas excesivamente opresivos, moralistas, pacatos e hipócritas.
Tal vez este sea el momento de dejar de ver la adicción como un problema ajeno y comenzar a mirarlo con la humildad de quien se sabe dentro del tema aunque sea colateralmente.