La imagen de la virgen Dolorosa del Colegio está marcada por el misterio y la leyenda. Se dice que alguien vendía en la calle la representación de la Virgen de los Dolores, una imagen por demás sufriente: la mujer que acaba de sepultar a su hijo, torturado ante sus propios ojos, agotados de tanto llorar, con las lágrimas todavía corriéndole por las mejillas, el corazón atravesado por siete espadas, y sujetando entre las manos, afectuosamente, en un gesto de incomprensible masoquismo, los clavos y la corona de espinas, es decir los instrumentos de tortura de su hijo.
Se dice que eran tres cromos, impresos en Francia, y no se sabe bien quién los trajo ni quién compró los otros dos. Pero uno de ellos, el que importa, el milagroso y sacrosanto, fue a dar, enmarcado, al comedor del colegio San Gabriel, llamado así en honor a Gabriel García Moreno, alguien a quien, cariñosamente, se podría calificar con el apelativo de "El tirano eficiente", una de cuyas características era el catolicismo fanático, lo cual no le impedía tener relaciones extramaritales, una de las cuales parece que le costó la vida... pero esa es otra historia...
Corría el año de 1906. Año de fundación del periódico EL COMERCIO, el periódico quiteño por excelencia. Habían pasado casi once años del triunfo de la Revolución Liberal y las aristocracias serranas resentían hondamente la pérdida de poder que ello les significó. "El indio" Alfaro, como lo llamaban (Alfaro tenía algo de lo cual ellos se jactaban, pero a ninguno se le podía comprobar: un 50% seguro e innegable de sangre española), había despojado a la iglesia católica del poder del registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, así como de las tierras ociosas, a través de la Ley de manos muertas... en fin, la iglesia católica había dejado de ser el eje fundamental de la vida del país, y eso también le había significado una reducción en el cobro de ciertos servicios.
Por otro lado, eran las aristocracias (por llamarlas de algún modo) quiteñas las que habían perdido la guerra civil entre conservadores y liberales. Y el país se encontraba en una grave crisis de inestabilidad. Al colegio San Gabriel asistían los hijos de la clase pudiente de Quito, niños y adolescentes a quienes se les machacaba día con día y hora con hora, que el Ecuador, otrora país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, ahora vivía en pecado, pues Alfaro, entre otras cosas más palpables y en el fondo mucho más importantes desde el punto de vista pecuniario, les había "quitado a Dios" (¿será eso posible?).
Desde la conquista española y la imposición de una religión cuyos dioses (no me voy a enredar en el lío que le costó la vida, entre otros, a Miguel Servet) eran masculinos sosteniendo en precario equilibrio un taburete de tres patas, la figura de la MADRE, precisamente porque la teología le concedía menor importancia, cobró una gigantesca importancia, pues la religión y la cosmovisión indígenas tenían un fuerte componente de energía femenina con todas esas ideas de la Pacha Mama y de tales. La virgen de la Merced había, supuestamente, comandado los ejércitos de Bolívar, en un esquizofrénico enfrentamiento con ella misma, pero en su advocación de virgen de los Remedios. Y en el tiempo en que el Indio Alfaro nos había "quitado a Dios", las clases populares de Quito se declaraban hijos de la virgen de la Merced pero parece que las élites estaban huérfanas de madre, o no les hacía tanta falta.
El 18 de abril de 1906 la ciudad de San Francisco, California, hermana de Quito, Luz de América, había sido asolada por un espantoso terremoto. Y el 20 de abril, mientras los niños internos y semiinternos del colegio San Gabriel almorzaban escuchando el pavoroso relato y haciendo comentarios sobre la tragedia, algunos de ellos advirtieron que la virgen de los Dolores del cromo del comedor parpadeaba, como dando muestras de perturbación y angustia. Según dicen los niños que observaron el 'portento', el dibujo parpadeaba, aquello de que 'lloró', vino después, tal vez porque, como el dibujo ya ostentaba sendas lágrimas perladas en las mejillas, eso unido al parpadeo provocaba la ilusión óptica de que las lágrimas rodaban por la cara.
Bueno, el caso es que la Virgen de los Dolores no se sentía bien. Digamos que lloraba, o que contenía el llanto, o que iba a empezar a llorar en medio de parpadeos. ¿Y por qué lloraba, la virgencita? Pues... adivinen... Porque el indio Alfaro nos había quitado a Dios. O más concretamente, porque Alfaro le había quitado a la Iglesia Católica una parte (que no todo) de la omnipotencia de épocas anteriores.
