Como si no tuviéramos nada más que hacer, nos pusieron a discutir acerca del matrimonio igualitario: ¿cómo? Bueno, por un órgano no regular, cinco jueces de la Corte Constitucional decidieron que aquí en el Ecuador el matrimonio ya no es la unión monogámica entre un hombre y una mujer sino entre dos personas. Bastó.
Los partidarios de la RC nos dividimos en homofílicos y homofóbicos sin pensar medio minuto en de qué se trataba y para qué lo hacíamos, y si hasta hace unos minutos habíamos llorado abrazados oyendo un discurso de Correa, inmediatamente después nos pusimos en guardia los unos contra los otros. Los anticorreístas también se desconcertaron: los más conservadores se pusieron a decir que todo esto había comenzado cuando Correa autorizó (?) la unión de hecho entre personas del mismo sexo. Los liberales en cambio reforzaron su creencia de que ahora sí se respira libertad, pues la gente del mismo sexo ya se puede casar entre ellos y ellas, no como en la época del Súper Dictador que antecedió al Mesías Cuántico.
Mientras, en nuestras cárceles ocurren sucesos terroríficos, Gran Bretaña firmó la autorización para extraditar a Estados Unidos a Julian Assange y con un golpe de varita mágica el Ministro de Defensa Oswaldo Jarrín convirtió el maravilloso archipiélago de las Galápagos en un simple portaviones norteamericano. Y nosotros, agarrándonos de los pelos y sacándonos los ojos porque la familia está en peligro y porque a mayor homofobia mayor homosexualidad latente.
Es claro que, como dice, por seguir en temas bíblicos, alguna carta de San Pablo: nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra principados y potestades. Y esos principados y esas potestades del mal son las que sueltan la bomba para dividirnos y ponernos a pelear por intrascendencias mientras ellos siguen a rajatablas las órdenes imperiales.
Ya se están organizando las marchas de "Con mis hijos no te metas" y las contramarchas de la coincidencia con el mes del Orgullo LGBTI, y se producirá un encontronazo entre marchas similar al relatado en el Libro del Buen Amor entre la marcha final del Carnaval y la primera procesión de la Cuaresma en la madrugada de un miércoles de ceniza medieval. Solo que mientras ahí resultaba cómico, acá las consecuencias serán impredecibles.
Creo que los ciudadanos corrientes debemos hacer un alto. Más allá de nuestro acuerdo o desacuerdo con el matrimonio igualitario o cualquier otra trampilla couyntural, urge que leamos entre líneas los tejemanejes gubernamentales. No nos engañemos, desde que dos personas del mismo sexo forman una pareja y, contando el cuento que sea, se van a vivir juntos, existe el matrimonio igualitario, esté o no esté aprobado legalmente. ¿Qué más da que firmen un papel en un registro civil o no? ¿Realmente nos va a afectar en algo?
Pero mientras nos distraen con el caramelito de la disputa moral, se están llevando el país en vilo y en peso. Van a regalar el Ecuador como una hacienda 'con todo e indios' al imperio norteamericano. ¿Y nosotros, los indios? En la disputa del sí y el no por algo que se podría solucionar con la simple máxima que reza "vive y deja vivir".
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