Querido Abdón:
Había pensado mucho en cómo podría abordar en este momento la presentación de tu bello libro La aventura amorosa para honrar la deferencia que tuviste al pedirme que lo hiciera. Y me lo había pensado mucho porque no es una tarea fácil, ¿sabes? Al menos para mí.
No tendrías por qué saberlo, y tal vez muchos de los que hoy nos acompañan tampoco, pero las vicisitudes del amor de pareja son un tema neurálgico en mi vida. Y más allá del anecdotario personal, que poco interesa, tu libro llegó a mis manos in medias res, diríamos, utilizando la jerga literaria: en el momento preciso. Como dice ese escritor a quien tú tanto admiras, Jorge Luis Borges: no es que una encuentre los libros, sino que los libros nos dan el encuentro por el camino.
Abdón querido, ya es casi un lugar común aquello de que un escritor se escribe. Se reescribe, diríamos. Como dijo alguna profesora de un seminario de tema psicológico: detrás de cada pregunta existe un corazón. Y de igual forma, detrás de cada poema, drama, cuento, novela o ensayo también existe un corazón con su carga de anhelos y su avidez de respuestas. Tus generosas y sabias reflexiones sobre la aventura amorosa y sus arquetípicos personajes hablan precisamente de ese corazón que late detrás de ellas. Pues, como dice Leonardo Padura, “¿qué cosa es un escritor sin sus obsesiones?”.
Mucho nos acostumbramos en la infancia, y luego con la sarta de telenovelas de happy end a creer en la idea del amor en el que “se casaron y fueron felices”. La novia, todavía con velito, y el novio de esmoquin se dan un beso que llena la pantalla y sobre sus rostros arrobados se dibuja lentamente la palabra “Fin”. Las tías solteras se limpian las lágrimas y se van a dormir, conmovidas y seguras de que así tiene que ser, lamentando íntimamente no haberlo experimentado en carne propia. Y tal vez es mejor. Porque detrás del “fin” de la pantalla están al acecho las rutinas cotidianas, el agotamiento de la pasión, los terceros en discordia, la sombra de la ruptura y el comenzar de nuevo, o no.
Dice el estudioso de los mitos y la psicología Robert Johnson que el amor romántico es el peor enemigo del matrimonio estable y de la familia. Y sin embargo, cuánta falta nos hace desde el día en que nos despertamos, despeinados y con los ojos irritados, obligados tal vez por el frío a utilizar pijamas mata pasiones, y nuestras soñolientas miradas se encuentran en la nostalgia de la pasión que se ha ido quién sabe a dónde. En su lugar, como un lazo dorado, luce el cariño profundo que nos une las almas gritando “no” a cualquier intento de traición o separación. Solo que nuestras células y también nuestro deseo claman, como en la hermosa canción de Jacques Brel, que “hace falta pasar el tiempo y es muy necesario que el cuerpo exulte”: el cuerpo y la necesidad de volver a sentir el arrobamiento del enamorado, de la enamorada; “… las endorfinas del amor”, que menciona Fito Páez en una canción, y que según la biología se agotan o pierden efecto antes de cumplir cuatro años.
A quienes nos ha tocado hacer más de confidentes que de protagonistas en la aventura amorosa, las reflexiones de tu libro nos hacen ver algo que parecería obvio: la vida no es fácil para nadie. Sobre todo la vida amorosa. En un tiempo en donde los afanes reproductivos han pasado a segundo plano, la vigencia de la pareja estable y de la familia como “la base de la sociedad” comienza a tambalearse peligrosamente. Y sin embargo, en el fondo seguimos anhelando esa sensación de completud que da la engañosa exclusividad del amor de pareja. Lloramos con letras de tango como “Nunca tuvo novio” o “Soledad” porque nos identificamos con el dolor que traducen. Pero al observar, a veces con envidia, las parejas supuestamente felices que pululan a nuestro alrededor comenzamos también a ver las costuras de esas relaciones impecables.
De la lectura de tu libro, que tocó mi corazón con toda la fuerza de su sinceridad me quedan sobre todo dos temas fundamentales que quisiera mencionar:
- · Esa idea, tan desgarradora como cierta, de que el ser humano, el individuo humano experimenta de primera mano la muerte en el momento de la ruptura amorosa. Cuando dejamos de amar, matamos. Cuando nos dejan de amar, morimos, o mejor dicho: nos matan. Cuando decidimos, por miedo o agotamiento, renunciar a la búsqueda del amor, nos suicidamos, de alguna forma. Y sin embargo la energía del amor no se agota, tan solo se recicla en las historias personales.
- · Las verdaderas lecciones y visiones del amor se encuentran, sobre todo, en los relatos míticos, en el arte y la literatura. La mayor parte de obras literarias abordan, aunque sea colateralmente, el tema del amor de dos. Y aunque se podría entender esto como una visión simbólica del encuentro de un hombre con su ánima o de una mujer con su ánimus, es en estas historias donde se puede, de alguna manera, aprender y aprehender el sentido de la presencia del impulso amoroso en nuestras vidas.
Solo me queda, querido Abdón, agradecerte por haber puesto la primera copia de este precioso trabajo en mis manos. Habló conmigo como pocos libros lo han hecho, y eso ya es bastante. Tal vez en el futuro alguien tome la posta y se ponga a reflexionar sobre esa con frecuencia dolorosa y siempre fascinante contraparte del amor que es la soledad. No prometo nada, pero sí puedo afirmar que tu libro dejó no solo certezas y emociones en mi psique y mi sensibilidad, sino también semillas de inquietud, y como todo buen libro, deseos de escribir.
Con todo mi cariño y gratitud,
Lucre
No hay comentarios:
Publicar un comentario