No estamos para desconfiar de lo que los niños que almorzaban entre el triste relato del terremoto y la concurrente repetición de la tragedia nacional de ya no ser el país del Sagrado Corazón de Jesús vieron en el cromo de la virgen. Y tampoco vamos a manifestar nada al respecto. Lo que sucedió después fue que el cuadro del comedor fue llevado a la capilla del colegio, en donde al poco tiempo ya no lucía el sencillo marco de madera, sino un ostentoso marco de pan de oro. Y también que las élites quiteñas tuvieron por fin una madre, que además lloraba permanentemente por el descarrilamiento de todo el país.
Casi seis años después, quizá para ver si la Dolorosa del Colegio (como pasó a llamarse) dejaba de llorar (cosa imposible, porque las lágrimas estaban bien dibujadas en el cuadro y habría habido que rasparlo, borrarlo... profanarlo, en fin), una turba enfurecida, pero muy católica (se autoproclamaba así) linchó a Alfaro y sus compañeros, humilló los cadáveres de todas las formas posibles y terminó incinerándolos mientras gritaba "¡Abajo los masones! ¡Viva la religión!" en lo que ahora es el parque de El Ejido en un macabro aquelarre que el historiador y escritor Alfredo Pareja Diezcanseco llamó "La hoguera bárbara".
La virgen, como es de suponer, ni lloró más, ni dejó de llorar ante los sangrientos sucesos. Pero no importaba; habían castigado , entre otras cosas, al supuesto causante de su llanto en una masacre que sería cualquier cosa menos cristiana, al menos en lo que al quinto de los diez mandamientos se refiere. Pero la Dolorosita del Colegio se quedó como el ícono de la religiosidad de la clase media y media alta de Quito. Es la arquetipo de madre de todos los alumnos y ex alumnos del colegio San Gabriel. Y por extensión, la madre de sus familias y de toda la aristocracia católica quiteña de esa época y las que siguieron.
Hoy, Daniel Tello, artista visual, ha realizado una obra en la cual mimetiza en la imagen de la virgen Dolorosa a la figura de María Paula Romo, la Ministra de Gobierno adorada por la Policía, cuyos excesos defiende a capa y espada (después de todo, ella los ordenó).
Hay gente irreverente que alaba la obra. Otros se conduelen de que semejante personaje sea burlonamente equiparado a la Virgencita (así dicen) o a la Dolorosita (como también la llaman, cariñosamente).
Es un dilema difícil de resolver, pues la gente se aferra a sus creencias y se siente irrespetada cuando se 'profanan' de alguna manera sus iconos sagrados. Y la virgen, como ya lo dijimos, es la Madre.
Pero... dado el sesgo de la historia y de la religión, la Virgen Dolorosa no es precisamente la madre de los pobres ni de los condenados de la Tierra. Es la imagen que sufre porque a la iglesia que la venera le han quitado el poder y le han disminuido la riqueza. Es la que ampara al banquero más conspicuo del Ecuador y la que preside cada uno de sus locales. Es la que mira asesinar, vejar, arrastrar y humillar al hombre que quiso transformar un país que era para los hacendados y convertirlo en un país para la gente... y calla. Y deja de llorar. Y hasta capaz se tranquiliza porque se siente vengada.
Ese es el sentido que se le dio a la Virgen Dolorosa. Y para peor, también el chantaje moral de presionar para que sus hijos la quieran y obedezcan porque los manipula con su llanto. Como hicieron conmigo en el colegio, como han hecho con todos y cada uno de los alumnos del Colegio San Gabriel hasta el día de hoy.
Entonces, si bien la virgen María, como arquetipo y representación de una creencia popular es respetable, también sería un poco mejor mirar más allá, más adentro y más profundamente el uso que se ha hecho de tal imagen, que no es tan inocente, romántico ni puro como se quiere hacer pensar a la población.
Adjunto tres imágenes de la virgen de Dolores. Esa pobre mujer que ni siquiera sabemos si existió, pero que vive llorando a mares, no tanto por su Hijo, que al fin y al cabo se supone que resucitó, sino porque nosotros somos malos porque el "indio" Alfaro nos quitó a Dios, y porque en últimas la Iglesia ya no manda sobre la faz de la Tierra como lo hacía antes.
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